Por: Miguel Ángel Avilés
Prendí la tele porque el sueño se me había espantado y estaba una película con Mario Almada donde se enfrenta a un montón de malos y se los chinga a todos a punta de balazos.
Le bajé al volumen para que los disparos no despertaran a los demás y me puse a verla hasta que terminó.
Al final quedaron vivos él y una señora de bue-na ver lo cual me tranquilizó y eso hizo que nuevamente me quedara dormido.
En la película, le había secuestrado un nieto a Mario Almada y no descansó hasta rescatarlo. Jorge Reynoso pagó caro su atrevimiento, porque don Mario no se quedó agusto hasta que lo agarró cochito y le vació toda la carga de una pistola bien grandota como la que traía el tal Mario Aburto cuando disparó a quemarropa en la cabeza de Colosio en Lomas Taurinas.
No sé si se la misma pistola en todas las películas o tiene varias, lo cierto es que le dispara como a veintisiete y nunca se le acaban las balas.
Qué bueno porque así no lo agarran indefenso.
Sí, yo ya sé que Mario Almada nunca pierde pero de todos modos me gusta ver sus películas, tanto en las que sale solito o en las que lo acompaña su hermano Fernando, quien también es bueno para echar bala y tumbarle los dientes a medio mundo.
Ahora ya está muy viejito pero no hace mucho todavía andaba enfrentándose a matones del oeste y degollando indios o desenmascarando narcotraficantes o persiguiendo a un puñado de buenos para nada.
Pero desde sus tiempos mozos a la fecha, Don Mario ha sido un ídolo de multitudes. En la casa las veíamos desde niños cuando las pasaban en la tele y después mi hermano Nico rentaba un altero de sus películas y las veíamos todas en una anoche en esa videocasetera negra que ahora anda por ahí rodando porque ya hay aparatos más sofisticados en donde verlas.
A mí se me hace que, en el fondo, a la gente le ha gustado ver las películas de este señor porque lo ven como su propio justiciero. Es como un anhelo social de que alguien nos represente y acabe con toda esa bola de cabrones que andan haciendo daño.
A mí se me hace. Pero quien sabe. A lo mejor es al revés y en realidad lo que nos gusta es ver la matazón y como se agarran del chongo con brutal ferocidad unos contra otros. Para no errarle, pensaré que algo hay de las dos cosas o simple y sencillamente quieren pasarse un par de horas entretenidos, viendo como nuestro ídolo serpentea un látigo en la espalda de Bruno Rey o le quiebra la nariz con un bolado de derecha a Wally Barrón o, junto con Sergio Goyri , le parten la madre a un puñado de malditos que tienen secuestrado a unos niños o están por aventar desde un edificio a Rosenda Bernal o quieren mancillar a Lilia Prado.
Pero en eso llega Mario Almada y se los chinga a todos.
Qué bueno, Pa que se les quite!.
Por eso es un ídolo y por eso la plana mayor de mexicanos disfruta sus películas, les guste o no les guste a los defensores del buen cine, esos que alguna vez criticaban las películas del Santo y actualmente hasta lo homenajean, los muy falsos, diciendo ,ya como un cliché, que son películas de culto.
A Don Mario, eso sí, dice que son dos las que ahora le da penita saber que las filmó: La India y La Viuda Negra. Que porque no son aptas para todo público y porque se pone rojo cuando en la actualidad la ven sus nietos. Eso dice Don Mario, vaya usted a saber por qué, pues en ellas sale con Isela Vega en sus mejores tiempos y en ninguna de las dos se le veía muy ruborizado. Es que Don Mario es muy buen actor y sabe fingir, muchachos. Bueno, a mí se me hace.
Se me hace también que muchos no conocen una película donde sale en la alcoba con la bellísima Tere Velázquez quien, en penumbras, se le ve en una cama, cubriéndose hasta el cuello con una sábana blanca, mientras Don Mario, de espaldas, se pone la camisa. Esta película se llama Honores al Clítoris. Así como leen, qué barbaridad!
Les juro que yo no la he visto. Pero espero encontrármela en la tele una madrugada de estas, cuando el sueño se me haya espantado, no le hace que no se enfrente a un montón de malos ni se los chingue a todos a punta de balazos.
* Abogado y autor