Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
Se levantó con una sensación de más frío que nunca antes… De algún lado venía esa canción que completaba el marco… Los barriles anaranjados permanecían ahí como una invitación sin vigilancia alguna… A la velocidad que los huesos lastimados le permitían se fue acercando… Soplaba en los puños cerrados a manera de calefactor con el aire de los pulmones maltrechos por la golpiza y el tiempo…
Se detuvo en el borde del barril más a manera de apoyo que de búsqueda… Cada respiración era un dolor terrible… Recordó que algún día algún médico dijo que cuando había fractura de costillas, lo único que aliviaba el dolor era ir inyectando alcohol en cada uno de los nervios intercostales…
Así había aliviado a aquel líder petrolero tan temido en toda la región de “Las Choapas”… Las Choapas… ¿Así se llamaba…? ¿En verdad había escuchado eso o lo estaba imaginando…? Las Choapas… La confusión era tan grande que dudaba incluso de la existencia de esa ciudad… Ciudad ¡vaya pues! En todo caso era cuando más un pueblo…
En aquel entonces quizá un campo petrolero… No, era un municipio… Sí, porque debido a que era un municipio hecho y derecho, había decidido su padre ir a comprar el árbol de navidad a la tienda… Compró el árbol completamente adornado, con esferas, con series de foquitos de colores y con pelo de ángel… Recordaba perfectamente el famoso pelo de ángel porque todavía podía sentir el escozor de la fibra de vidrio en la piel de los antebrazos… ¿Qué edad tendría…? De las Choapas había salido a los cuatro o cinco años…
Se había ofrecido como voluntario a ir deteniendo el árbol en la batea de la camioneta todo el trayecto desde el pueblo hasta la colonia de los petroleros… Todavía sentía ese dolor que la fibra de vidrio le había dejado… Un dolor que permanecía desesperantemente… Como el dolor al respirar que ahora sentía al inclinarse en el barril anaranjado… La golpiza había sido brutal, pero en ese momento no había hecho conciencia el dolor tal vez por la adrenalina que se había producido… Algo debía haber…
Siempre hay comida después de las grandes festividades… Siempre… La canción seguía llegando de algún lado… Tal vez se habían seguido en la fiesta hasta después del amanecer… “Vagaaaaaando voy por la vida, nomás recorriendo el muuuuundooooo…” Debajo de unas botellas vacías, alcanzaba a ver algo parecido a un hueso de muslo de pavo o pollo o algo así… Sabía que era algo así porque el muslo era lo que más le gustaba del pavo… Del gualolote, decía una su abuela…
—¡Guajolote, niño, guajolote…! Y totolitos cuando todavía están creciendo…
—Es igual, mamachela… Es igual, de todos modos nos lo vamos a comer jajajajaja sea guajolote, totol o pavo…
—¡Claro que no es igual! los pavos son los que traen de allá de quien sabe dónde y parece que está uno comiendo papel… Desabridos como el carajo… Los guajolotes los cría uno mirando lo que comen y por dónde duermen para que no los alcancen las ratas ni nada… Así que el sabor es muy distinto… Y ya mejor anden a ver si ya viene Joseíto con el perejil en vez de estarme jodiendo aquí…
La abuela siempre parecía enojada… Tal vez porque así debía ser… Tal vez debía parecer siempre enojada para que uno le hiciera caso y no anduviera inventando maldades que se le ocurrieran… Cuando uno la llegaba a desobedecer, entonces entraba el abuelo a arreglar el asunto con aquella cuarta… Al primer cuartazo se retorcía uno del dolor en las piernas o en las costillas o donde cayera… Cuando caía el cuartazo en las costillas no podía uno ni respirar…
Ni respirar… La golpiza debía haber estado terrible porque no podía ni respirar del dolor en las costillas… Pero el hambre dolía más todavía, por eso se inclinaba sobre el barril anaranjado… Por fin llegó a lo que parecía hueso de muslo de pavo… Pero no era… Era un pedazo de algún juguete roto… La canción seguía y seguía… “si quieeeeeren que se los diga… Yo soooy un alma sin dueñooooo… A mí no me falta nada, pa’ mí la vida es un sueeeeeeñoooooo”… Y ¿si fuera un sueño todo…? Se acordaba que alguna vez algún amigo había dicho que todo se lo imaginaba uno y que nada de lo que vivíamos era verdad sino nomás estar soñando…
¿Y si fuera verdad…? Si fuera verdad no la vida sino lo que decía aquel amigo que sólo era un sueño… Mientras averiguaba seguía buscando en otro barril anaranjado, ya no tardaba el camión en llegar a vaciar los barriles así que debía apresurarse… Siempre había comida después de un festejo… Ahí debía estar… Se inclinó hasta el fondo del otro barril recargándose en las costillas fracturadas apagando el grito que le brotaba del alma por el dolor para que nadie le escuchara…
Lo habían golpeado hasta el cansancio y luego lo habían tirado… Quizá creían que estaba muerto, si no lo habrían seguido golpeando… Querían que confesara… A como diera lugar querían que confesara y él no tenía idea de lo que le estaban hablando…
