Por: Carlos Lavin Figueroa
En México ha habido tres guerras, la de la Independencia, de la Reforma y la Revolución, y de ellas surgieron los héroes que la patria necesitaba para robustecerse como nación, son aquellos personajes que fueron engrandecidos por sus aliados vencedores ocultando los graves errores que cometieron.
Hidalgo pretendía que el derrocado rey de España Fernando VII regresara al trono para seguir gobernando México pero desde aquí, ya que dos años antes, ante la invasión francesa a España, el primer
ministro Godoy había intentado traer a toda la familia real a México para que desde aquí gobernara todas
sus posesiones en tanto se recuperaba la península; Portugal había sido también invadido por los franceses pero la familia real portuguesa si pudo huir al Brasil donde gobernó un imperio que duro cien años. Hidalgo pudo acabar la guerra y salir triunfante a sólo unos meses del Grito, ya que frente a la Ciudad de México -que en ese momento estaba sin defensa- no la tomó por temor, guerra que había iniciado sólo por intereses personales contra gobierno virreinal por un asunto de adeudos que él tenía con la corona española que había llegado al embargo de sus bienes; y la guerra se prolongó por 11 años con más de medio millón de muertos.
El México ya independiente perdió más de la mitad de su territorio y fueron los mismos héroes que le dieron libertad quienes lo entregaron en partes cuando se peleaban entre ellos por el poder. Maximiliano es quien revive a esos héroes sólo para dar nacionalismo al país, mandó a hacer sus retratos y por primera vez sus esculturas. En la Reforma surgen; en lo intelectual, Juan Álvarez más que Benito Juárez, éste sólo culminó las ideas de aquél; y en lo militar el héroe es Porfirio Díaz que comandó a los ejércitos en el campo de batalla y no Ignacio Zaragoza desde su escritorio, pero se le tiene como el héroe del 5 de mayo, sólo porque era el secretario de guerra.
Ni Hidalgo ni Juárez fueron tan buenos, ni Porfirio Díaz ni Maximiliano fueron tan malos; solo los obcecados y los apasionados siguen anclados en lo que les dijeron en la escuela, en lo que omitieron decir los ganadores. Y de la Revolución surgen otros que paradójicamente fueron sus enemigos, los mismos que asesinaron a Zapata y Villa, los que se mataron entre ellos también para ostentar el poder presidencial.
Es así como se inventa la historia oficial, la que nos enseñaron de niños, con ella crecimos engañados por generaciones. Hacer héroes intachables era necesario para que sirvieran de semillero a una nueva nación y a un país reformado.
Hoy han pasado esos tiempos, estamos en una época que debe ser de reconciliación y de sacar la verdad a flote. Que nada de lo que sucedió quede perdido, pero muchos que tienen la obligación de decirlo, siguen escribiendo la historia tal cual se trazó en el pasado, de una o de otra forma continúan en esa inercia, se dice sólo lo ya dicho, ratificando el engaño. Para que la historia juzgue debe contarse toda.
El ser humano es envidioso pero copión, pero no se reconoce, critica lo que es novedoso, pero al mismo tiempo los hace temas de controversia en afán de demostrar que sabe, abanicándose con aires de intelectuales conocedores, pero nadie, nadie, sabe todo de todo. Decir lo que ha estado oculto crea una revolución intelectual, porque salen al paso los ciegos opositores que bloquean sólo porque no lo dijeron ellos sino porque lo dicen otros. Y es que la verdad histórica siempre ha sido manipulada, y con ello se ha mantenido engañado al ciudadano, o que se ha dejado engañar por su desatinado patriotismo o regionalismo, por lo que ha leído, la misma historia que contaron los ganadores.
La desigualdad económica y social, la vergonzosa clasificación en castas despreciadas y explotadas, la falta de gobiernos sensibles y capaces han sido las causas de las guerras, se ha olvidado que la libertad conlleva el derecho de saber y no sólo de comer. Ya basta de transcribir sólo lo ya contado, hay que investigar.
Decía García Lorca; “Yo ataco violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”. Y esto es precisamente en lo que los gobiernos han convertido a la mayor parte de los ciudadanos, en esclavos a los que les impide pensar, están sometidos a conveniencia y por su propia voluntad; el trabajador no sabe más allá de lo que hace mecánicamente y el camino de su casa a su trabajo y de regreso, lo han convertido en un mutante al que se le oculta la verdad que da libertad, libertad de saber para entender su motivo.
Hay que historiar, pero escribir también lo bueno de los malos y lo malo de los buenos, para que la gente sepa, aclarando que lo que es bueno para unos, para los otros es lo contrario y viceversa. Como me dijo en una larga conversación epistolar John Womack historiador e investigador de Harvard y Oxford especializado en Latinoamérica especialmente en México y específicamente en el periodo de la Revolución; “Todo lo escrito por mano humana es perfectible, los archivos locales, por simples que sean, de repente echan una luz maravillosa sobre aquellas relaciones hasta entonces perdidas en la oscuridad”.
La historia se puede reescribir sacando a la luz aquello que ha permanecido oculto. Continuará con Hernán Cortés, Hidalgo, Juárez, Miramón y Maximiliano.
* Cronista de Cuernavaca