Nacional

LUDWIG WITTGENSTEIN: FILOSOFO DEL LENGUAJE

Por viernes 15 de enero de 2016 Sin Comentarios

Por: Iván Escoto Mora

Ludwig¿De dónde viene la problemática del lenguaje como preocupación filosófica? Quizá esta pregunta pueda responderse si se entiende, como lo señala Umberto Eco en título La estructura ausente que: “toda cultura es comunicación y que existe humanidad y sociabilidad, solamente cuando hay relaciones comunicativas”.

Tras esta afirmación, es posible leer, junto al tema de la comunicación, el tema de la interpretación, es decir, el tema de los signos en su función de sentido. Wittgestein (junto con otros filósofos como Saussure o Pierce) es sin duda uno de los pensadores que más ha aportado al análisis sobre la relación pensamiento-signo- mundo. Pero, ¿quién es Wittgenstein?, a continuación se presentan algunos datos de su biografía.

Ludwig Wittgestein nació en Viena a finales del siglo XIX, filósofo del lenguaje, probablemente su obra, aunque breve, sea una de las más influyentes en el pensamiento del XX y XXI.

Fue heredero de la modernidad dieciochesca, de la ilustración, el enciclopedismo, el industrialismo, la declaración de la independencia norteamericana, la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano pero, sobre todo, del racionalismo filosófico.

De origen judío, su familia se convirtió al catolicismo. Su bisabuelo, Moses Maier, adquirió el apellido Wittgestein cuando trabajaba como agente de compra-venta de tierras para la aristócrata familia alemana Seyn-Wittgestein. La decisión obedeció al decreto napoleónico de 1808 que exigía a los judíos que adoptaran un apellido, así que Moses tomó el de sus empleadores (Monk, 2002).

Ludwig vivió entre guerras, lo cual quizá le orilló a reflexionar sobre la gran pregunta filosófica: ¿Cómo se construye el conocimiento del mundo? Desde el modernismo racional, la respuesta a estas interrogantes giró alrededor de la relación entre tres conceptos relacionados: ideas-mente-verdad.

Para Wittgenstein, como para una serie de filósofos que desarrollan su pensamiento en los albores del siglo XX, la interrogante no podía seguir respondiéndose al amparo de la explicación ontológica de las ideas, como si existiera un mundo de ideas claras y otro de realidades atroces. La nueva pregunta era, quizá: ¿cómo se relacionan los objetos del mundo con los signos a través de los cuales se les representa?.

El giro es de corte lógico pragmático; la “idea” (ente inaprensible) es sustituida por el “signo” y los “objetos” que éste nombra. Para los filósofos analíticos, entre los que se podría incluir a Wittigenstein, el eje de los problemas de la filosofía se halla en los signos a través de los cuales se comunica, los efectos que produce el discurso comunicativo, las posibilidades de construcción de un lenguaje a través del cual es dable conocer algo, es decir, comunicar algo con sentido.

Ludwig estudió ingeniería en Berlín y luego en 1908 en Manchester. En el inicio de su vida universitaria, centró su atención en la Aeronáutica llegando a diseñar motores y hélices. De la matemática aplicada pasó a la filosofía.

En 1911 visitó a Gottlob Frege en Jena y éste le recomendó estudiar con Bertrand Russell en Cambridge. Estuvo en contacto con él en el Trinity College, donde también conoció a George Edwad Moore, ambos serían más tarde sus sinodales de doctorado (Beuchot, 2015).

Cuenta Fernando Savater sobre el filósofo austriaco (Historia de la Filosofía sin temor ni temblor, 2010):

“No fue precisamente un alumno dócil. Era una extraña mezcla de racionalismo extremo y misticismo, un espíritu sumamente original y atormentado. A veces se presentaba por la noche en la habitación de su maestro –Russel- tras anunciarle que pensaba suicidarse, con lo cual se ganaba su resignada atención pese a lo intempestivo de la hora. En una ocasión le dijo: “Por favor, sea sincero conmigo, si le parezco un imbécil me dedicaré a otra cosa, si no, intentaré ser filósofo”.

