Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
Cuando vi entrar a Nellie en el estudio de fotografía, debo confesar que en aquel entonces me parecieron excesivas las deferencias que Rafael, mi admirado suegro le hacía. Finalmente, era un fotógrafo con una capacidad y un conocimiento que difícilmente podía encontrase en alguien más… “Alberto, es la Maestra Nellie Campobello, una leyenda en la danza… Alberto es mi yerno, Nellie… Es un gran cantante ¿lo has escuchado… no? ¡cómoooo! No sabes… Bueno, como siempre es un honor recibirte…” Y la tensión se notaba en el rostro de aquel gran artista de la fotografía cuyo acervo de la danza mexicana es hasta la fecha el más completo…
Tensión debida a la presencia de aquella mujer recia no obstante su cuerpo menudito. Y es que según me contara después, poca gente tan meticulosa para exigir la captura de la pose de las bailarinas a fotografiar, a capturar el momento, la magia de la danza en todo su esplendor… Pasarían muchos años para que yo entendiera el valor de esta gran figura de la cultura mexicana, no solamente de la danza, sino de muchos rubros del arte de nuestro país.
Nacida con el nombre de María Francisca Moya Luna, vio la luz primera en el Estado de Durango, concretamente en la población de Villa Ocampo el 7 de noviembre de 1900. Como resulta lógico suponer, María Francisca vivió toda su infancia inmersa en la violencia de la revolución maderista… Un suceso que aún en nuestros días resulta incomprensible en muchos de sus momentos… De ahí que la narrativa de primera mano sea de vital importancia y por encima de aquellas de intentos doctos con análisis en los que generalmente la única conclusión científica es que no se puede concluir nada, cosa común en los científicos sociales. Pero vayamos al origen de María Francisca Moya Luna…
Narra ella su infancia entre la magia de los momentos infantiles, la desesperación por eventos y sucesos de desprendimiento de su madre a quien pondera por su impasible perseverancia y gracias a la cual no se convirtieron en “protegidos de un jefe de la revolución”… Por eso la elegía a la figura materna en “Las Manos de Mamá”, esas manos que confeccionaban la ropa, las “tuniquitas” con las que los hermanos se vestían casi uniformados por las manos costureras de mamá… Su padre fue muerto en la batalla de Ojinaga y quisieron quitarle a sus hijos.
Ella no se dejó. Simplemente un día llegó y dijo: “vengo por mis hijos” y como pollitos alrededor de la gallina mamá, la siguieron para acurrucarse entre su falda, sus cantos, sus danzas y sus cuentos, esos cuentos que se quedaron tatuados como la escena cuando aquel general llegó a buscarlos. Ella, la mamá, estaba dando de mamar a su hermanita.
El general insistía y con palabras breves y calmas, la mamá supo convencerlo de que lo mejor para un niño es estar a un lado de la madre… “el padre de mis hijos, mi compañero, andaba por gusto peleando… Murió en eso, lo hemos perdido, nadie nos lo repondrá… Mis hijos son míos y el gusto que le pido es que me los deje. No necesitan que les de nada por cuenta de la muerte de su padre.”
Así, María Francisca Moya Luna, se quedó con sus hermanos al lado de mamá… Así también fue testigo de cuando mamá se casó con Stephen Campbell Reed. Fue cuando por decisión propia adoptó el apellido de su padrastro que con el tiempo pasaría de Campbella Campobello. La vida transcurrió para Nellie entre los muertos de la revolución, los cantos de mamá y el aprendizaje de la danza y demás artes de la escuela… Así, cada historia de la revolución se quedó anclada a su espíritu y su conciencia como un anzuelo en la boca de una mojarra… Y las historias fueron guardándose en esos cuadernitos una a una…
“Sus caras salpicadas de sangre, tenían el as-pecto desesperado de los hombres que mueren sor-prendidos. (A un muchachito de ocho años, vestido de soldado, Roberto Rendón, le tocó morir en el patio, estaba tirado sobre su lado izquierdo, abiertos los brazos, su cara de perfil sobre la tierra, sus piernas flexionadas parecían estar dando un paso: El primer paso de hombre que dio)”.
Su narrativa es llana, cruda, sin afán de distorsionar en un sentido o en otro lo acontecido… Es magia que construyó la niña que fuera testigo presencial de todas aquellas historias… Historias de niños que se hacían hombres en tres minutos y de hombres que volvían a ser niños cuando se hincaban pidiendo clemencia… Clemencia que por lo general no llegaba jamás y en vez de ella llegaba una bala de mauser destrozándoles el corazón o la cabeza…
Por eso tal vez, escogió su propio nombre, conjunción de herencias negadas y reafirmadas… Por eso quiso liberarse de su origen reprobado en la endogamia… Por eso intentó borrar la huella de la relación que la engendró de la mamá con su sobrino, el que también fue su padre… El que murió en la batalla de Ojinaga… Así, Nellie fue construyéndose y reconstruyéndose a sí misma… En la danza, en la narrativa, en la poesía que muestra su eterno afán libertario para que, paradójicamente, se descubriera que los últimos años de su vida transcurrieran estando secuestrada…
CONSEJO
Mujer: entrega tu vida en amor./ No creas en la tristeza ni en los desengaños./ Cuando todo pasa sólo te queda el recuerdo/ de la dulce caricia que robaste un día al tiempo./ Ama entrega tu amor/ cuando vuelvas la cabeza encontrarás que fue mejor./ Ama y sé mujer./ Qué más puedo decirte de la que mucho amó?/ Qué más puedes querer / te llameMujer.
