Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
-La cita era a las 7 de la noche…
—El teatro es pequeño, Alberto. Pero vale la pena porque la puesta en escena está bastante bien… Y Becket es estupendo…
—Desde luego… El teatro de lo absurdo y su poesía nihilista ejercen una fascinación muy grande en toda la gente…
—Pues no se diga más, maestro… Ahí te espero, lo más seguro es que te encuentres a alguno de los terrores, les va a dar gusto saludarte…
El diálogo se daba con Evaristo Valverde, sin lugar a dudas uno de los actores de teatro más talentosos de México… La amistad con él, se dio ya hace algunos años cuando pusimos en escena la primera de mis obras teatrales y su entrega y oficio quedaron de manifiesto además de su gran capacidad de brindarse en la amistad. La invitación, por demás atractiva era para ver “Esperando a Godot”. Una de las más reconocidas obras de teatro de este estupendo dramaturgo, literato, poeta, ensayista y filósofo nacido en Dublin, Irlanda pero considerado francés por su desarrollo y arraigo y a decir de los historiadores, Samuel Becket. Su familia emigra de Francia a Irlanda debido a la ley en contra de los “hugonotes”, los protestantes franceses de doctrina calvinista. La función sería en “El Círculo Teatral”, ahí en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Un barrio que se ha distinguido por albergar lo que algunos nombran movimiento cultural intenso, otros le llaman zona de diversión que está de moda… Y algunos le llaman simplemente una colonia de mamones que adoptan una pose para parecer intelectuales… Ah, también ha dado en llamársele la “fondesa”, debido a que la cantidad de restaurantes que hay en cada cuadra, la convierten en un rumbo de comida… Fondas… Elegantes unas, de mucha pose otras, sencillas otras más, simples antros los de más allá pero fondas al fin y al cabo.
El elenco, prometía mucho… David Ostrosky, Josafat Luna, Evaristo Valverde, Sergio Acosta y Andrea Acosta. Actores talentosos todos ellos eran garantía per se de una puesta en escena sensacional. La dirección de mi estimado amigo José Luis Cruz, aumentaba mi interés por participar como espectador de ésta la magnífica obra de Becket. Llegando me encuentro a muchos amigos en la puerta esperando que dieran aviso de que la función siguiente permitía el acceso al pequeño pero muy cómodo teatro.
—Isi, qué gusto verte, cómo estás…
—Maestro, encantado de saludarlo… ¿Ya la vio?
—No, apenas voy a entrar… ¿Y tú?
—Ya, Maestro, ya la vi y me parece estupenda, salvo algunas cosas que yo corregiría pero bueno, ya ve que las primeras fechas son como ensayos para que se perfeccione… Y ya me voy, Maestro, para dejarle lugar a otros porque el teatro es pequeño aunque ganas de volver a entrar no me faltan…
—Maestro, gusto en verte… Me dijo Evaristo que ibas a venir, bienvenido…
—Sí, mi estimado Maestro, no me lo podía perder, es estupenda y me dijo Evaristo que la puesta está genial…
—Creo que sí logramos algo interesante, Maestro y bueno, qué puedo decir yo como director jajajaja, ni modo que te diga que está mal…
Después de solicitarle a mi estimado amigo José Luis Cruz me enviara algo de información para publicar un artículo, saludo a otros compañeros y amigos… “Isi, a ver si ya ponemos otra vez la de El Emigrante…” “Claro, Maestro, cuando diga, ya sabe que somos materia dispuesta…” “Hola, Alberto…” “Hola, Diego…” “¿Te costó trabajo llegar…? “No, de hecho ya conocía aquí” “Paolita, qué gusto verte” “Hola, igualmente…” “Ale ¿ qué pediste…?” “Un the… el café luego me tiene despierta hasta la madrugada… Ya casi es la hora de entrada y va a estar llenísimo…” Por fin, entramos, la sala permite dado su tamaño, la cercanía que te lleva necesariamente a romper la cuarta pared por momentos aunque sin que desaparezca la magia y sobre todo esa sensación pesimista de Becket en todo momento… Esa sensación que te arrastra hasta sentirte o convertirte en uno de sus absurdos personajes de la absurda obra del teatro de lo absurdo de la absurda espera por Godot… La aparición de Gogo, encarnado por David Ostrosky, es estupenda, verdaderamente hace sentir un cansancio extremo y un dolor en los pies que se edematizan al mismo tiempo que los del personaje…
