Por: Teodoso Navidad Salazar
Este 28 de mayo, Rosario Valdez Campos, cumplirá 70 años de haber llegado al mundo en la comunidad de Orba, sindicatura de Bamoa, municipio de Guasave. Su salud, sin duda no es la mejor, sin embargo su corazón sigue latiendo y aferrándose a la vida.
Surgida de la pobreza, paso a paso, escaló peldaños y conquistó la fama. Se abrió camino gracias al esfuerzo y a su tenaz lucha por sobresalir en el difícil mundo artístico. Para fortuna de quienes le tratamos, su voz no se perdió, ni se confundió con otras; creó su estilo, se dio una identidad propia; conjugó esfuerzo y sentimiento como aquellos que desean triunfar y nada tienen.
Surgió del pueblo y con ese impulso, se colocó entre los grandes, sin olvidar su origen; afianzada en sus valores, no perdió piso y se entregó al público que la apoyó desde sus primeros años, cuando obtuvo primer lugar en concurso de aficionados convocado por una tienda departamental, en la ciudad de Guasave. Ya convertida en Chayito Valdez, supo regresar con creces el apoyo popular que la encumbró, a través de sus películas, pero sobre todo los éxitos musicales que la marcaron para siempre; fue toda una época.
Chayito Valdez, ha sido artista versátil. Lo mismo ha cantado con un conjunto norteño, mariachi, la banda de Sinaloa, una orquesta o un trío; sus canciones, se escuchan y la gente se identifica con ellas; las ha hecho suyas.
En sus primeros escarceos musicales hubo quienes la oyeron cantar sin dar crédito, sin reconocer su obra. Hubo muchos que no creyeron en ella. Todo ello, lejos de desanimarla, le fue útil, para demostrar a propios y extraños, de qué estaba hecha. Caminó a la luz de los reflectores, con la frente en alto; con dignidad y elegancia, pero con la sencillez de aquellos primeros años; como cuando cantaba en las fiestas familiares y de los amigos.
La conocí en 1982, cuando yo hacía mis “pininos”, como locutor en la estación XEGS, en Guasave, propiedad del desaparecido empresario Roque Chávez Castro. Por aquel tiempo, la cantante ofreció una fiesta en honor de una de sus hijas que cumplía años, en un salón de reuniones; acompañado por Medardo Lugo Favela, locutor (de la XEGS), eldoradense de origen, pero guasavense por decisión propia, disfrutamos de aquella reunión, cuando a Chayito le sonreía la fama; estaba en la cumbre de la popularidad. La observé radiante, con un vestido que le sentaba maravilloso.
Atendía de manera personal a los invitados; qué nada faltara; excelente anfitriona. ¡Jamás podré olvidarla! Todos reclamaban su presencia; deseaban tenerla sentada a su mesa. Querían saludarla, estar cerca de aquella mujer triunfadora, ¡de combate!, ¡de garra!, tenían necesidad de sentir las vibras de una guasavense bien nacida, de la mujer que jamás olvidó de donde venía; aquella que conservó con orgullo su origen humilde, no obstante codearse con los grandes de la canción; la que interpretó a los mejores compositores de México, la misma que supo arrebatarle a la vida, con valentía y con trabajo los éxitos que la llevaron al triunfo.
Quedé maravillado de verla ir entre las mesas y ofrecer a todos su mejor sonrisa; se esmeraba en poner centros de mesa y recuerdos, botellas de tequila, whisky, y otras bebidas espirituosas. Yo la conocía sólo por las portadas de sus discos; era más hermosa en persona, en todos los aspectos.
Cuando mi amigo Medardo Lugo, me presentó con ella, no podía creer, estaba frente a la mujer que había desafiado cánones y conductas de la época. Frente aquella a la que no le importó el qué dirán; la misma que vio con desdén a la sociedad moralina de entonces, que la juzgó acremente al no someterse a la vida que le daba el hombre con quien se había unido en matrimonio. Sin duda a aquella velada fue una verdadera delicia.
Chayito Valdez, cuyo nombre de pila ha quedado dicho ya, nació el 28 de mayo de 1945. Tuvo 11 hermanos. Sus padres fueron don Aurelio Valdez Sánchez y María Zacarías Campos Miranda.
Pasado el tiempo, una tarde del mes de julio de 1992, cuando el calor se hace sentir en Culiacán, el maestro Gonzalo Montero Bañuelos (nativo de León Fonseca, estación Verduras, Guasave), me dijo…qué te parece hermano si vamos a oír cantar a la paisana? Sin dudarlo un momento, le dije- adelante. Por ese tiempo Chayito Valdez cumplía compromiso artístico en el desaparecido bar Azteca, ubicado por el boulevard Francisco I. Madero, en Culiacán, circunstancia que me permitió volver a verle.
Hay que recordar que en septiembre de 1985, justo cuando sucedió el fatídico terremoto en la capital del país, Chayito Valdez, después de cumplir un compromiso artístico en el norte del país, sufrió un accidente automovilístico, cuando transitaba por la carretera a Cadereita, que la postró en silla de ruedas, sin embargo, continuó cumpliendo sus compromisos artísticos.
En uno de los intermedios en el citado bar Azteca, donde cantaba, y donde nos encontrábamos escuchándole y bebiendo cerveza bien fría, me acerqué a ella para solicItarle una entrevista para la radio donde yo trabajaba, que era la XEVQ, “La Grande de Sinaloa”, emisora de Grupo ACIR. Accedió, y al día siguiente hicimos la transmisión desde el hotel San Marcos.
Aquella entrevista, fue todo un éxito. Recibió innumerables llamadas del auditorio, que deseaba manifestarle su respeto y reconocimiento y pronta recuperación. Halagada, con su público, agradeció a la empresa radiofónica el espacio brindado, por espacio de una hora, entre canciones y charla.
Sin duda Chayito Valdez, ha brillado con luz propia, ha cantado con elegancia lo mismo un bolero y con alegría un corrido de caballos o una ranchera.
En aquella lejana entrevista, manifestó sus ganas de vivir, de seguir vigente en el gusto popular. La música era su vida- me dijo. -Tengo que seguir cantando, porque si no lo hago, me muero. -Y efectivamente, el canto era su vida. Volvimos a verla actuar, y no pude más que reconocer su temple y su valor. Desde su silla de ruedas en la que estaba, la observé cantando con el corazón; tenía un alma de acero.
En la actuación, en cada unos de las estrofas de sus canciones, estaba su vida. Sus ganas inmensas de vivir, a través de sus canciones manifestaba sus alegrías y sus pesares; sus anhelos pero también sus esperanzas. Me conmovió su tenaz lucha; su ansiedad por no morir en la vida artística.
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*La Promesa, Eldorado, Sinaloa, mayo de 2015