Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
—Perdone ¿tienen aquí la exposición Corpus…?
—No, aquí está una exposición sobre la inquisición
—¿Quiere hacer el favor de revisar o preguntar? Es que está anunciada una exposición con ese nombre…
—Pues no sabría decirle, es la única exposición que hay aquí…
—Pregunte por favor a su supervisor…
La respuesta fue la misma: No, no tenemos información al respecto… La molestia era casi indignante… “¡Cómo es posible que no sepan lo que se está anunciando en el lugar donde trabajan!” “¿Seguro que es aquí?” “¡Claro, aquí estudió mi papá la carrera de Medicina…!” Siempre me había contado mi padre mil historias acerca de San Ildefonso… Y en algún lugar había leído que en ese edificio de San Ildefonso había estado la Escuela de Medicina de la UNAM… Solamente que no tomé en cuenta que cuando eso sucedió fue alrededor de 1810, más de un siglo antes de que mi padre estudiara naciera… Pero no era posible, él me había dicho que estudió en el colegio de San Ildefonso… Al estarme escuchando decir que mi padre estudió en San Ildefonso, una amable dama del hoy museo del palacio de Medicina, me dijo:
—¡Ah, no…! Mire, aquí es el palacio de Medicina… El antiguo Colegio de San Ildefonso está en la calle de Justo Sierra a un lado del Templo Mayor…
—Pero ¿no estuvo en el colegio de San Ildefonso la Escuela de Medicina?
—Sí, en el siglo XVIII…
—Ah… Gracias…
Con paso apresurado más por la vergüenza que por llegar antes que cerraran, me dirigí a Ese bellísimo edificio sede de tanta Historia y tantas historias… Ahí estuvo, en primera instancia, el colegio de los Jesuitas hasta su expulsión por orden de Carlos tercero en el año de 1767 aunque siguió siendo colegio y administrado por el clero. Posteriormente, fue cuartel de las tropas de ocupación extranjeras primero de EUA y luego de Francia. Cuando llega el triunfo contra la ocupación francesa y el imperio en 1867, se funda la Escuela Nacional Preparatoria y el gobierno de México le encarga a Gabino Barreda la dirección de dicha institución. Al asumir José Vasconcelos la Secretaría de Educación, convoca a muchos artistas plásticos mexicanos para que trabajen en los muros del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Así, tenemos murales de José Clemente Orozco, Diego Rivera, Fernando Leal, Jean Charlot, David Alfaro Siqueiros, Ramón Alva de la Canal y Fermín Revueltas. La visita al edificio que fue sede de la Escuela Nacional Preparatoria, es un verdadero viaje al arte mexicano y a la historia de eventos dolorosos como el hecho de que durante el movimiento estudiantil de 1968, el ejército profanó el edificio y el arte universal, destruyendo de un bazukazo la puerta de acceso a la escuela, una pérdida invaluable en la historia y la arquitectura de la Ciudad de México gracias a la represión del gobierno al movimiento.
Si alguno de ustedes, lectores, alguna vez vio la película “Frida” estelarizada por Salma Hayek, recordará la escena donde Diego Rivera, está pintando el mural del anfiteatro y al darse cuenta que Frida lo espía, la increpa y la corre ante el enojo de la misma. Pues ese mural se conserva espléndidamente y en el anfiteatro se ofrecen de cuando en cuando conciertos y conferencias. Vale la pena visitarlo. Ahí mismo se encuentra el salón de las sillas de coro donde hasta hace poco, se realizaba la ceremonia de titulación de la UNAM. Muchos de nuestros intelectuales personalidades de gran relevancia en México, desfilaron como alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria. Entre ellos, Octavio Paz, Carlos Fuentes y Adolfo López Mateos entre otros. Por todo lo anterior, el tener el privilegio de realizar una exposición en el hoy Museo de San Ildefonso, es algo que a muy pocos artistas se les concede.
Por fin, el acceso a la exposición “Corpus, La Belleza De Lo Imperfecto” de Javier Marín de entrada, en el llamado Patio chico, nos encontramos con una escultura monumental que es algo así como un conglomerado inmenso de cuerpos muchos de ellos con imperfecciones anatómicas predicando que en esas imperfecciones puede encontrarse un valor estético definitivamente dentro de los cánones que de la belleza tenemos. Nacido en Uruapan, Michoacán, Marín se forma como escultor en la Academia de San Carlos, la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Su obra es tremendamente impactante tanto por la temática o más bien la manera de manejarla en torno a la figura humana, como por las dimensiones de la misma. En todo momento, Marín proyecta en sus esculturas un dolor profundo y puede palparse el sufrimiento de aquellos que en sus imperfecciones tal vez enfrentan estigmas que motiven el rechazo social a lo largo de su camino. Veinte años de trayectoria se muestran en esta exposición del gran artista mexicano.