Wittgenstein provenía de una poderosa familia perteneciente a la gran burguesía industrial europea de Viena dedicada a la producción de acero. Karl Wittgenstein -padre del filósofo- heredó y amplió una gran fortuna forjada al amparo de esa industria. Karl tuvo ocho hijos nacidos de su matrimonio con Leopoldine Kalmus.

Se dice que los hermanos sólo se llevaban bien entre ellos cuando tocaban juntos, la familia Wittgenstein era una familia afecta a la música; por los salones de su palacio vienés desfilaron Mahler y Brahms. Su hermano Paul fue concertista profesional.

Al perder el brazo derecho en la Gran Guerra se esforzó tanto por superarse que pudo dar conciertos de piano con la mano izquierda; Ravel compuso una obra especialmente para él (“La decadencia de un gran apellido”, El País, 2009).

La infancia del filósofo transcurrió en un ambiente de abundancia económica y cultual. Tras retirarse del mundo de los negocios en 1898, Karl se dedicó a financiar a los más grandes artistas de su época entre los que se encontraban Schiele, Kokoschka y Klimt, éste último pintó a una de las hermanas de Wittgestein con motivo de su boda (Retrato de Margarethe Stonborough-Wittgenstein, 1905).

A pesar de las amistades, de la música, el arte y el reconocimiento, la vida familiar de los Wittgenstein no fue fácil, de los siete hermanos que tuvo Ludwig, tres de ellos se suicidaron, lo cual sin duda dejó una marca en el pensamiento del filósofo y en su necesidad de reflexionar sobre la razón y el deber.

En 1914, Ludwig participó en la guerra como voluntario del ejército austriaco, en la cual se desempeñó como artillero, también, en esa época cargada del irracionalismo, fraguó las ideas iniciales de su libro más influyente Tractatus logico-philosofico. En 1919 envió a Russel una copia del texto, el cual fue publicado en alemán y en inglés en los años 1921 y 1922 respectivamente.

Tras la edición del libro, Wittgenstein se retiró de la vida universitaria a la que se había dedicado en Cambridge y optó por convertirse en maestro de primaria en Austria, hasta que se le acusó de ejercer rudeza contra los niños. Fue absuelto y posteriormente se refugió en un monasterio de benedictinos en Viena.

En 1929 regresó a Cambridge, en ese año obtuvo el doctorado en filosofía y ejerció la docencia hasta 1937(Beuchot, 2015).

Durante la Segunda guerra sirvió de enfermero, habiendo ya obtenido la ciudanía inglesa. Tras la Guerra reasume su cátedra en Cambridge hasta 1948 cuando finalmente se retira de la docencia para enfocarse a trabajar en Investigaciones filosóficas, su segunda obra de importancia, en la cual realiza una revisión de las posturas planteadas en el Tractatus lógico-philosofico.

Wittgenstein muere en 1951, a causa de un cáncer prostático. Elizabeth Anscombe, una de sus tres albaceas literarias, señaló que las últimas palabras de Wittgenstein fueron: “Diles que mi vida fue maravillosa” (Monk, 2002).

Para acercarse al pensamiento del autor se recomiendan los siguientes títulos:

Beuchot, M. (2015). Ludwig Wittgenstein. Analogía y parecidos de familia. Ciudad de México: Herder

Monk, R. (2002), Ludwig Wittgenstein. Barcelona: Anagrama.

Mounce, H. (1999). Introducción al Tractatus de Wittgenstein. Madrid: Tecnos.

Toulmin, S. (1998). La Viena de Wittgenstein. Madrid: Taurus

También es posible encontrar un filme de 1993, dirigido por Drek Jarman, sobre la vida del filósofo.

* Lic. en derecho y filosofia

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.