Por: Sofía Mireles Gavito
El libro “Ráfagas Rojas. Los Carrerantes de San Bartolomé” es el esfuerzo de investigación y trabajo del cronista de Venustiano Carranza, Ing. Jorge E. Coello Avendaño que hizo durante varios años; al fin, ha logrado salir a la luz del público, gracias al apoyo de CONECULTA . El título de la obra sugiere lo que se siente al observar las carreras de estas 22 parejas al correr por las calles de Carranza, o sea, el color rojo de la vestimenta que se ve como ráfagas por la velocidad de la carrera.
En el año del 2008, el Ing. Jorge Coello obtuvo la beca del PECDA 2008 en categoría especial; y este trabajo consistió en recopilar eventos que suceden en torno a la festividad del carrerante. Los ritos inician 72 horas antes de las carreras y terminan 24 horas después, son cinco días de fiesta. Antes de comentar sobre la tradición de Los Carrerantes, hablaré de la importancia que tuvo este poblado en los siglos XVIII y XIX . Según el Dr. Juan Pedro Viqueira, la ciudad de Venustiano Carranza, antes llamada San Bartolomé de los Llanos, “llegó a ser durante algo más de un siglo – entre 1720 y 1829 – la cabecera de la unidad administrativa territorial de mayor peso demográfico. Entre 1720 y 1818, fue el pueblo de indios con el mayor número de tributarios – y también de habitantes – y luego, a partir de la Independencia hasta 1829, el municipio más poblado de Chiapas. Sólo en 1838, perdió esta primacía ante Comitán, pero sólo por menos de 100 habitantes”. (Viqueira, 2009: 9).
San Bartolomé, al fundarla los dominicos como pueblo de indios, fue trazado en un lugar por arriba de los 800 metros de altitud, y dotado de buenas fuentes de agua; fue gracias a ello, que este poblado resistió con bastante éxito a las epidemias que acabaron con los grandes asentamientos del valle del Río Grande a lo largo de siglo XVI (Copanaguastla y sus anexos). En el año de 1575, San Bartolomé de los Llanos pertenecía a la Vicaría de Copanaguastla, y tenía 307 habitantes. La población de San Bartolomé conoció un fuerte crecimiento desde fines del siglo XVI hasta 1720. Luego se mantuvo estable hasta la Independencia, con todo una regresión a principios del segundo tercio del siglo XVIII , debido a una grave plaga de langosta, a la que le siguieron una hambruna y una epidemia que asolaron la región entre 1768 y 1771. En el siglo XVIII , San Bartolomé logró expandir sus tierras de cultivo adquiriendo las de los pueblos que habían desaparecido. Y la buena calidad de estas tierras, permitió que San Bartolomé se convirtiera en el granero de Chiapas y en el principal abastecedor de la capital, Ciudad Real. La decadencia de San Bartolomé se produjo, paradójicamente, cuando recibió del Congreso del Estado la categoría de ciudad en 1852. Otro punto de esta decadencia fue las varias epidemias de cólera (a veces acompañadas de viruela) que pegó en la población en 1850, 1858, 1882 y 1893 (ésta última exclusivamente de viruela). Este importante poblado de San Bartolomé de los Llanos tiene hermosas tradiciones y costumbres como sus artesanías de tejido, y las fiestas populares, en donde participan los Carrerantes; tradición que viene de la época colonial y demuestra el sincretismo de la cultura indígena con la española. Los carrerantes son un grupo de jóvenes y adultos que corren en parejas en circuitos de ida y vuelta, gritando mensajes incomprensibles pero que causan algarabía entre los asistentes y participantes. El grupo de carrerantes es de 22 parejas. Al llegar a cada meta consumen los licores que las mujeres les presentan en el bosh, toman saludando cada vez, al templo y al cerro.
El traje que porta es de un marcado estilo morisco o de español gitano, se integra con un calzón blanco hasta la rodilla, ajustado al cuerpo. La camisa tiene cuello y mangas lisas, cosida a mano. El chaquetíncon influencia española (como la de los toreros) corta, hasta la cintura, cubre a la camisa. Usan zapatos cafés con medias rojas y cascabeles. Complementan el atuendo con un turbante que se forma con un pañuelo, tejido con hilo rojo, lo enrollan en la cabeza cubriendo con ello la frente con el centro, formando un hermoso turbante morisco.
Los carrerantes corren la víspera de la fiesta de San Sebastián (20 de enero), San Pedro Mártir (29 de abril), San Juan (21 de junio) y San Bartolomé (24 de agosto); al correr gritan: “San Juan, San Pedro y San Pablo Apóstol” remedando el grito de guerra de los españoles: “Santiago y a ellos”. En la fiesta de San Sebastián se reúnen en la Iglesia del Sr. Del Pozo; para la de San Pedro, se reúnen en la Iglesia de San Pedro; y para la de San Bartolomé, en la misma Iglesia de San Bartolomé. El recorrido se inicia por las siete iglesias que hay en Venustiano Carranza, primero es la visita de la iglesia del Señor del Pozo a la de San Pedro, de ahí a la Iglesia de la Virgen de Guadalupe, luego el Calvario, después San Sebastián, posteriormente San Bartolomé y la Iglesia de la Virgen del Carmen, para terminar donde se empezó en el atrio de la Iglesia del Señor del Pozo. Las fiestas de Carranza con estos carrerantes son un ejemplo de la conservación de tradiciones coloniales que se han conservado, y que los indígenas tzotziles de este lugar cuidan para que no se pierda.
* Cronista de Tonalá, Chiapas