Por: Mario Arturo Ramos
“Fue la noche del doce de diciembre…”, como dice el corrido. El aire fresco del otoño; el que corre en la Región del Évora, proporcionaba un clima poético al sábado Guadalupano. En la puerta del Centro Cultural Doctor José Ley Domínguez, de Mocorito, nos reuníamos los que participaríamos en la conferencia: “La poesía y cuatro poetas en Sinaloa”.
Los adornos con sus luces decembrinas iluminaban el esqueleto de la Ramada-galerón hecho de ramas junto al jardín principal, sitio emblemático de las fiestas de la Purísima- que era desarmado con cuidado y, a los rostros solidarios que son y han sido actores principales en más de un acto cultural/ artístico que suceden en el recinto cultural mocoritense. Su presencia como público selecto, proporcionaba a mis sentidos una escena visual, que me permitió adivinar una velada rica en comunicación literaria, por lo tanto les adelanté que el tema que nos convocaba, en Enrique González Martínez y Enrique González Rojo,-poetas que vivieron en estas tierras- tiene actores fundamentales, junto a Jaime Labastida y Gilberto Owen.
González Martínez -N. 1871 Guadalajara, Jalisco; M. Ciudad de México, 19/II/ 1952- y González Rojo- N. 1899, Culiacán, Sinaloa, M. Ciudad de México 1939- estoy seguro de que sus vivencias en el Pueblo Mágico, encontraron espacio en su poesía. Por lo tanto expliqué que la charla tenía como objetivo leer y recuperar sus poemas; este acto nos permitía encontrar imágenes y metáforas que escribió el doctor en su paso como funcionario público y, que son figuras lingüísticas que describen: paisajes, magia y el calor humano que identifica a la Atenas de Sinaloa.
¡Desde luego¡ es importante destacar que parte de la infancia de González Rojo- integrante de “Los Contemporáneos”,- sucedió en Mocorito y por razones obvias está llena de aventuras misteriosas y encuentros con el lenguaje que se reflejaron en su obra. Siempre es importante señalar que al grupo cultural que floreció en la primera década del siglo XX, en Mocorito,- donde participó Enrique padre-, se le considera el principal impulsor del nombre de: La Atenas de Sinaloa.
Mientras la “Paz López Velardiana” daba vueltas despacito en la Plaza de los Tres Grandes, la plática amistosa permitió que brotaran los nombres que completaban el póker: Gilberto Owen- N. Rosario, Sinaloa, 13/ IV/ 1904 o 4/ II/ 1905, M. 9/III/1952, Filadelfia. EUA. 1,- y, Jaime Labastida, Los Mochis, Sinaloa, 15/VI/ 1939. El preludio amistoso terminó cuando los organizadores llamaron a ocupar los lugares para iniciar el evento.
Al arrancar el acto – dividido en cuatro segmentos: Poesía, Cuatro poetas en Sinaloa, su obra y, preguntas y respuestas-, pensé que compartir la mesa principal con el Presidente de la Asociación Doctor José Ley Domínguez era generosa como su presentación-. Sintetizando, conté que la poesía para Johannes Pfeiffer es: “Arte que se manifiesta por la palabra” y que para lograr mejor comprensión, añadió: “Todo complejo verbal tiene dos aspectos el audible y el inteligible, el lenguaje poético se distingue del llano o en prosa, porque este último no tiene ritmo y sus acentos son gramaticales no musicales”: – La poesía al alejarse de las expresiones ordinarias, conocidas como lugares comunes, habla de las cosas de otra manera, su objetivo en gran parte de ella, es construir imágenes y metáforas, con ritmos externos o internos, con misterios y códigos donde el lector – como escribió Xavier Villaurrutia- se encuentre en una página de espejos donde se refleja su vida, su tiempo, su hábitat, su yo interno.
Entonces el resultado poético de estos cuatro poetas sinaloenses o habitantes- en algún periodo- en el estado, nos permite encontrar ejemplos de la mejor poesía mexicana. La lectura de poemas de los cuatro aedas citados, fue justo prólogo para que al final fluyera la referida sección de preguntas y respuestas. Al terminar el breve viaje por obras de Enrique González Martínez, Enrique González Rojo, Gilberto Owen, Jaime Labastida,- recorrido donde se encuentra los logros poéticos enunciados – sólo me quedó decir que eran pequeños escalones de su poesía.
Confieso que extrañé el sabor del café; la noche permitió que el grupo creciera; entonces una buena taza con café, el tema, el lugar y el público, eran combinación feliz para un doce de diciembre. Para abrir el diálogo se emitió la opinión: “de que por lo tratado se entendía que no sólo importa lo que escribió el poeta, sino lo que el lector puede decir a través de sus textos”; me uní al punto de vista y añadí que por utilizar algo que no pertenece sólo al poeta: el lenguaje, el poeta se pone a su servicio y este, el lenguaje o lenguajes pertenecen al acervo cultural de la humanidad.
