Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
El invierno era completamente atípico… De hecho, algunos días podía uno salir a caminar sin utilizar abrigo alguno… Y de pronto, al día siguiente o a las pocas horas, la temperatura se venía abajo hasta comenzar a envolver el paisaje entre copos de nieve que caían con toda la imagen romántica que de las nevadas tenemos introyectadas por las novelas, por los poemas, las fotografías o pinturas de paisajes e incluso por aquellas cajitas musicales de esferas de cristal llenas de agua que al agitarlas se convierten en paisajes nevados que nos llevan de la mano a miles de historias mágicas. Después de un par de nevadas bajo ese tenor, como casi todos los años, iríamos a la monta- ña… Como casi todos los años también, consultamos mapas, lugares, climas, posibilidades varias en torno a todo lo concerniente al viaje… Y como casi todos los años, terminamos decidiendo ir al mismo lugar: Feldberg, la montaña más alta de la llamada “Selva Negra”. Muchos años antes, habíamos visitado ese lugar que resulta sumamente atractivo para todos los turistas especialmente por la posibilidad de adquirir un reloj de los llamados cucús al precio que sea con tal de llegar al momento de la plática a su regreso y hacer constar su visita a la selva negra mostrando el reloj cucú fuera de la categoría y/o precio que fuere… Aquella vez, celebrábamos el cumpleaños número quince de Maricela Ixchtell, mi hija adorada… Dentro de los lugares visitados por el famoso “tour” que te lleva a visitas relámpago a los sitios de relativo interés turístico, histórico, artístico y demás, pero sobre todo de carácter turístico comercial (a los guías de turistas les dan comisión de las ventas y por eso te llevan a determinados lugares y comercios). Dentro de la vorágine de compradores compulsivos de relojes y demás “souvenires” que abarrotaban las pequeñas tiendas del bosque tupidísimo de árboles gigantescos, hubo algo que me llamó la atención… Los dependientes, portaban sus atuendos tradicionales con gran respeto y elegancia. Yo iba ataviado de charro, así que de alguna manera nos identificamos con respeto. Al platicar con un joven acerca de los atuendos, me pareció encontrar ciertas coincidencias entre la intención de los adornos sobre todo en el atuendo femenino. Así, los ropajes de las mujeres del antiguo México, llevaban distintivos que mostraban su estirpe y su condición social así como su estado civil… Lo mismo sucede con los trajes típicos femeninos de la región de la selva negra con sus “Bollenhuf”, esos pesados sombreros con grandes bolas que suelen ser en tonalidades rojizas y especifican también el estado civil de la mujer que lo va portando. En la charla con este joven, pude enterarme de cosas interesantes acerca de la región y darme cuenta que esta cadena montañosa que va desde Karlruhe (en Alemania) en el extremo norte hasta Basel (Basilea, Suiza) en el lado sur, es mucho más que buscar un reloj cucú para impresionar a los conocidos al regreso del viaje.
El nombre de Selva Negra, dicen los enterados, puede tener dos orígenes que finalmente son lo mismo. Se supone que se le llama así por la densidad de población de Abetos que confieren al paisaje un matiz obscuro. Y se dice que fueron los romanos quienes le dieron ese nombre “Populus Nigra” debido a la obscuridad de los caminos por causa de los mismos densos bosques. Fue en el siglo XIV cuando se hicieron los primeros mapas de la “Marciana Silva”, como también fue nombrada ya que este bosque marcaba precisamente una de las fronteras del imperio romano. La industria forestal con todo lo que implica en la producción de papel y demás derivados de la madera, ha sido de vital importancia en la región, el vidrio soplado, también es parte de las industrias que florecen en la Selva Negra y ha competido con la industria de la Isla de Murano en este renglón sin embargo, el turismo quizá sea la industria que mayores beneficios ha propiciado a la afamada región.
—¿Pueden ver en el mapa por favor…? Ya se me hizo muy largo el camino… —Tenemos que ir en esta dirección… Dice que está a dos horas y media… —¡Cómo, no, no… Estamos yendo en la dirección equivocada. No está tan lejos… Por favor consulten el mapa bien…
Yo, no quise intervenir tal vez para no resultar culpable, pero desde el inicio habíamos tomado una ruta distinta a la de las veces anteriores… Habría que tomar rumbo a Freiburg y eso resultaba automáticamente siguiendo Feldbergstrasse que como era lo indicado históricamente, nos llevaría directo hasta esa población. Finalmente, llegamos por el lado contrario. Dimos toda la vuelta y nos encontramos con varios lagos dentro de los cuales supongo que pasamos por el bellísimo lago Titisse de todos mis recuerdos… Como siempre, durante cada invierno, Feldberg aguardaba con sus paisajes bellísimos como sacados de una tarjeta postal o bien un cuento de hadas.
