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TORNO A LA SACROSANTA CORRUPCIÓN

Por sábado 30 de abril de 2016 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

Iniciamos aclarando a nuestros estimables parientes y amigos mochos, para quienes suene a herejía el título del presente trabajo, que el adjetivo sacrosanto no sólo es “muy sagrado y santo”, sino que el Larousse agrega, entre paréntesis: “Se emplea a menudo esta palabra irónicamente”. Así que sin faltar al respeto, así la empleamos ahora.

Segunda aclaración, para que no haya malos entendidos: Comúnmente, entre los mexicanos, los juaristas le dan una connotación peyorativa a la palabra mocho. Pero dicha palabreja, del latín mutilus, en Guatemala y México significa conservador y católico, sin ironía Y en Chile significa “Religioso de órdenes menores”. Así, pues, que nuestros mochos no se sientan agredidos. Si les da coraje el mote, que el coraje les sirva mejor para ilustrarse.

Sin justificarla, la corrupción parece consustancial al hombre. Es de este mundo. Por sus connotaciones y su comparación con lo malo, parece ser que se la localiza en los oscuros instintos de la materia bruta, frente a la elevación luminosa del pensamiento. Su presencia viene aparejada con la aparición del hombre sobre la tierra. Y no se manifestó mientras se era nómada desplazándose por el alimento y el agua.

Pero en cuanto ocurrieron los asentamientos humanos y los más fuertes, los más astutos y los más organizados empezaron a posesionarse de lo común, devino lo que hoy conocemos como corrupción, pues las cosas empezaron a apropiarse o a defenderse anómalamente y hasta con violencia.

Y los desposeídos empezaron a hurtar lo de los otros. Y así sucesivamente, por siglos y milenios, de tal manera que en un mundo de inmensas necesidades y de escasas satisfacciones para las mismas, se da, nos guste o no, el “corruptio”.

Aparte de que todo lo vivo, animales, plantas, seres humanos, somos portadores de la putrefacción, en sentido figurado (pero muy preciso), corrupción es seducción, cohecho: corrupción de los funcionarios, vicio o abuso. Cronológicamente, existen antecedentes históricos sobre la misma: se dice que la corrupción de Corinto causó su pérdida. ¿De qué época hablamos? Corinto fue una de las ciudades más florecientes de la antigua Grecia (Peloponeso), rival de Atenas y de Esparta.

Fundó numerosas colonias en Grecia y fue destruida por los romanos en el año 146 antes de Cristo, hace 2162 años. Antes, ¿no aparece en la Biblia que, desde el cielo, la furia divina destruyó Sodoma, junto con Gomorra, Seboim y Adama, a causa de su riqueza y depravación (llámese corrupción)?.

En la misma antigua Roma, viendo que los emperadores se corrompían al grado de creerse dioses inmortales, los tribunos (o magistrados encargados de defender los derechos y los intereses del pueblo, desde el año 493 antes de Cristo) pagaron a un individuo común y corriente para que acompañara siempre al emperador, repitiéndole día y noche al oído: “No se te olvide que eres mortal”.

En ese mismo tiempo (413-327 antes de Cristo) y por los mismos rumbos, vivió el filósofo griego Diógenes (conocido como “el cínico”) a quien su excentricidad lo llevó a vivir en un tonel (barril) y a buscar en pleno día un hombre digno (honrado) en Atenas, alumbrándose con un farol. ¿Acaso así criticaba la corrupción generalizada de su tiempo?.

Independientemente de la cloaca de la corrupción en que en estos días nadan gobiernos de países Suramericanos, apenas hoy aparece en la prensa que el presidente de Suráfrica, Jacob Zuma, arregló su residencia privada con 15 millones de euros que se embolsó de las arcas públicas, hecho que hizo aflorar que antes de llegar a la presidencia enfrentaba 700 cargos por corrupción, que le fueron perdonados por el mismo Parlamento, nuevamente omiso ante el último desfalco, por lo que el pueblo está exigiendo la destitución de aquél y la disolución del Parlamento igualmente corrupto.

A estas alturas, es edificante recordar lo expuesto por nuestro Premio Nobel, Octavio Paz, en su obra “Las trampas de la fe”, donde da cuenta que la misma monarquía española conocía tanto de la corrupción humana, que, entre 1521 y 1821, cuando designaba nuevos virreyes de la Nueva España, les retenía sus hijos y se los devolvía cuando regresaban a Madrid al terminar su virreinato, para obligarlos a actuar lo más correctamente en sus funciones.

A como están las cosas, sería interesante volver republicana aquella medida monárquica contra la corrupción de los gobernantes.

Se cuenta como anécdota que en la última visita oficial de Fidel Castro a México, cuando aguardaba en Los Pinos para ser recibido por el presidente de la República, salió de acuerdo presidencial la secretaria de la Contraloría de México y al retirarse después de ser presentada y saludarlo, un funcionario mexicano le presumió al presidente cubano que en el país se combatía la corrupción con la Contraloría y Fidel, que no se tragó el cuento, le preguntó: ¿y a la Contralora, quién la controla?

Para que se vea que la corrupción es pareja y no deja incólumes a tirios ni troyanos, es de recordarse
que hubo una vez en que en la Iglesia Católica se disfrazó de hombre a una mujer y la convirtieron en Papa. También se deben traer a la memoria los escándalos casi recientes de la corrupción en el Banco Ambrosino de El Vaticano, que arrastró al suicidio a más de un cardenal que lo administraba.

En este escabroso terreno, cómo calificar el cinismo de los Estados Unidos que por una parte imprime en el dólar “In God we trust” (En Dios confiamos) al mismo tiempo que sus trasnacionales destinan miles de millones de dichos dólares para corromper a todos los gobiernos de los países donde instalan sus empresas. Y cuando dejan de servirles, desclasifican documentos para exhibirlos y hundirlos.

Recientemente, casi simultáneamente a la reforma administrativa del gobierno federal en México, sectores de la población civil demandan, para supuestamente asegurar la anticorrupción nacional, que tanto políticos como servidores públicos de alto nivel, presenten tres declaraciones: la fiscal, la patrimonial y la de conflicto de intereses. Quién sabe si será porque es muy evidente que algo huele mal en Andorra.

En mi último empleo estatal cumplí presentando anual y correctamente mi declaración patrimonial. Obviamente, no incurrí en el sancionable enriquecimiento inexplicable. En cambio, estoy seguro que di pie para que las autoridades competentes comprobaran mi pobreza explicable, como si viviera en otro mundo.

Pregunta sin respuesta: Si vírgula es el vibrón causante del cólera y vibrón es género de bacterias, ¿alguna vez se llegará a encontrar algo parecido al vibrón de la corrupción en lo más íntimo del ADN humano?

*Economista y compositor

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