“Todos somos creadores posibles y necesarios; ¡pero
cuán poco creadores verdaderos!”.
NOVALIS
Por: José Carlos Ibarra
De un tiempo acá, me he vuelto algo perezoso para leer novelas, y es que el ruido de la publicidad, el obsesivo afán protagónico, esto es, el vulgar exhibicionismo de que hablaba Jorge Luis Borges, el siempre comedido club del elogio mutuo, y no pocas complacencias, hacen que se recele, en cuanto a la calidad de ese género literario.
Pero hay de novelas a novelas, ante todo cuando escritores de talla internacional, como T. S. Eliot, Premio Nobel de Literatura, 1948, Dylan Thomas, Laurence Durrell y Graham Greene, no escatiman conceptos para ponderar, el arte creador de una autora en particular, obliga fijar la atención, y no desaprovechar la oportunidad de leerla, pues el prestigio de los creadores mencionados, jamás se hubiera prestado a ser utilizados, como arietes propagandísticos, para promover la novela, sino que su honestidad intelectual, y profundos conocedores del oficio, es lo que se pone de manifiesto.
En el soberbio prólogo de T. S. Eliot, se lee “Yo no quiero decir que el estilo de Miss Barnes sea prosa poética. Pero lo que sí quiero decir es que, en realidad, la mayoría de las novelas contemporáneas no están escritas. Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproducción de los sonidos que hacen los seres humanos en sus simples necesidades reales de comunicación; y la parte de la novela que no está compuesta por estos sonidos consiste en una prosa que no tiene más vida que el trabajo de un redactor periodístico o de un funcionario competente.
Una prosa viva exige al lector algo que el lector de novelas corriente no está dispuesto a dar. Decir que El bosque de la noche gustará especialmente a los lectores de poesía no significa que no sea novela, sino que es una novela tan buena que sólo una sensibilidad aguzada por la poesía podrá apreciarla plenamente”.
Por eso, cuando se tiene la fortuna de encontrar, leer y releer una novela como El bosque de la noche, se disfruta el inmenso placer, de que aún hay autores o autoras, que dignifican y enaltecen el oficio de escritor, tan envilecido en la actualidad por la chapucería reinante, y la postura mercantilista de los editores, salvo excepciones.
El pensador José Ortega y Gasset, confesó en uno de sus ensayos, que carecía de la disposición y disciplina para leer novelas, otro tanto dijo Jorge Lgis Borges en una de las entrevistas, y admitió, que nunca leyó ni le leyeron completa Cien años de soledad, del Premio Nobel Gabriel García Márquez, don Miguel de Unamuno llegó a arrepentirse, de haberse valido de personajes para decir, lo que él debiera haber dicho.
Para concluir, transcribo otros valiosos conceptos sobre El bosque de la noche:
“Uno de los tres grandes libros en prosa que jamás haya escrito una mujer”. DYLAN THOMAS.
“Uno se siente feliz de ser contemporáneo de Djuna Barnes” LAWRENCE DURRELL.
“Una escritora dotada de una asombrosa capacidad de expresión. Una riqueza espontánea de imágenes y de alusiones, una oscura fecundidad de disertación, alarmante e irresistible como la mar embravecida”. GRAHAM GREENE.
Lo dicho, comendador, hay de novelas a novelas y la citada, representa un verdadero hallazgo, un manjar para el espíritu, ante la hojarasca literaria tan en boga, ya que hoy en día, son cada vez más raros los buenos libros.
* Periodista y escritor sinaloense