Por: Verónica Hernández Jacobo
Una de las funciones de la familia es que los hijos se orienten por el mundo, instalando límites, bordeando lo real incestuoso, asumiendo la castración, también propiciando valores en los hijos, pero donde el valor último sea el respeto a los padres y al semejante es decir el cuidado de sí y el respeto de lo semejante, también de la diferencia. Otra de las funciones de la familia es la de instalar la autoridad ya que este es un fundamento específico, diría axiológico, que permite entonces el despliegue de normas, acuerdos y tareas al interior del seno familiar, ya que sin autoridad el orden familiar cae en desorden y en su lugar sólo queda el discurso hueco que hace semblante. La familia se instala en un Koinon, este es un concepto que usa Hanna Arendt, para introducir la dimensión de intercambio, el Koinon es lo que se comparte o lo que se intercambia, usando el único recurso que nos humaniza a saber el lenguaje, aquí entraría la función paterna ya que ésta no se enseña, se transmite, la transmisión paterna es entonces un koinon deseable y necesario en el orden familiar.
La función del padre y en específico su auto ridad no es un llamado a la sagrada familia, que ponderaría el discurso eclesiástico, sino el artificio necesario para tensar una función sobre el cual descansa el orden social, no es un abba padre, ni mucho menos plantear un reino divino en este mundo, sino tensar esa función y debatir aún si es posible su pertinencia.
Pienso que el padre aún tiene su importancia, frente a los discursos que lo denostan, y hay que decirlo, frente a su caída se instalan nuevos referentes de autoridad que los hacen pasar como confiables sólo por mencionar uno: el discurso del cientificismo que no es la ciencia, que instala un principio de autoridad dogmática y con ello dominando de manera arbitraria todo quehacer de lo humano, en el nombre del pretendido bien.
Ahora bien, para qué le sirve a un hijo un padre, Lacan es muy tajante en este sentido, le sirve al hijo el padre para servirse de él, y por qué no, el padre le sirve al hijo como síntoma. En términos Lacanianos, el padre como función es importante porque instala eso que en el discurso universitario se concibe como psique o aparato psíquico, el Nombre-del-Padre, viene a instalar la función simbólica en el infans, y esto permite vía el Edipo que el sujeto encuentre su lugar en la dimensión sexuada, la función paterna también inscribe en el niño la castración o el valor referencial: de eso no te está permitido. Entonces para el psicoanálisis la familia ideal no existe, sino que eso que nombramos como familia es un embrollo significante fuera de todo ideal, sin embargo lo que le da cierta estructura de orden es la función paterna como significante, esta función paterna posibilita que el hijo se transforme de viviente a deseante, de ese modo se instala el hijo en una dimensión simbólica, aquí aparece el orden cívico y los valores, de esa naturaleza es la función paterna.
Qué es lo que amenaza a la familia, cuando desde el discurso capitalista se anula la autoridad paterna, para convertir al hijo en un consumidor obsceno y feroz, y que no se ponga límites. Para ello el discurso capitalista usa al cientificismo que no es la ciencia, -insisto-, y ese capitalismo deshumanizante, plantea la democracia de los goces, bajo el estatuto de “la sociedad del derecho al goce” o como Sade lo planteara, bajo su imperativo ¡goza!, esto nos lleva a la siguiente afirmación: tener un hijo no puede ser decretado por derecho, ni por obligación, sino que un hijo aparece bajo tutela de la función del padre y el amor de la madre, es decir se moviliza más que del lado de la reproducción biológica, el hijo es concebido por el deseo, es decir el deseo constituye la familia y el biologicismo quiere hacer desaparecer la familia acuñando un concepto parentalidad, esto con el fin de negar procesos subjetivos del orden familiar.
* Doctora en educación