Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
—¿A qué se deberá esa intensidad emocional en la música ranchera…?
—Bueno, tendríamos que comenzar por definir lo que es la música ranchera…
—Pues la música mexicana…
—También hay autores que han escrito blues, rock and roll, etc… Y no deja de ser música mexicana…
—Entonces, según tú ¿qué es o cuál es la música ranchera?
—No es nomás “según yo”, lo que te comento se basa en lo que muchos investigadores me han enseñado ya sea personalmente o por medio de su legado escrito…
—De acuerdo, pero vamos a la definición de la música ranchera…
—En una ocasión, platicando con el Maestro Heraclio Zepeda… Alguien preguntó a Zepeda cuál era la diferencia entre borrego y carnero a lo que el maestro respondió con ese buen humor que le caracterizaba:
—Pues que el carnero da carne… Y el borrego da borra— como comprenderás, la carcajada no se hizo esperar… Así, cuando me preguntas cuál es la música ranchera, pues la que habla del rancho… Y como es lógico suponer, no toda la música mexicana ni tradicional mexicana habla del rancho o fue hecha por rancheros.
El Maestro Vicente T. Mendoza, uno de los más importantes musicólogos de nuestro país, en su libro “LA CANCIÓN MEXICANA”, nos dice que México debe ser considerado un país esencialmente musical. La manera en que el Maestro Mendoza nos lleva de la mano por la génesis de la música de nuestro México, es verdaderamente mágica y corrobora que tal vez no haya en el mundo entero un país con la diversidad, la riqueza y el abanico de emociones que la música tradicional mexicana encierra.
Surge la canción mexicana, como un verdadero sincretismo entre los cantos prehispánicos y los cantos tradicionales europeos, básicamente cantos españoles. Así, podemos palpar en la canción mexicana, mestiza propiamente dicha, esa riqueza rítmica y literaria producto del mestizaje. Bien sabido es que México en su concepción anterior al mencionado mestizaje, era una nación muy grande (El Imperio del Anáhuac) y multicultural… Y al observar las conductas de las distintas regiones del país hoy en día, podemos fácilmente constatarlo. Por esta razón, la canción mexicana surge a la par en todas las regiones de nuestro país, ya con características que la distinguen de acuerdo a la región de origen.
Nos dice el maestro Mendoza: “En México el creador de canciones es casi siempre un músico del pueblo, profesional del género que practica, es decir, de la música tradicional heredada de los conocimientos técnicos de la cultura hispánica del siglo XVI derivado de las enseñanzas de los frailes evangelizadores y de los ministriles españoles llegados al país, que al mismo tiempo desenvuelve su propio temperamento de mestizo.” Todo ello sucede en cada una de las regiones del país imprimiendo a la canción las características conductuales y emocionales de sus habitantes.
Desde luego, las diferencias se hacen evidentes en cuestiones tales como las que encontramos en el Bajío, en donde el compositor es básicamente músico y aplica a la música simultáneamente el texto conforme a modelos tradicionales; en la península yucateca son verdaderos poetas los que proveen de textos a los músicos o bien son éstos los que seleccionan entre la producción literaria de aquellos los poemas que han de transformarse en obra musical. De este modo, los sones de occidente, por ejemplo, son principalmente ritmo y línea melódico armónica en donde se acomodan versos que generalmente llevan implícita una picardía amorosa y erótica que plasma la manera de ser del habitante de esas regiones.
No así la música del sureste que es romanticismo puro en donde la magia poética requiere de una musicalización acorde a la técnica literaria… Una verdadera lírica mexicana. La canción mexicana marca no solamente una manera importantísima de comunicación emocional, sino una pauta a seguir en comportamientos sociales… La canción mexicana es expresión inevitable de los sentires y pensares, pero también es promesa que debe ser cuidadosamente cumplida a riesgo de jugarse incluso en ocasiones, la vida misma por no saber respetar lo prometido.
El trovador del campo, nos dicen los estudiosos de la materia, entre los cuales Vicente T. Mendoza es de vital importancia para entender su génesis, es quien le imprime mexicanidad a la música lo mismo describiendo el paisaje que hablando de amores y emociones diversas que guarda su alma… Con proba validez, se puede hablar de una canción típica, clásica mexicana que es romántica y sentimental, nos dice Mendoza… Y nos señala muy acertadamente que, “este acervo de cantos, pródigo en aspectos y vivo aún en el campo, viene a ser más mexicano, más nuestro, más enraizado en el alma mestiza de nuestro pueblo y debe ser llamado con propiedad: Canción ranchera”.
