Por: Salvador Echeagaray Picos
En muchos años atrás, según las crónicas sociales de la prensa que cubrieron tanto el evento eclesiástico como los festejos de música y canto, durante ese primaveral fin de semana, “No se había celebrado un Matrimonio con tanto derroche, refinamiento y buen gusto”. A ocho columnas se publicó:
“Pérez Prado en Mazatlán”.
“Ameniza la boda: Santarén de la rocha, con el “Vasco” Esquivel de la Riveira”.
La nota precisaba “con profusión fotográfica, el enlace religioso en la Catedral Basílica del Puerto, así como los agasajos artísticos ofrecidos en las elegantes terrazas de la “Quinta”, propiedad del hermano de la novia, ubicada frente al mar Pacífico.Se destacaba la presencia en el evento musical de exclusiva asistencia, de la célebre orquesta del antillano Pérez Prado, quién con su particularísima forma de “dirigir”, batuta en mano, enloqueció tanto a jóvenes como adultos con las repetidas interpretaciones del ritmo de su creación “el mambo”, conocido y bailándose en todo el país, haciendo el isleño su primera presentación musical en la provincia mexicana”.
“En la pos boda del día siguiente, se lució el destacado conjunto de voces y guitarras “Los churumbeles de España” que constituyeron todo un acontecimiento aplaudido hasta el delirio por los privilegiados invitados al evento”.
Cuquita, desapareció por varias semanas del panorama rural de San Javier. Nadie informaba sobre la ruta elegida por la pareja Santarén-Esquivel, que tomaron “estado” “con bombo y platillo” ante la ley y testimonio de la rancia sociedad del puerto de Mazatlán, en fastuosos eventos que “hicieron época”, según los comentarios que se publicaron por la prensa.
Nada se supo de la pareja hasta que Don Federico viajó a Paris, con urgencia. En Mazatlán primero y después en el rancho, se enteraron de que el hacendado iba a recoger a Cuquita quien había sido abandonada por el marido, en un elegante Hotel de la ciudad Luz.
Se comentó que el hermano, tuvo que pagar todas las cuentas que no cubrió el ahora “oportunista marido”, Don Alfonso Esquivel de la Riveira, quien dejó abandonada y sin recursos monetarios a su esposa.
Huyó llevándose las invaluables joyas y el dinero de Cuquita, incluyendo la cuantiosa dote que fue entregada junto con la novia antes de la boda civil.
Es más, en convenio suscrito ante la fe notarial, Don Federico se obligó a cubrir sólo el costo que implicaba contratar la orquesta de Pérez Prado y en cambio, el novio se obligó a costear de su propio peculio, su personal capricho de tener a los famosos “Churumbeles de España” en la fastuosa boda.
-“Nada pagó el sinvergüenza”-, comentó indignado ante sus amigos hacendados Don Federico, quien para evitar el desprestigio familiar, se vio precisado a cancelar las deudas que dejó tanto en México como en Europa, el marido prófugo.
La desposada sobrellevando la humillación causada por el galancete, rechazó las reiteradas invitaciones de su íntimo grupo de amigas para convivir, aceptando sólo la compañía de Alma, a quien le informó su firme decisión de regresar a la hacienda y reintegrarse a la convivencia sencilla que sus amigas de allá le ofrecían desde siempre, en el trato cargado de afecto y sinceridad, sin dobleces ni presunciones que suelen caracterizar a quienes presumen pertenencia a la élite social en las ciudades.
Alma acompañó a su amiga en el viaje de regreso a la hacienda, lo que significo una gratísima convivencia no sólo en cuanto al mutuo afecto personal que era recíproco, sino del disfrute de una serie de eventos musicales con el piano que la familia había traído de Guadalajara, y el cual Cuquita tocaba con sentimiento y buena técnica, interpretando el archivo familiar que contenía variedad de piezas musicales que ambas cantaron, prevaleciendo por supuesto, aquellas canciones que referían letras de “amores no correspondidos, traiciones y falsos juramentos de los hombres, culpables únicos, de las desgracias que aquejan a las mujeres que en ellos confían”.., provocándose un ambiente que degeneró más tarde, en gritos destemplados “salidos del corazón”, en el que tuvieron participación de pronto, las jóvenes campesinas que trabajaban en la hacienda, felices de disfrutar del espontáneo festejo y de tener la oportunidad de acompañar a la patrona, en el sorpresivo evento musical en las elegantes instalaciones de la hacienda, que muchas de ellas sólo veían a distancia.
Ya en la madrugada en la habitación que compartieron, y con el fondo polifónico de los desafinados gallos que despertaban al amanecer en la arboleda del entorno, Cuquita sintiendo en su mente los efectos de los finos coñacs degustados, enteró a su íntima amiga la enorme carga emocional que en el viaje de boda le ocasionó el marido, confiándole:
-“mi matrimonio no se ha consumado, amiga mía. Mi marido es completamente impotente”. Y lo peor, es que es homosexual, pasivo, desde luego”-.
La ofendida y humillada mujer agrega: -“esto que me sucedió, con la bendición de mí hermano, no se queda así, amiga Alma”-.
-“Estoy aquí para acercarme a Esteban, el amor de mi vida, sin importar la pobreza en la que viva, y si es necesario, rogaré para acepte mi amor, y lo demás que aún conservo.., y deseo entregarle sin condición alguna”.-
Entre tanto.., de un día para otro, los “juglares” rurales cantaron allá en el pueblo de San Javier, la historia y pérdidas monetarias que la afamada boda “acarreó” en perjuicio de la “hacendada”, como se le llamaba, en aquel corrido que un ocurrente músico “de los que componía chiflando”, escribió y cantaba con voz “aguardentosa”, acompañado de sus propios “chirrines”.
El corrido se popularizó rápidamente interpretado además por distintos conjuntos musicales de música campirana, en las cantinas del municipio de San Ignacio.
A la fecha todavía algún “compa” memorioso, canta:
Los “Mitotes en el rancho mencionan a un tal galán minero/un “Don” que enamoró a la Hacendada y le salió vaquetón y traicionero/ que a la hacendada la burló un hijo de.., la madre España./ ¡Hay! que decepción, ya que al titularse de marido se fue con todita la plata./ Ah que Don Alfonso.., encandiló a Federico con el Don, y resultó puro pájaro nalgón/ El tal Alfonso, ante la hacendada presumió de Español y dizque “formalote”/ solo pá llevarse la dote…/!qué lástima!, pues en el pueblo de San Javier Esteban el campesino, quería a la hacendada más que a ninguna/ sin importar que pá novio, no calificara pues era galán.., sin fortuna.
El corrido terminaba:
Vuela, hasta los pozos paloma, salúdame a la hacendada/vuela paloma, dile que no se sienta abandonada/dile paloma que en el pueblo hay quien la quiera/aunque pá la dote no ajuste nada.
* Magistrado en
retiro y autor