Mientras unos esquiaban y otros practicaban el llamado snowboard o el deslizarse en trineo, yo escogí como cada invierno el calzarme las famosas raquetas de nieve para practicar el deporte invernal de la montaña conocido como senderismo. En la región de la selva negra, también se encuentran museos varios tal como el Museo de Hermann Hesse, en donde los asistentes vuelan a la vida y creatividad del gran escritor. Este museo se encuentra precisamente en la pequeña población de Calw donde nació Hesse quien es disputado por alemanes y suizos ya que aunque alemán de nacimiento se nacionalizó suizo y murió en ese país donde naciera su progenitora en la ciudad de Basel. Otro de los museos de la selva negra es el Centro de Arte y Tecnología Mediática de Karlsruhe o ahí mismo varios museos de arte así como galerías que muestran obra de los pintores de la región. Y hablando de ello… Fue precisamente en Feldberg, esa mágica montaña alemana, donde, según los estudiosos, comenzó la tradición paisajista in situ, es decir, los pintores acudían a la montaña cargando todos sus arreos de trabajo… Caballetes, lienzos, óleos, pinceles, etc. Etc. Hace muchos años, por ahí de fines del siglo XIX o principios del siglo XX, comenzó la tradición… Transportémonos a aquellos tiempos… Los materiales e instrumentos de trabajo, eran verdaderamente rudimentarios comparados con la tecnología actual, y esto aunado a que los propios artistas tenían que preparar todo personalmente y acudían a la montaña con toda la sencillez a trabajar en el arte sin mayores pretensiones que plasmar el arte por el arte… Depositar en esos lienzos la impresión que el paisaje invernal en Feldberg y demás poblaciones de la legendaria Selva Negra. Muchos son esos artistas que acudían a la montaña llevando su material para pintar en la cima. Subyugados por el invierno europeo que necesariamente te envuelve en una vorágine de emociones sutiles ante la luz, los colores, los matices y la languidez de las sombras que motivan en el creativo que contempla el paisaje la necesidad de plasmar emociones mil que se despiertan. Ahora bien, es importante hacer conciencia de que esos artistas, subían la montaña sin otra posibilidad que esquiar cuesta arriba o bien caminar entre la nieve con las dificultades que ello implica ya que en esa época no existían las famosas sillas mecánicas que en la actualidad transportan al esquiador hasta lo más alto de la montaña en unos cuantos minutos para realizar el decenso. No, el subir a la montaña les llevaba varias horas de caminata y resulta fácil imaginarse el cansancio llevando todo el peso extra para poder pintar un rincón cerca del cielo (como título de película mexicana).
Muy cerca de Feldberg, hay un museo del ski en la pequeña población de Hinterzarten. En ese museo, se exhiben fotografías antiguas y algunas pinturas de aquellos primeros paisajistas in situ de los que hablamos en esta colaboración. El museo es por demás interesante y cumple perfectamente la función testimonial por medio de las fotografías, objetos tales como skíes y raquetas de nieve así como de las pinturas de estos artistas alemanes maestros del paisajismo sobre todo el invernal y que fueron conocidos como los “Schwarzwalder” dado que el postre tradicional de la región de la Selva Negra es llamado así. La nieve, es protagonista de la mayor parte de la obra de este grupo de artistas dentro de los que se encuentran: Julius Heffner, Hermann Dischler y sobre todo Karl Hauptmann, quien verdaderamente te atrapa tanto en sus pinturas como en las fotografías que de él tiene este museo donde incluso en la cima de Feldberg, está pintando en un caballete improvisado que forman sus skíes atravesados y clavados en la nieve abundantísima.
De hecho hay dos fotografías de este artista que verdaderamente nos hacen viajar: Una, la que acabo de mencionar en la que los skies hacen las veces de caballete y puede observarse al pintor con una de sus piernas metida en la nieve hasta media pantorrilla y la otra donde se ve a Hauptmann con la pintura a la espalda ya terminada y yendo de regreso al atardecer sobre los skies. Como quiera que sea, lo importante es que ustedes, lectores que me honran leyendo este artículo, hagan conciencia de que ir a Europa y en particular a la afamadísima Selva Negra, es mucho más que disponerse a comprar un cucú que nos sirva para hacer constar que visitamos, al igual que todos los turistas, las tiendas… Ah, y por cierto, hoy en día es aceptado por los enterados, que los famosos relojes cucú que tanta fama dieron a esta llevada y traida región alemana de la Selva Negra, no fueron inventados ahí, sino en Suiza… Después de llegar a la cima, voy en decenso para alcanzar a los demás en el restaurante típico de Feldberg donde puedo observar que justo el día que fuimos, comienza el campeonato mundial de deportes invernales.