Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
Todo prometía salir maravillosamente… La dirección musical a cargo de mi querido amigo Francisco “Pancho” Aguilar, era una garantía. La Orquesta típica de Guadalajara, una maravillosa institución de las más antiguas y prestigiadas de nuestro México, el mariachi Viva México, constituido por grandes músicos todos ellos, los coros de la Fundación Cuervo y de la Universidad y la participación de una nueva voz de gran futuro en el espectáculo tradicional mexicano, Marcela Anzures. Con todo eso estaría apoyado en el concierto que la Fundación Cuervo ofrecía en el bello foro de la misma ubicado allá en la emblemática población de Tequila, Jalisco… El viaje resultó mucho más que un viaje turístico, un viaje mág ico…
—¿Cómo se llama el hotel…?
—Los Abolengos…
—¿Los Abolengos…? Dame la dirección, por favor.
—Pues no sé la dirección exacta, pero ahí llegando a Tequila todo mundo sabe dónde queda, a cualquiera que le preguntes te dice dónde…
—Bueno, pues así le hacemos entonces…
“Má allaíta” dicen en mi tierra cuando les preguntas dónde queda… Lo que fuere por lo que estés preguntando, la respuesta será: “más allaíta”… Y en este caso, pues la respuesta de Pancho era un equivalente: a cualquiera que le preguntes… Son las cosas adorables de mi México… Parte de ellas… La sorpresa fue primeramente el hotel… Una verdadera belleza. Parte de una antigua hacienda de la región cuyas caballerizas y demás construcciones fueron convertidas en cóm
odas habitaciones… Pocas, muy pocas… De tal manera que la tranquilidad se convierte en otro de sus atractivos. La prueba de sonido y un breve ensayo tendrían lugar al día siguiente, de tal manera que el plan era disfrutar una deliciosa comida con platillos típicos regionales… Y el platillo más típico de la región, pues es el tequila…
Para esto, llega un gentil camarada a preguntarnos si estábamos a gusto o queríamos el ventilador para combatir un poco al calor… Surge la charla, se presenta con nosotros y resulta ser José Díaz de Sandi, el dueño del lugar quien nos invita una, propiamente dicho, degustación de algunos tequilas de gran calidad… “Pepe, por favor… Y de tú” “Perfecto, Pepe… ¡Excelente, tequila, excelente…! ¿cuál es…?” “Dobel Diamante… Sabía que te iba a gustar, Alberto…” Más tarde, llegaría Carlos, otro tequilero de gran tradición, para darnos todo un curso de la manera adecuada para degustar el tequila, esa bebida que es un emblema de México en el mundo entero.
Es menester señalar que ningún lugar en el mundo puede producir tequila con excepción de la población de Jalisco que lleva precisamente el nombre de Tequila y sus lugares aledaños. No obstante la denominación de origen, que protege mundialmente a sus productores, hace unos años, surgió un producto llamado tequila fabricado por algunos empresarios japoneses faltos de toda ética, quienes ofrecían una bebida de pésimo sabor y calidad. Después de algunas batallas legales, esa horripilante bebida salió del mercado. Pero en fin, el proceso de producción del tequila es un verdadero viaje al pasado comenzando por el sumergirse en un mar azul verde de agaves que se extienden hasta que la vista alcanza…
Luego, viene la llamada Jima. Del nahuatl xima que significa rapar… El encargado de “rapar” el agave, de cortarle sus pencas y dejar la pura “piña”, es un personaje emblemático y que recibe el nombre de Jimador. Originalmente ataviado con sus calzones y camisa de manta, sus huaraches y sombrero ancho así como un paliacate rojo que se anuda al cuello. Con toda la destreza que le da la experiencia, el jimador va cortando con la “coa”, ese afilado instrumento en semicírculo, las pencas hasta dejar el agave completamente jimado, rapado, rasurado… Las piñas, resultantes de la jima, van a los hornos donde se cuecen a fuego lento durante 24 horas para que los sabores sean de mayor calidad.
De ahí van a la molienda o machacado. Una vez que la piña ya está cocida, puede disfrutarse como una especie de postre verdaderamente delicioso chupando parte de las pencas que han cobrado para entonces
un color cobrizo… Del machacado se continúa con la extracción del jugo. Para esto, antiguamente se recurría a la “tahona” que no es otra cosa que una piedra que puede pesar varias toneladas y que gira sobre un círculo utilizando la fuerza de un “macho” o mulo o bien un caballo. Ahí es donde la piña ya molida se depositaba (o se deposita en el caso de la producción artesanal) para extraer el jugo.
