Por: Verónica Hernández Jacobo
El capitalismo tiene todo bajo control utilizando la religión, ciencia, política, derecho y el ejército sólo como instrumentos de control, capturando al niño y diagnosticándolo y de esa manera poder controlar su libertad, su destino. La salud mental está bajo control de Estados Unidos con sus modelos de diagnóstico DSM-5, la industria farmacéutica hace un gran negocio lucrando con la salud de toda la humanidad y claro para ello ejerce el poder que le otorga el Estado en el nombre de la ciencia para avasallar lo humano, someterlo y enfermarlo.
La estrategia de la industria farmacéutica consiste en abrir mercados, el niño y su humanidad es un mercado nuevo para incorporar y vender sus productos, por ello se dedica a describir nuevas enfermedades promocionarlas convenientemente generando la ilusión de que es algo nuevo, que sólo el diagnóstico basta para ubicar todos los síntomas y que existe un medicamento para su cura, sometiendo a este pequeño sujeto a tratamientos de largo plazo que reditúa mucha ganancia a sus empresas, nadie debe oponerse al tratamiento y si alguien se resiste a consumir deberá ser obligado como si fuera un criminal.
El discurso capitalista maneja una doble moral, moral burguesa esa en la cual se persigue al adolescente que consume drogas y por otro lado desde la institución escolar se empuja al niño a controlarlo mediante la ingesta de medicamentos que cumplen una función de dependencia adictiva, drogas aceptadas contra drogas prohibidas, pero los efectos son casi similares, ya que científicamente se ha comprobado que cuando se usan estos medicamentos, hay que decirlo, son drogas aceptadas oficialmente y si se utilizan en exceso y de una manera prolongada y sistemática ocasionan efectos similares a los que produce la ingestión de cocaína.
El planteamiento del discurso médico es que el niño iba drogado claro que ellos no aceptan estos adjetivos porque eso va en contra de su mercado, por ello utilizan todas las instancias legales para amordazar, amenazar y comprar a los gobiernos y sus instituciones para imponer ese modelo bio-médico.
El compuesto químico Rubifen o el metilfenidato que se administra al niño que supuestamente tiene “hiperactividad” sus efectos secundarios son resequedad de boca, vértigo, dolor de cabeza, insomnio, náuseas, nerviosismo, palpitaciones, reacciones cutáneas, agresividad, arritmias, entre otras tan graves como el suicidio. Es lo que se encontraron científicamente como secuelas de la ingesta de estos medicamentos.
El discurso médico por su lado dice que el niño suele tolerar bien esta droga y no produce efectos secundarios importantes, pero cabe decir que si hay consecuencias, se trata de instalar el poder que impone la bata blanca, la única opción que le deja el de la bata blanca es que el niño se tragué su píldora, como afirma Eric Laurent. Por ello es necesario que el Estado se impliqué más a la construcción de espacios culturales, de lectura, esparcimiento, arte, literatura, en lugar de ser domesticado lo infantil mediante esas drogas licitas.
La impronta es que sobre el niño se instituya una ética de trabajo cultural, donde este se instale como algo necesario, que sea un factor de crianza, instalandose también juntó a lo curricular, en lugar de ser encerrado el niño en chalecos químicos porque de esa manera asesinan lo infantil. Ana Ruth Najles plantea en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que para el capitalismo el niño es un consumidor, y por ello son un blanco preferido de la estrategia del mercado.
Produciendo lo que conocemos como niño generalizado, es decir se le quita su lenguaje y se transforma en objeto, son objeto de consumo sin palabra, sin responsabilidad, solamente son usuarios que consumen sin que pongas límites, el niño generalizado tal como lo planteaba Ana Ruth es para todos el mismo goce, en este sentido el niño se encuentra bajo la tiranía del discurso médico, del discurso psiquiátrico, del discurso escolar y de todos esas instituciones que los someten, los regulan, los normalizan.
Para Ana Ruth Najles el verdadero drogadicto es aquel que se ha dado un ser de goce por medio de la técnica, y en este caso nos lleva a pensar en los niños medicados con Ritalin convirtiendo este infantil sujeto en un desecho, en otro desecho más del discurso capitalista, algo que se usa se aprovecha, se exprime y se tira a la basura, eso es lo que el capitalismo produce, transforma al niño en un desecho, y para ello se usa el poder biomédico, el diagnóstico y la clasificación.
* Doctora en educación