La caracterización es por demás estupenda… Cuando le acompaña Vladi, a quien representa Josafat Luna su compañero vagabundo, la risa es motivada dentro de lo trágico y doloroso de la situación de los personajes de Becket… La obra transcurre motivando la reflexión en todo momento… Un camarada allá del otro lado del escenario, en un cuadernillo toma apuntes en su cuaderno de dibujo de las diferentes escenas. Definitivamente se produce un impacto cuando aparecen Pozzo con toda su crueldad atormentando a su esclavo Lucky, personajes que actúan estupendamente Sergio Acosta y Evaristo Valverde respectivamente… Por último, aparece sin desmerecer, Andrea Acosta representando al niño mensajero de Godot que anuncia noche a noche que por hoy, Godot no vendrá… El amigo de los dibujos allá del otro lado del escenario, continúa con sus escorzos cada vez con mayor ahínco… Devorando páginas, lleva sus dibujos a la velocidad que su técnica le permite y más…
Esperando a Godot, nos hace entender fácilmente la razón de que Becket haya recibido el premio Nobel de Literatura… Los dos personajes que llegan a la contemplación del suicidio que también se frustra, se la pasan inventando estrategias lúdico trágicas para hacer esta vida un poco menos aburrida… Esperan a Godot, que para algunos será una esperanza oculta o manifiesta de poder subsistir… Para otros algo así como la significación del tiempo que el hombre crea para distraer la angustia que el abismo de la soledad le provoca… Y en alguna ocasión, platicando con mi hermano Gato, el poeta, concluíamos que Godot, para el mexicano, bien podría ser también la esperanza de ganarse la lotería para hacer más llevadera esta vida de mierda engendrada por la mente retorcida de los políticos… ¿Convertiría esta conclusión en una verdad axiomática lo dicho por el poeta del barrio, Chava Flores cuando dice: “A qué le tiras cuando sueñas mexicano…”? Cualquier cosa podría ser Godot, cualquier cosa, porque entrar al mundo de Becket es verdaderamente entrar en la más radical de las condiciones absurdas del teatro del absurdo… La vida misma es un absurdo, según Becket… Y la ansiedad que reflejan los personajes de Esperando a Godot, es inevitablemente experimentada por todos los asistentes al Círculo Teatral de la Condesa… Los dos amigos inseparables llegan cada noche al borde del abismo existencial en la dramática poesía que el teatro de Becket encierra. La decadencia y la maldad encarnada en los segundos personajes que para el siguiente acto cambian de papel, impacta terriblemente en la emoción del espectador…
Uno de los momentos que mayormente impactan en mí, es cuando Gogo, se queda mirando al infinito y pregunta a su inseparable Vladi: ¿Tú crees que piense en mí…? Dentro de la tragedia que viven día a día en la desgracia de su condición miserable, tal vez en un momento de lucidez se asoma al recuerdo de lo que posiblemente sea la única forma de defenderse de su absurda locura: El amor… Finalmente el amor es un vector que se puede mover omnidireccionalmente… Es una fuerza que puede trabajar, impulsar en un sentido o en otro y así, en esos pequeños momentos, quizá logre mantenerlos con vida para poder seguir esperando a Godot…
Desde luego, no ha faltado quien de a Godot la interpretación de una deidad, máxime cuando dicen que en el nombre lo lleva por la palabra God que significa justamente Dios. Pero bien sabido es que el propio Becket siempre lo negó… En un determinado momento, Becket es congruente con su prédica dentro de la filosofía existencialista poniendo de manifiesto en la interacción de sus personajes la falta de significado de la vida moderna…
Lo absurdo del pensamiento contemporáneo que se convierte en tedio melancólico en el que se busca el final de la vida y ni siquiera se tiene la capacidad para conseguirlo… Como quiera que sea y dígase lo que se diga por parte de los críticos de teatro, Esperando a Godot es una obra maravillosa que rompe con todo lo establecido… Y la puesta en escena en la que la iluminación estupenda corre a cargo de Carlos Mendoza y el vestuario genial por Ainé Martello, no deja nada qué desear… Ojalá tenga usted, lector, la oportunidad de verla en su próxima visita al Distrito Federal, una ciudad maravillosa con una oferta cultural enorme.
* Cantante, compositor, escritor y pedagogo