Por: Juan Diego González
¿Qué sería, la navidad de 1981? Creo que sí. Pero realmente no era el 25 de diciembre, porque mi padre (Diego González León) en esa época era pescador y trabajaba en un barco camaronero. Precisamente por este oficio, mi papá no estuvo ninguna navidad con la familia, su arrivo era el 29 de diciembre –y a veces el mero 31- para pasar el fin de año. Cuando lle
gaba a casa, era otra fiesta porque mis cuatro hermanos y yo, hacíamos cola para enseñarle los regalos del Santa Clos. Mi papá, con su barba de semanas, su gorra y su chamarra olorosa a mar, nos abrazaba y jugaba un rato con nosotros. Sólo que esa navidad fue algo diferente… mi´apá también tenía su “juguete” nuevo: una cámara Polaroid m.r. que tomaba fotos instantáneas. Se oía el click, el flash y un ruidito agradable, luego salía la foto por enfrente de la cámara. Mi padre la tomaba, la sacudía unos segundos -para secarla nos explicaba- y listo, empezaban a dibujarse las imágenes recién capturadas. “A ver junto al árbol, acomódense junto al árbol… enseñen los juguetes y sonrían, ahí va”. Nos tomó fotos juntos, de uno por uno, en la cocina, en el corral, fue un alboroto y como la casita de nosotros estaba pegadita a la casa de mis abuelos y mis tíos, luego llegaron los primos. Todos querían ver funcionar ese aparato que te daba las fotos al instante, sin complicaciones ni miedo de perder el rollo o que saliera velado.
Cuando se acabó el cartucho de fotos mi´apa dijo, muy seguro de si mismo, “no se preocupen, orita le ponemos otro”. Tomó la cámara y una bolsita en la que nadie había prestado atención, y se fue al cuarto. Cerró con llave, como si guardara un secreto. Nosotros, nos pusimos a comer dulces y chocolates americanos, muy codiciados en esos años porque no se vendían en México. Mi padre los traía de La Paz B.C.S., una zona franca decían los grandes y años después entendí que significaba territorio libre de impuestos de importación y por eso entraban productos gringos sin mayor problema. Mi´apá salió con una gran sonrisa y de nuevo a tomar fotos. Mis primos trajeron sus juguetes, en la cocina se escuchaba el crepitar de los tamales refritos en el sartén y el olor inconfundible de los frijoles puercos.
Mientras me acomodaba en la bicicleta, una motocross roja, para la foto, mi padre me dijo despacio: “estos aparatos son muy delicados, luego te enseño como cambiar el cartucho… pero a ti solo”. La navidad pasada le pregunté a mi papá por la polaroid. Con la mirada en el horizonte me contestó que estaba guardada “aún sirve pero ya no fabrican cartuchos para las fotos”. Miré el horizonte y sonreí junto con él.
* Periodista y escritor Sonorense