Por: Verónica Hernández Jacobo
En Fragmentos de análisis de un caso de histeria, específicamente en el caso Dora, Sigmund Freud, menciona que cada uno de nosotros, en su propia vida sexual… transgrede un poquito los estrechos límites de lo que se juzga normal. Bajo este supuesto podemos generalizar que todo niño parido por mujer pasará por esos avatares, la función perversa rompe con el ideal religioso que reza en el sentido en que hombre y mujer fueron hechos el uno para el otro, este tropiezo del cual también los biólogos nos quieren hacer caer, con sus famosos residuos hormonales, chocan con la roca freudiana de que la pulsión no tiene un objeto que venga a colmarla o que la complete.
Para Freud, no puede el sujeto andar por el mundo de normopata, sino que la relación con su propio sexo es anormal, en pocas palabras lo normal del sexo es siempre la transgresión, es decir lo anormal, oponiéndose a los que intentan normalizar en el nombre de la ciencia. Freud en ese sentido aparece más revolucionario que todo el cientificismo, pues para él, la perversión no se explica ni conductual ni fenomenicamente, esto quiere decir que algunos actos que se presentan como perversos son de cierto modo normales, ya que instalan un lazo entre el sujeto y el Otro, entre el sujeto y sus modos de gozar, lo más revolucionario de esto es que es el goce en su despliegue hacia su búsqueda quien contribuye con ciertas dosis de transgresión perversa.
La pulsión es un invento cultural, en ese sentido si decimos que la perversión aparece en el núcleo familiar es sin lugar a dudas por que las relaciones entre los integrantes de una familia están hasta cierto punto fetichizadas, en algunas familias se describe al hijo como su muñeco, a la hija como su muñeca, y estos lazos fetichizantes pueden desplegar ciertas convicciones perversas en el infante también en la madre que lo coloca en un sitial de goce. Bien, para ir profundizando aún más estos rasgos perversos, todos somos copartícipes ellos, de hecho, Lacan llego a decir que no existe práctica más perversa que el amor, con ello quitándole su carácter psicopatologico.
Recordemos que por múltiples razones amamos a nuestros hijos, eso los coloca ya de entrada en una demanda de amor, cuando al niño se hace partícipe de toda esa expresión amorosa, este tenderá a desbordarse, o bien se irán fijando en él ciertos significantes que repetirá en función de un acto placentero, ya que ser el amor absoluto de la madre y del padre deja una huella, una impresión sensorial que repetirá en actos, uno de ellos será el pequeño despertar de primavera, hago uso de este sintagma para adecuarlo al despertar sexual, que nace antes de que lo hormonal este operando a flor de piel o en su posterior pubertad.
Freud fue muy audaz ya que supo tempranamente el traspié que darían los neurobiólogos, por ello disocio la sexualidad de las hormonas, ya que un niño sin haber madurado tenía erecciones y encontramos niños en kinder intentando hacer cositas con niñas sin que biológicamente estén preparados para ello, ahí Freud instala la función perversa polimorfa, de tal modo que antes de ser maduro el niño responde a un goce específico a modos distintos de obtenerlo rompiendo con la normopatia y colocando al sujeto siempre en su desborde.
“La perversión primaria del sujeto-lo que se popularizo mediante la expresión el niño perverso polimorfo…consiste en decir que el niño es radical y primariamente perverso… En el seminario 4 tenemos la continuación de esta tesis. La perversión primaria del sujeto no es más que la de ser el falo de la madre y lo que hay que saber es si el sujeto se deshizo de esa perversión primaria. Como saben, la tesis de Lacan es que, en verdad, no.” Jacques Alain Miller (2011).
*Doctora en educación