Crece María Francisca Moya Luna, ya como Nellie Campobello dedicada a la danza y la escritura. Sin embargo las artes literarias quedarían ocultas un tiempo para dar lugar a la danza que le llevó a ser fundadora de la primera escuela de danza en México junto con su hermana Gloria… Aquella hermana con quien compartió la vida en gran parte de su trayecto para fundar también la Escuela de Danza Nellie y Gloria Campobello.
Toda una vida dedicada a la danza y la coreografía, sin dejar jamás de escribir… Escritura en la que deposita toda aquella manera de experimentar la vida que tienen los niños… Con una conducta que a veces incluso puede ser calificada como morbosa o falta de compasión… Pero es que la conciencia se va conformando de manera distinta cuando la muerte aparece a tu lado como una compañera constante, burlona o no, cruel o justa, distante o cercana…
Tan cercana como aquella vez en que llegaron los revolucionarios a golpear la puerta de la casa y al abrirles, la mamá con sus críos alrededor y el tiernito en brazos, provocaron la compasión de aquellos hombres con el polvo y la pólvora por ropajes, con la sangre y la muerte como compañeras en los últimos días… Y al mirar a aquella criaturita en brazos de la mamá, se la quitaron para contemplarla pasándola de uno al otro dejando ver los dientes sucios en sonrisas que dejaban entrever la capacidad de ternura que había aún en aquellos seres a los que aparentemente la revolución había arrancado de cuajo toda ternura… Una vez que su emoción por el tiernito quedó satisfecha, salieron de la casa dando instrucciones para que nadie más les molestara… Así, Nellie Campobello guardó dentro de si todas esas historias… Así, fue combinando la suavidad de la danza clásica con la reciedumbre de su formación dentro de la revolución y de ahí su gran exigencia y reciedumbre como instructora, como maestra que sus alumnos en general recuerdan con una mezcla de respeto, temor y cariño…
Muchos grandes bailarines fueron formados en la Escuela de Danza de Nellie y Gloria Campobello, grandes exponentes como Felipe Segura y Nellie Happee… Pero, hablar de Nellie Campobello, es ir mucho más allá de una sola disciplina en el arte, hablar de ella es sumergirse en el principio de una escuela narrativa que tuvo una enorme influencia sobre grandes escritores como Juan Rulfo, por ejemplo…
Hablar de Nellie Campobello es referirnos a una obra de importancia tal que incluso en una antología de La Novela de la Revolución Mexicana como la de el Maestro Antonio Castro Leal que es de enorme im-portancia, incluya en los autores de este género de la narrativa de la revolución maderista, a una sola mujer (muchos acusan de misoginia, otros prefieren hablar acerca del gran mérito de Nellie Campobello y de ahí su inclusión al lado de los grandes autores de la novela revolucionaria).
Una sola mujer y desde luego, ahí está su novela, o antología de cuentos o simplemente una compilación de historias vistas y experimentadas por una niña con toda su inocencia, su naturalidad que en muchos momentos puede ser calificada, insisto, como morbo o crueldad de aquellos infantes que se forjan en el dolor. Pero no, Nellie Campobello tuvo como sus juguetes a sus muertos, esos muertos que pasaban frente a su casa cuando las tropas de un caudillo u otro, entraban triunfantes hasta que el siguiente bando los desalojaba…
Nellie Campobello tiene el mérito enorme de haber desatanizado a una figura del tamaño de Pancho Villa y haberlo situado en un sitio de normalidad como ser humano con todos sus defectos y virtudes en una época en que el centauro del norte era calificado por todos como nada más que un bandido cruel y despia-dado que iba sembrando terror por dondquiera que pasaba.
Recia, firme, de profundas convicciones en su formación, Nellie Campobello fue nombrada por justas razones como la centaura del norte… Seguro estoy de que allá en Parral, siguen vivas sus historias, sus fantasmas, sus muertos constituyentes de la lúdica que envolvió a Nellie, a María Francisca, quien en busca de su libertad hizo todo y paradójicamente fue secuestrada la última etapa de su vida. Cartucho, es tal vez su máxima obra en la literatura dada la influencia, la innovación, el camino que abrió para las nuevas generaciones de narradores. Por eso, Nellie Campobello, es un verdadero Cartucho de Artillería.
* Pintor, autor e intérprete