Reiteré lo que decía Villaurrutia de “la página de espejos” como definición del poema: sin embargo otro camino en su hacer, es la referencia personal, el tema hermético, el misterio. No podía falta la referencia a la vieja duda de si ¿el verso es el signo distintivo de la poesía?, entonces fue momento de contar que la versificación es forma, proceso sonoro por sus rimas, medida, pero esta condición no siempre la coloca lejos de las expresiones ordinarias o lugares comunes, por lo tanto reconociendo la importancia del verso, su realización no siempre es: “Arte por medio de la palabra”.
Soy un defensor de la Libertad de Expresión y en ese sentido me ha tocado ser parte de controversias fantasiosas; las respeto pero no dejan –algunas- de causarme hilaridad cuando las recuerdo… Tenía que ser sábado y un Pueblo Mágico, para que un joven interviniera con una tesis que me pareció novelesca por su sentido imaginativo o de programa televisivo de espectáculos, esos que cuentan muchos chismes.
Manifestó su inconformidad con Gilberto Owen porque: “a su juicio era mentiroso, ya que él estaba enterado por versiones familiares que había nacido en el norte del estado y que junto con Manuel Acuña se había enamorado de la misma dama” El director de este informativo, Ingeniero Carlos Antonio Sosa Valencia, apuntó que Manuel Acuña, según la Enciclopedia de México, nació en Saltillo Coah., en 1849 y falleció en la Ciudad de México en 1873: ante el apunte, lo externado por el muchacho me pareció fragmento de un cuento de Rulfo, por lo insólito de que un hombre que nació y murió en siglo XIX pudiera enamorase de la misma mujer que amaba otro poeta que nació y murió en el siglo XX. La versión singular y juvenil borraba treinta y un años de diferencia entre el suicidio de Acuña y el nacimiento del autor de “Simbad el Varado”, buena forma de desafiar la cronología.
Me quedé con ganas de leer en voz alta- pero se terminaba el tiempo- lo que escribió otro rosarense, Juan Francisco Gómez Flores, en su libro: “Los Contemporáneos y el Nacionalismo en la Cultura de México”, publicado por la UAS en 1993, sobre Gilberto: “Owen como Jorge Cuesta también procedía de la provincia mexicana, pero en lugar de llegar de las costas del Golfo, arribó a la Ciudad de México del otro lado del país, donde se forman los litorales del Pacifico”, el propio poeta señaló en su “Nota autobiográfica”: He nacido en Rosario, Sinaloa, un pueblo de mineros junto al Pacifico. Agregue que es poco importante discutir los gustos sexuales de Oscar Wilde, o el egocentrismo de Salvador Díaz Mirón; lo que nos debe importar en el sentido literario es la obra; que hay que tener como anécdota que Miguel era manco, lo que debe importar- entre otros de sus logros- es “Don Quijote”.
La noche trajo la brisa de diciembre, el parabrisas del auto del licenciado José de Jesús Medina Torres, que se había ofrecido al terminar el evento a regresarme a Culiacán, como telaraña cristalina atrapó bastantes gotas.
Antes de iniciar el viaje de retorno, quedaba por responder la última pregunta ¿Si bajo el planteamiento del conferencista consideraba a Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina, Julio Cortazar, poetas?; otra vez el hilo negro, expliqué que la canción y la poesía caminaron un buen trecho juntas, en algún momento se separaron y la última entabló un puente de comunicación estética con los lectores, la primera con el canto. Por lo tanto resultaba obvio que se utilizaran en la canción imágenes o metáforas como expresión literaria y esto es muy plausible y recomendable, sin embargo la canción tiene como centro gravitacional a la melodía.
Rodríguez y Sabina son músicos, compositores, autores e intérpretes y, cuentan con mi admiración, a veces aplaudo o critico sus textos; en el caso de Cortazar – del cual acabamos de celebrar su centenario -, no he podido leer” Rayuela” como poesía, en cambio reconozco que el admirado novelista y cuentista- belga, argentino, francés- impuso en la narrativa un estilo único, además estoy consciente de que a Julio, la poesía y el Jazz le encantaban. De prisa fue la despedida, casi terminaba el día de la Guadalupana, y también un inolvidable “Sábado de poesía en la Atenas de Sinaloa”.
1. —“Poesía en movimiento” Octavio Paz/ Alí Chumacero/José Emilio Pacheco/ Homero Aridjis. Siglo XXI. 1979
* Autor e Investigador