Por: Faustino López Osuna
Cada vez más, insistentemente, se me pide que escriba y publique mis memorias. Pocos saben que finjo desinterés y que tengo rato escribiéndolas. Pero me sucede como a alguno de los personajes de Augusto Monterroso en su obra cumbre “La oveja negra y demás fábulas”. Y, para despistar, termino haciéndole al despistado. Hay cosas que al principio pienso que no tienen la mayor importancia como para contarse, pero algo sucede al paso de los años que vuelven a ser relevantes, sobre todo si fueron del ámbito público y si terminaron afectándome personalmente. Por ejemplo, cuando se me dio la responsabilidad de la dirección general del Festival Cultural de Sinaloa, en el primer año del gobierno del ingeniero Renato Vega Alvarado. Lo único que yo observé entonces fue que por las prisas del sexenio anterior, al legislarse de última hora para dotar al Difocur de personalidad jurídica y patrimonio propio y responsabilizarlo de la organización del Festival (con la intención de que no desapareciera), no se modificó su organigrama, dejándolo como dirección general bajo la también dirección general de Difocur. Yo no tuve que ver más que en recibir el nombramiento. Y tan no fue relevante, que no apareció ninguna nueva estrella en el firmamento ni surgió un doceavo río en Sinaloa. Pero un sordo rencor generado 20 años atrás en aquel ámbito afloró en 2012, tras ganar en noviembre de 2011 el concurso del Himno a Sinaloa, haciéndome daño. Yo, que no pensaba escribir ni una palabra de aquello, ya redacté cosa de cinco cuartillas, recordando, aquí en síntesis, que la nueva administración de Vega Alvarado consideró que el Festival había sido muy costoso. Y se armó la confrontación de los que salieron, con Difocur, con reclamos hasta amenazantes. (Resulta revelador leer todo sobre dicho sainete en la prensa de aquellos días, en donde yo no aparezco por ningún lado, pero como fui el nuevo director general del Festival, me tocó una buena porción del rencor que yo desconocía y que se me cobró injusta y cobardemente en el presente).
Así que de pronto, por las circunstancias que hoy atravieso, se volvió importante lo que yo no consideraba de mayor importancia. Recuerdo (y escribo) que el Festival Cultural de Sinaloa tenía una oficina con informática y todo, en la colonia Nápoles, de la ciudad de México, que Difocur cerró, y que el presupuesto aprobado ese primer año (antes de que se le quitaran los tres ceros al peso) fue de 5 mil millones de pesos para Difocur y de 8 mil millones de pesos para el Festival Cultural, 3 mil millones de pesos más que lo aprobado para la investigación y el fomento de la cultura regional de Sinaloa. ¿Yo qué tuve qué ver en aquella confrontación? Nada. Hay otros temas más relevantes que ese, pero hoy tengo que abordarlos porque también en ellos escarmenté personalmente la sentencia del dicho que dice: “Un bien con un mal se paga”. Quién diría que en 2012, sin deberla ni temerla, sufriría yo de un perverso e infame amotinamiento en mi contra, con consecuencias que sigo padeciendo. Por esa y otras experiencias no resisto la necesidad de traer a colación la letra de la canción “Vuela alto”, que en 1995 grabara Julio Iglesias en su disco “La carretera”, de las autoras y compositoras B. Álvarez-M. Beigbeder- S.Beigbeder:
VUELA ALTO
Llegar a la meta cuesta
y cuesta tanto llegar
que cuando ya estás en ella
mantenerte cuesta más.
Procura no descuidarte
ni volver la vista atrás
o todo lo conseguido
te lo vuelven a quitar.
Aquí no regalan nada,
todo tiene un alto precio:
peldaño que vas subiendo
peldaño que hay que pagar.
Aquí hay que bailarlo todo
sin perder jamás el paso,
te suelen soltar la mano
si ven que hacia abajo vas.
Vuela amigo, vuela alto,
no seas gaviota en el mar:
la gente tira a matar
cuando volamos muy bajo.
* Economista y compositor