Y aunque supiera, después de aquel culatazo que le tumbó los dientes de adelante y le dejó sangrando hasta casi ahogarse, no le era posible hablar… Y ellos lo seguían golpeando a pesar que sabían que ni hablar podía… Era como si fuera una manera de divertirse o de vengarse de algún rencor que traían contra el mundo… Por eso quizá pensaron que estaba muerto, porque no podía hablar… Fue cuando decidieron aventarlo… No sabía cuánto tiempo llevaba tirado junto a los barriles anaranjados…
Lo despertó la música que llegaba de algún lado… “el día que yo me mueraaaaaa no voy a llevaaaarme nadaaa hay que darle gusto al gustooooooo la vida pronto se acabaaaaaa…” Había soñado que estaba en la cena de fin de año… Su abuela había hecho un guajolote… Pavo, le decía él para enmuinarla… Los Romeritos también estaban en la mesa con muchos nopales, más nopales que tortitas de camarón porque los habían puesto carísimos en el mercado…
Pero cuando quería tomar el muslo, se le esfumaba o lo atravesaba con la mano como si fuera fantasma y volteaba a ver a la abuela como preguntando qué estaba pasando y la abuela nomás se reía, se reía cada vez más y su rostro se transformaba en un monstruo vestido de militar… Entonces se despertaba y al levantarse iba al comedor donde estaba el festejo y vuelta a lo mismo, como si fuera fantasma y la abuela riéndose de él… Ahora estaba ahí, tirado entre los barriles anaranjados buscando la manera de llegar al fondo para comer algunas sobras que seguramente habían tirado después de la fiesta…
Pero la fiesta debía seguir porque seguía escuchando la música que le llegaba de algún lado y taladraba el oído de la misma manera en que el dolor le taladraba el alma… No era nada más el dolor físico… Por eso le taladraba el alma… Le habían roto los sueños, no nada más los huesos sino los sueños…
Por fin alcanzaba un muslo de pavo, pero al quererlo sacar del barril, se esfumaba como en el sueño de la cena de fin de año con su abuela… Intentaba recordar lo que había pasado… Pero todo era más confuso cada vez… De pronto estaba en aquella asamblea y todos con aire triunfal cantaban “a pariiiir madres latiiiiiinas, a pariiiir más guerrilleroooooos, ellos sembrarán jardiiiiines donde había basureroooos…” y de inmediato la asamblea se convertía en un campo de tortura…
Al siguiente segundo ahí estaba la abuela ofreciéndole agua… Era terrible la sed que tenía… No sabía bien a bien qué era peor, si la sed o el dolor en las costillas que no le dejaba respirar… Quería tomar el pocillo que su abuela le ofrecía, pero al estirar la mano todo desaparecía… Voces… Alcanzaba a escuchar voces que algo decían acerca de él pero no entendía bien a bien lo que comentaban… Quería moverse, pero era como si el cuerpo se volviera de plomo y se pegara al piso…
No podía levantar ni un dedo y el dolor terrible se le incrustaba hasta donde pueda llegar un dolor… Intentaba pensar, pero le dolía hasta el sólo pensamiento… Quería acomodar las ideas pero todo era confuso… Cómo había llegado hasta aquellos barriles anaranjados… ¿Qué había pasado…? Estaban en la asamblea y luego… Luego la cena de fin de año y la frase “Próspero año nuevo”… ¿O no había habido nunca la cena y sólo la imaginaba por el dolor…? Qué sed tan inmensa… Abuela, acércame el pocillo…
Y la abuela llegaba y se desvanecía justo cuando iba a beber de su mano… Risas… Entre aquellas voces alcanzaba a oír risas… Risas de burla salían del rostro monstruosamente transformado de la abuela que se alejaba de la mano de los militares… Ahora ya no era de plomo, era como de asbesto, o papel de china o algún material muy ligero… Por momentos sentía que el viento lo iba a levantar de tan ligero que se había vuelto…
De todos modos no podía moverse, pero estaba volviéndose muy ligero, como el aire mismo… El dolor seguía ahí, punzando, pero se iba esfumando junto con la sed y el hambre que le llevaba a inclinarse en los barriles anaranjados para buscar entre la basura restos de las fiestas de fin de año… Seguía escuchando la música más lejana cada vez… “Lo queeee pasó en este mundooo nomás el recuerdo queeeedaaaa…
Ya muerto voy a llevarmeeeee nomás un puño de tieeeerraaaaa…” Las voces… Algo decían las voces pero no entendía nada… Todo era más confuso ahora… La abuela, el guajolote, los romeritos, las risas, los golpes, todo se mezclaba como si se pudieran vivir muchas realidades en un segundo… Y sentía como iba flotando ahora hacia algún lugar… Pero seguía sin poder moverse aunque el dolor se iba alejando junto con la música…
Tal vez el dolor se alejaba porque intentaba no respirar… Tal vez… “Se me hace que este ya se peló, ya no está respirando…” “Pues ya, vamos a tirarlo… Aquí adelante están los barriles de la delegación, vamos a tirarlo antes que lleguen los camiones…” Y comenzó a flotar… A medida que subía, la panorámica era mayor… Un letrero en la barda decía: “NOS FALTAN 43”…
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.