Por: Ernesto Ríos Rocha
Tomé los andenes luminosos, atravesé muchas salas locales de salida y llegué a la sala inter celestial donde me darían el pase al vuelo dimensional. Al llegar, despegué nuevamente y aterricé en una pista de la entrada principal. Ahí no había guardián. Era una forma tecnológica de entrar, un sensor que todo lo veía y todo lo sabía, el cual me interceptó, y al abrirse mi pantalla, sacó la visa autorizada por Miguel y me dijo ¡pasa! Y yo dije- al fin- Y vi mi reloj, eran las 12 a.m. Entonces entré y recorrí un túnel que tenía señalización con flechas iluminadas y luces por todos lados, todo era holográfico sin necesidad digital, era automático. El túnel me llevó a un laberinto que probaba mi inteligencia, pero a la vez, supe que cada túnel era una vena que llevaba el oxígeno vital al centro del corazón, pues ese túnel era una vena principal del corazón por lo que se escuchaba un bombeo a lo lejos.
Por fin se terminó el túnel, y así me encontré con un súper auditorio donde se escuchaba un sonoro tic tac, relajante el cómo de los metales budistas. Había miles de millones de gradas y butacas frente a un estrado principal, también había toda una organización universal en reunión, los cuales al percibirme, desaparecieron de inmediato, y me vi completamente solo. Atrás del estrado, estaba un enorme libro y una súper mega pantalla holográfica. Estuve 10 minutos observando tanta ciencia desconocida. El libro tenía nombres escritos. Busqué a mi familia terrestre, pero solo encontré algunos.
De pronto una luz brillante interrumpe todo en mi ojo principal y perdí todo contacto como si la red de la web universal se hubiera caído completamente. Todo desapareció ante mí. Mis pantallas quedaron apagadas, sin información y yo dejé de ser yo y de existir.
En ese momento, nada había afuera ni adentro de nadie ni de mí. Cuando en ningún lugar nadie podía existir porque no había espacio ni cosas. Nadie llegó ni podía venir, porque al no haber espacio no había lugar para nada, ni para mí porque yo aún no era yo. Dios no podía tener cabeza ni brazos ni cuerpo alguno y su mente no existía. Nadie puede decir esto porque nadie pudo haber visto nada, aquella vez, pues no existía ni el tiempo. He aquí, un principio que nunca empezó y un final que nunca terminó. Antes, yo no bajé del trono porque no había trono ni yo estaba. Ni me pude haber quitado la mente de la nada, ni haberme puesto la mente de Dios, porque no había ni mente, ni Dios. La mente no estaba en blanco ni vacía, porque no había mente. La nada no podía ser nada ni menos algo. No ocupaba un lugar en el vocabulario ni el vocabulario era parte de un sistema; tampoco el sistema le abrió la puerta ni pasó a formar parte de nuestro mundo, porque obviamente no había ningún mundo. Ni antes ni después ocurrió nada en ningún lugar, ni yo soy nadie ni tampoco escribo ni hablo, obviamente. Entonces, antes del después, no dejé la pluma y no dejé de escribir nada.
Sin poder escuchar al Padre, él me dijo, no puedes ver nada porque estás de espaldas a mí. Entonces me tomé de los hombros y me giré al frente del universo; ahí descubrí que la nada, ya estaba detrás de mí y ya podía ver al frente la existencia. Yo ya era yo, y ellos ya eran ellos. Esa voz poderosa me dijo – ¡sigue, camina, atraviesa la pantalla!
Entré en la pantalla mega enorme y esta me transportó a un universo con millones de imágenes de actos misericordiosos y en el puro centro una gran luz, la más grande, brillante e impresionante, el sagrado corazón de mi padre. Su voz venía de arriba.
-¡Relájate!-
Me senté en el mar vítreo. Al perder lo encandilado pude ver alrededor de mí, 24 seres de blanco con forma de ángeles tipo humanos, pero diferentes, los cuales se postraron a mí alrededor. Más cerca de mí, alrededor en la segunda esfera, 4 personajes con forma de animal, más grandes que los ángeles y arcángeles. Quedé en el centro, en la esfera principal del mar vítreo. Un rayo de luz de arriba, descendió exactamente por mi memoria, pasando por el centro de mis pantallas hasta llegar a la retina de la pupila de mi mayor archivo. Comunicándose me dijo:
‘’Has abierto los ojos, has entendido. Mostraste buena actitud, sobrepasaste la conciencia. Abriste puertas celestiales y llegaste al corazón’’.
Me incliné y dije – Mi señor Dios – ¿Por qué me haces este regalo tan grande y hermoso de tu presencia?
EL contestó – ¡no soy Dios, ni tengo ningún nombre, solo soy el que soy;
¿Si no eres Dios, quién eres? exclamé..
Soy el alfa y la omega, el principio y el fin; omnisciente, omnipotente y omnipresente. No hay nada antes ni después. Soy absoluto.
Dios es aquel de tu tierra, al que esculpen, pintan y adoran. Dios es al que discuten, inventan y ruegan. Dios es aquel que comercializan y venden sin pagarle regalías.
Yo no soy ese. Dios es, al que tus hermanos les construyen templos en la tierra, el que los salva y los cura. Yo no me acerco a ese planeta porque nadie me desea conocer, solo tú y otros 3 pudieron acercarse a mí. Dios es aquel ante el que se postran y le piden, le ruegan, lloran, y él acude y les resuelve.
Yo no soy Dios. Dios es el que tiene un representante en tu tierra y se sienta en un trono de riquezas y lujos’’.
Llámame padre universal.
Ellos rechazarán mi luz, porque pone al descubierto sus delitos.
Porque Siempre les ha gustado escuchar cosas hermosas y a eso llaman amor, pero cuando escuchan la verdad, eso les aterra… Las verdades están enterradas, pero cuando alguna sale a la luz provoca revoluciones…
Me estás viendo. Estoy en todos lados.
No digas que quieres ver a Dios, me estás viendo. No me pidas que venga, estoy a tu alrededor.
No me digas que me necesitas, estoy contigo. No me busques, ya me tienes pero no lo sabes.
Yo no vengo ni me voy, estoy en ti y tú en mí, No me sientes porque aún no lo has entendido.
Soy todo lo existente, soy omnipresente.
* Pintor, narrador , escritor y pedagogo.