En la actualidad, en vez de utilizar la tahona, se lleva a un molino moderno industrial donde finalmente se recolecta el jugo de la misma manera. El jugo recolectado, se lleva a los toneles de fermentación para que, una vez culminado el proceso fermentador, se lleve a las torres de destilación. De estas torres se deshecha el primer destilado, la cabeza. Un buen tequila no tiene ni cabeza ni cola así que sólo el destilado ordinario se utiliza… De ahí, la tradicional, la ya mítica bebida tradicional mexicana, parte en su periplo interminable desde la ciudad de Tequila, en el estado de Jalisco, al mundo entero.
Muchos tequilas han surgido y continúan surgiendo desde 1795 cuando José María Guadalupe de Cuervo y Montaño recibe la primera cédula real que le permitiría la comercialización del vino de agave más allá de la región de Tequila, en Jalisco. Ahí, propiamente dicho, se inicia la historia del tequila para trascender mundialmente. De esta manera, la familia Cuervo, es directamente responsable de que el tequila se convirtiera en un verdadero icono de las bebidas con denominación de origen en el mundo.
Después del recorrido por La cofradía, una de las fábricas de tequila y cerámica de mayor prestigio y gracias a la invitación de Carlos Hernández Ramos, Director general de la misma, el sabor de boca ante el concepto integral que la fábrica maneja, es maravilloso… Carlos llevó una de las botellas que en su fábrica de cerámica se elaboran para embotellar el tequila que ellos mismos producen. La botella es una joya del arte popular mexicano, al verla, exclamo en broma que al final me robaría la botella que era un regalo de Carlos para Mónica Cortés, excelente representante de la jineta charra de nuestro país y además apasionada de México y parte del movimiento cultural tequilero. Al día siguiente, recibo como sorpresa que la botella me había sido dejada de parte de Mónica como un obsequio. Con el agradecimiento por el hermoso detalle, me llevo una sonrisa l concierto en el teatro de la fundación cultural Cuervo.
La gente se entrega intensamente, bellamente y al final las fotos y convivencia con algunos de los asistentes tales como los nuevos amigos Sergio y Bo cuyos elogios son igualmente bellos. Regreso a Guadalajara y Marcela, sabiendo mi interés constante por nuestra cultura e historia, me invita a conocer el Panteón de Belén, cuyo nombre original fuera Panteón de Santa Paula. Actualmente, el panteón ya no funciona como tal, sino que lo han convertido en un museo por toda la historia que en su interior podemos encontrar… Verdaderamente historia viva en el lugar de los muertos. La construcción del Panteón, es realizada por el afamado arquitecto jaliscience Manuel Gómez Ibarra, quien tuvo a su cargo la culminación de varios edificios en la ciudad de Guadalajara y que hoy en día son parte emblemática de su arquitectura. Así, por ejemplo, construyó las torres de catedral.
Esas a las que Pepe Guízar llamara “alcatraces al revés”. También fue el arquitecto de culminar la construcción del afamadísimo y por demás bello edificio del otrora Hospicio Cabañas hoy en día Instituto cultural Cabañas. Pues la construcción del Museo Panteón de Belén, no deja nada qué desear en comparación con las otras obras del Arquitecto Gómez Ibarra. Es una verdadera joya de la arquitectura en general y de manera muy especial en la llamada arquitectura funeraria.
El siglo XIX ve nacer este edificio en el año de 1848, pero poco tiempo serviría como cementerio ya que antes de cumplir 50 años de su existencia, el 1 de noviembre de 1896, es clausurado como tal. Originalmente, esta maravilla arquitectónica, testigo fiel de parte de nuestra historia, fue un terreno destinado a la fosa común de aquellos que fallecían en el Hospital Civil que aún sigue en funcionamiento a un costado del Museo Panteón. Con el tiempo, dejaría de ser camposanto de los humildes para albergar los restos de las familias tanto célebres como poderosas de la región.
Se ofrecen recorridos turísticos nocturnos y uno de ellos es especialmente solicitado, es el recorrido de las 12 de la noche. Muchas son las historias que se mezclan con leyendas en parte basadas en la realidad… Muchos son también los personajes célebres que fueron inhumados en ese sitio. Ahí estuvo un tiempo la capilla de los hombres ilustres de Jalisco.
Con el tiempo esos restos se trasladaron a la actual Rotonda de los Jalisciences ilustres. Pero los restos del Arquitecto Manuel Gómez Ibarra, permanecen ahí, donde él eligiera descansar a perpetuidad gracias a que en su diseño, el ataúd se encontraba a varios metros de distancia de la tumba previendo la exhumación y confundiendo a los posibles exhumadores por medio de una especie de tunel que situaba sus restos prácticamente ocultos. Llegamos en el recorrido al Mausoleo de la familia Cuervo Orendain… Al ver las placas con los nombres de Florentino Cuervo (1889), Carolina Cuervo de Orendain (1923), y varios más, no puedo evitar pensar: Tequila y panteón… Territorio del Patrón… Una buena combinación para el recuerdo…
* Pintor, autor e intérprete