Por: Nicolás Avilés González
Desde niño se le miraba la confusión, estuvo alejado de los demás, no participaba en juegos, era taciturno, se la pasaba sobre los libros. Terminando la preparatoria abandonó Costa Rica y se dirigió a la escuela de Ingeniería Eléctrica y Mecánica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional en la gran ciudad de los palacios, México, D.F., su paso por las aulas fue sin tropiezos obteniendo el grado de Ingeniero Electricista con notas relativamente altas.
Delgado, moreno y con un trastorno de refraxiòn que se imponía el uso de lentes correctores que lo hacían ver un poco mayor a su edad biológica, además le daban cierto toque de formalidad. No participaba en deportes, no asistía a las pachangas, nunca se salía de la rayita. Su vida estaba enfocada en su realización profesional.
Con el paso del tiempo se trasladó a la frontera norte, específicamente a Tijuana para ejercer sus labores en una maquiladora; éstas estaban instalándose en nuestro país y necesitaban obreros y personal calificado; el chino tenía exactamente lo que se necesitaba.
Al paso de los años recibí la información de que abandonaba la vida mundana y se entregaba al servicio del Señor Jesucristo, que ingresaba a un seminario de la Baja California dondese enclaustró de manera voluntaria por una larga temporada hasta que se ordenó sacerdote católico. Posteriormente ejerció su ministerio de manera ferviente. Escasas noticias de mi paisano por mucho tiempo, pero al parecer su vida pastoral la llevaba al máximo, pocas cosas se escuchaban de él por acá.
Corrieron los años y el último mes del 2014 asistí a una reunión a la “Esquina que arde”, así se le llama a un círculo de amigos que se reúnen precisamente en la intersección de dos concurridas calles en el pueblo de mis amores; lo hacen por las tardes; el motivo componer al mundo y comentar el acontecer diario en la comunidad.
Al llegar noté la presencia de un integrante que hasta ese momento desconocía, eraun anciano que portaba barba blanca que le llegaba hasta el pecho, el bigote que le ocultaba el labio superior, ojos mediamente rasgados, que se traslucían tras unos espejuelos trasparentes. Su mirada era profunda como todo él, su imagen parecía la de un gurú, la de un místico del medio oriente o de la India. Enseguida advertí un kipa cubría la región de la nuca y la parte posterior del parietal que lo hacía verse venerable.
Me sorprendió la barba a esos niveles y más que la portara en estos climas cálidos y húmedos,tenía que venir de algún lugar donde se prestara para el uso de esos pelos tan abigarrados; tendría que ser alguien interesante. Efectivamente su plática versaba sobre temas bíblicos y de amplios conocimientos en general, luego me enteré que vivía en San Diego, California.
Después de estar conversando me percaté que era rabino de una congregación judía. Hasta entonces comprendí lo de su camisa blanca, sus pantalones de vestir negros y lo hirsuto de la barba, la kipa que le cubría la nuca y los amplios conocimientos sobre temas religiosos, ahora el chino era sefardita y pregonaba con la Tora a favor de Yaheveh. Se había alejado de Roma, había dejado atrás a Jesucristo, al Politécnico y, hoy se congratulaba con la Tierra Santa de Israel. Tenemos un chino- judío que permanentemente ora por el Costa Rica de las ilusiones. Amen
¡Hágase Señor tu voluntad!
* Doctor y autor