En materiales varios que van de la madera manejada abrupta, rústica, agresivamente a veces, hasta el bronce pasando por las resinas y el barro. Es innegable la originalidad de Javier Marín, aunque no deja de sentirse una cierta influencia por parte de los escultores clásicos de la Grecia Antigua conservando al mismo tiempo rasgos que recuerdan a nuestras mujeres indígenas y mestizas. Sus cabezas de mujer, así lo ponen de manifiesto. A medida que uno avanza en el periplo por toda la exposición, el asombro va creciendo. Verdaderamente el impacto va haciendo que el arte de Marín cumpla lo que algunos de los filósofos del arte marcan como la principal característica que el mismo debe tener que es la capacidad de perturbar al espectador, motivar en todo aquel que observa la obra una profunda emoción de la clase que sea, pero motivarla. Así, adentrarse en la observación de la obra de este gran escultor, es erizarse entre la sensación de contagio por lo repulsivo y de pronto verse convencido de que lo que al primer contacto tuvo ese carácter que lo motiva, se convierte en otra emoción que nos lleva incluso a la consideración del erotismo monstruoso… Monstruoso, sí, pero erotismo al fin… Principio de vida en los abismos de lo imperfecto que generalmente se asocia con el comienzo de la muerte… De pronto, nos encontramos con obra de menor tamaño que tiene como “piso”, la pared… Y es ahora cuando reparamos que la labor de curaduría en esta exposición, es de prioritaria importancia y contribuye enormemente al impacto que la obra del Maestro Marín produce. El observar esas figuras que “caminan” por las paredes, me hace apercibirme del manejo genial de la iluminación, el orden, el lugar, la continuidad en el discurso escultórico y todos los elementos de los que un buen curador echa mano pero con plena conciencia que refleja su preparación y desde luego la experiencia. De este modo, indago quien fue el curador de “CORPUS, LA BELLEZA DE LO IMPERFECTO” y me encuentro con que la muestra del Antiguo Colegio de San Ildefonso, fue realizada por Ery Camara.
Nace este gran museógrafo, en Dakar, en Senegal, África, pero es en México donde estudia precisamente museografía. Su gran talento y sensibilidad así como la preparación adquirida en nuestras instituciones educativas en torno al arte y la cultura, le llevaron a ocupar puestos muy importantes tales como el de Vicedirector del Museo Nacional de Antropología, del Museo de culturas populares y en la actualidad también el encargado de la coordinación de exposiciones del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Gracias a la curaduría del Maestro Camara, el espectador puede percibir perfectamente la emoción que la obra de Javier Marín intenta proyectar… Y lo logra. Marín, es un absoluto trasgresor de lo establecido y ahí radica en gran parte la aportación que con su obra realiza al arte contemporáneo.
“Me interesa el vehículo que la escultura representa para acercarme a la gente que va a escuchar o tratar de entender o apreciar lo que yo hago. La figura humana es mi mejor aliado en eso. Creo que es una de las formas más identificables para cualquiera. Ejercer la libertad al máximo, la libertad que me da este trabajo que depende de mí, tiene que ver con tener la libertad de crear estos personajes que a lo mejor pertenecen a una raza fantástica.” Eso dice Marín… Y sí, en su obra se palpa una gran libertad… al salir, puedo ver la figura de mi padre enfundado en su aspecto juvenil de aquellos años acudiendo a su Escuela Nacional Preparatoria… Me pregunto cuántas historias se habrá llevado con él acerca de esta escuela… Y me arrepiento de no haber tenido más charlas o no haber escuchado con mayor atención las mismas para haber abrevado información de primera mano… Me lo imagino ahí, en alguna asamblea en el anfiteatro o curioseando la labor de Diego Rivera mientras descansaba de alguna de sus clases de bachillerato… Y me imagino ahí, en aquella época en ese bellísimo recinto, siendo yo quien pintara alguno de sus murales o bien en esta época dando un concierto aprovechando el bello piano de cola que permanece a la espera en el anfiteatro del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
* Pintor, intérprete, autor