Por: Carlos Lavin Figueroa
El siete de febrero anterior publiqué en varios diarios el artículo Pacto de impunidad, en él, hago un análisis donde concluyo que los 43 NO fueron incinerados en el basurero de Cocula; que el motivo de esos asesinatos fue por tráfico de drogas y que el procurador Murillo Karam invento una historia oficial. Hoy, ocho meses después, expertos internacionales en fuego y peritos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos confirman mis dichos; comprobándose que el procurador Karam inventó con medias verdades una verdad histórica que no jurídica; en la que se ocultó lo medular y hoy digo que desde el principio el gobierno sabe cómo, dónde y quienes fueron los ejecutores de esos crímenes.
En un intento oficialista de sustentar esa historia y refutar a esa Comisión Internacional; sólo una semana después, resulta que sale otro estudiante identificado entre los restos carbonizados, pero esto, no, asegura -como quieren sostener- que fueran incinerados en ese basurero ya que sería la gota que derrame el vaso. Al respecto de la historia oficial también he escrito y publicado una serie de trabajos sobre los personajes más destacados de México, en el anterior -Lo malo de los buenos y lo bueno de los malos- destaco lo que la historia oficialista oculta de unos y de otros fabricando héroes y villanos. Siendo así; no es que yo pretenda cambiar el pasado sino adicionar lo que no se dice para que la gente sepa lo que debe saber; que esos personajes eran humanos con virtudes y defectos; ni héroes intachables ni villanos irredentos. Hace tres años aquí mismo publiqué “Porfirio Díaz repatriación con honores” que he robustecido con otros dos. Hace unas semanas se develó en Orizaba una estatua en su honor, y en el Grito dado por el embajador mexicano en Londres, incluyó entre los héroes a Porfirio Díaz, quien aparte de sacar del hoyo al país fue el héroe del 5 de mayo, fue él quien comandaba las tropas en el campo de batalla y no Zaragoza desde su escritorio. Fue quien impuso Orden y Progreso, su lema, ya que después de la Independencia mientras los independentistas se peleaban por el poder, más de la mitad de nuestro territorio había sido entregado de una u otra forma a los norteamericanos, en los primeros cincuenta años de libertad no hubo gobierno, para colmo, Juárez les entregaba a perpetuidad diversos pasos libres atravesando nuestra nación, haciendo del país un condominio. Se sabe que existe la historia oficial pero se critica cuando alguien dice lo que oculta, y se opina que entonces se debe de quemar todo lo antes dicho como si se intentara cambiar los hechos del pasado. En su artículo publicado el 5 de este mes de septiembre el maestro Armando Fuentes Aguirre –Catón- habló de Porfirio Díaz, aseverando que “al erigirle un monumento surgen las iras de quienes todavía se aferran a la historia oficialista, paraestatal, pro yanqui y burocrática, esa historia maniquea llena de falsedades, ocultamientos y deformaciones, de mitos mentirosos, de héroes impolutos sin mancha de culpa, y de villanos perversos sin posible redención” (ASÍ). Y exaltó lo bueno de Díaz; que sus errores son achacados al tiempo en que vivió.
Digo, que no se puede juzgar desde la perspectiva actual, los tiempos que hoy vivimos no son los mismos que los tiempos de don Porfirio, Dice Catón que “A Juárez le debemos ese magnífico bien que es la separación de la Iglesia y el Estado –y agrega que así lo requería la época y él solo siguió las corrientes de la historia –dice- que los aciertos de Juárez fueron propios de su tiempo y que sus errores fueron de su persona, que en cambio los aciertos de don Porfirio si son suyos. Los fundamentalistas buscan escritos que les sirvan de fuentes como los que se tienen a mano en la escuelas primarias y reproducen biografías, hechos, mitos y atacan a quienes no los acatan porque les da miedo salirse de lo que se sabe tradicionalmente, no se arriesgan a ser criticados porque no hay capacidad de investigación, para ellos sólo su razón -la que les ha metido la historia oficial- es perfecta y los demás viven en el error. Y como he dicho, hago mía la frase de José Saramago que dice que: “Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar”. Y para ello, se requiere estar ya, más allá del bien y más allá del mal, sin compromisos que aten.
La crítica, en términos generales, va desde la más bestial y ofensiva a la más elegante y suave pero también la hay estúpida. La ofensa y la burla son el medio que emplea el ignorante para debatir y sentirse superior. Hay que leer, pero leer, no es unir letras superficialmente, hay que llegar al fondo del tema para poder comprender lo que se dice, sin fanatismos ofensivos que invalidan la crítica con alegatos que nada tienen que ver con lo que he dicho y publicado. Saber leer es saber viajar al momento narrado, sin quedarse en tiempo actual, es volar al lugar de los hechos descritos, es saber interpretar el contenido y la intención. Para poder investigar se debe comprender no sólo lo escrito con tinta en el papel sino el contexto general en el amplio sentido del tema, es decir, saber leer lo que no está escrito en un escrito, lo que no se dice con palabras pero se expresa en las ideas; eso es saber leer. Historia es desde luego, exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es exactamente lo que sucedió; se ha demostrado que la historia es debatible, que está en riesgo constante de ser aclarada, pero la verdad, si no es entera, se convierte en aliada de lo falso. Decía Winston Churchill; un fanático, es alguien que no quiere cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.
* Cronista Oficial de Cuernavaca