Pero… ¿Por qué la canción mexicana es tan dolorosa y en algunos casos contradictoria y fluctuante…? Por principio, tenemos que considerar obligadamente que la música en general, es una condición universal…
La música, nos dice Gastón Thayer, un Psicólogo investigador en el terreno de la musicoterapia, “la música es una forma de comportamiento humano, y por lo tanto ejerce una influencia única y poderosa; por lo que es necesario estudiar el comportamiento musical del hombre; la música es la esencia de lo humano, no sólo porque el hombre la crea, sino también porque él crea su relación con ella”.
Lo dicho por este gran investigador de la música y el comportamiento, me parece de vital importancia para entender las características emocionales de la canción mexicana…. El hombre la crea y crea también su relación con ella… Es realimentaria en la conducta… Y aquí, inevitablemente nos remitimos al mexicano en su condición de mestizo… Esa casta doliente y dolorosa que en todas sus manifestaciones conductuales y por ende creativas, deja ver sus atavismos, sus heridas sociales que, prácticamente a nivel genético después de tantas generaciones, lleva tatuadas y las hace aparecer en la canción… Octavio Paz, como tal vez ningún autor, nos muestra en el celebérrimo libro “El Laberinto de La Soledad”, una panorámica emocional del mexicano como el mestizo herido por su origen incierto, abandonante y abandonado…
Ese mestizo, ese mexicano que si bien es cierto es un crisol donde confluyen todas las razas y las culturas del orbe, también es un recipiente de muchas circunstancias dolorosas que le mantendrán por muchas generaciones en un estado emocional melancólico por antonomasia debido a esas heridas que su historicidad les imprime y no por voluntad sino por destino…
El mexicano como mestizo, que es como debe ser considerado necesariamente, surge como y sigue siendo un “hijo de la chingada”, nos dice Paz muy atinadamente… Así, en conductas muy mexicanas como el comportamiento celotípico, se mantiene ese resentimiento de descendencia de la madre rajada, abierta, poseída a la fuerza por el invasor y después abandonada para que la figura paterna en ese origen del mestizaje se presente ausente, nublada y el mestizo surja así como alguien carente de origen paterno o con la duda por el mismo en el mejor de los casos… Pero ahí no termina…
El mestizo, por muchas razones de carácter psicosocial, es tal vez, como lo señalan muchos investigadores en la materia, la casta más despreciada en el México que emerge en la época colonial. Por eso, se convierte en terreno fértil para las luchas de independencia, para las revoluciones que le permitan encontrar su identidad, especialmente su identidad por la parte paterna… Y por eso también, el mexicano, en su concepción mestiza que sería la concepción válida, dimensiona exacerbadamente la figura materna al grado de endiosarla y convertirle en un icono sagrado del origen a la que nadie ose tocar a riesgo de verse destruido… Por eso resulta entendible ese comportamiento del mexicano en su música, por eso el dolor y el temor al abandono o la conducta abandonante que se muestra en nuestras canciones…
“Se fue y me abandonó la muy ingrata/ y se burlaba de mi amor cual hoja al viento/ se fue y me abandonó sin sentimiento/ y yo lloraba la desgracia de los dos…” “Marchita el alma, triste el pensamiento/ mustia la faz, herido el corazón/ atravesando la existencia mísera/ sin la esperanza de alcanzar su amor…”
Ambos ejemplos son de autor desconocido aunque se han intentado adjudicar a la autoría de algunos autores como es el caso de Marchita el Alma que algunos intentan acreditar como compuesta por
Manuel M. Ponce quien solamente hizo el arreglo para piano y voz con el fin de rescatarla de la tradición oral pero esta canción es muchos años anterior a Ponce.
En fin, por eso en todos los rincones del país, la canción mexicana en su clasificación como canto tradicional del que forma parte la canción ranchera, surge indivisiblemente unida a esa melancolía, esa tristeza que en algunos casos intenta mostrar una doble emoción entre lo festivo y lo nostálgico… Por eso se canta de dolor…Y de qué otra manera podría ser si el mexicano ha vivido siempre en la zozobra de la incertidumbre, en el abandono a su miseria que por más que ha luchado a brazo partido sigue presente de manera injusta recordándole que tal vez, por destino no tenga derecho más que a seguir siendo un “hijo de la chingada”.
* Cantante, compositor, escritor y pedagogo