Por: Faustino López Osuna
El pasado 22 de febrero falleció en la ciudad de México una gran mujer: Raquel Tibol. Pese a haber dejado una obra escrita de más de 30 libros y haber dedicado 62 de sus 92 años de vida al estudio y difusión del muralismo mexicano, para los no familiarizados con el arte y la cultura, es, en definitiva, una ilustre desconocida.
Raquel Rabinovich, su nombre de pila, nació el 14 de diciembre de 1923, en Basavilbaso, Entre Ríos, Argentina. Radicaba en México desde 1953 (atraída por Diego Rivera) y se nacionalizó mexicana en 1961. Fue una crítica e historiadora del arte mexicano, prolífera promotora y cronista cultural, periodista y conductora de programas de la televisión cultural mexicana en el Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional.
Había conocido a Diego Rivera en Chile, donde vivió por un tiempo. Quería ser escritora y había publicado un libro de cuentos (´Comenzar es la esperanza´) en Buenos Aires. Ya en México, comenzó su trayectoria con una entrevista con el cineasta español Luis Buñuel, en el suplemento México en la Cultura del diario Novedades, en noviembre de 1953.
Desde ese año de su llegada a nuestro país, se interesó por el movimiento muralista mexicano, en boga entonces. Y aunque ya había muerto José Clemente Orozco, tanto Diego Rivera como David Alfaro Siqueiros sobrevivían como representantes del muralismo mexicano. Tibol los analizó a profundidad y escribió sobre ellos.
Mujer de temple y de carácter, de convicciones firmes que defendía sin contemplaciones, Raquel Tibol dio pie a abundantes anécdotas de su vida en el tempestuoso mundo del muralismo. Una de ellas fue la bofetada que propinó nada menos que a Siqueiros en el I Congreso Nacional de Artistas Plásticos, en respuesta a declaraciones xenofóbicas que el muralista había hecho en su contra en una de las sesiones del evento. Y aunque David Alfaro le llamó varias ocasiones para que volviera a su casa, ya nunca regresó. Se cuenta igualmente que se distanció durante un tiempo con Rufino y Olga Tamayo, íconos del arte en México, después de un intercambio de declaraciones en la prensa mexicana.
Congruente consigo misma, es de señalar que las opiniones de Raquel Tibol, como crítica, fueron frecuentemente controvertidas, pero se le reconoció siempre la erudición, la verticalidad y la independencia de sus puntos de vista. Así cultivó y hasta alentó una relación profesional y personal con pintores jóvenes que pugnaban, algunos con murales efímeros, por un nuevo movimiento pictórico en el arte mexicano, como Alberto Gironella, Vlady y José Luis Cuevas, entre otros.
Raquel Tibol, como se ha dicho, escribió más de 30 libros, desde su primera publicación de cuentos en Buenos Aires en 1950. Aquí, entre otros, se pueden mencionar Historia General de Arte Mexicano (1964), Siqueiros, vida y obra (1974), Frida Kahlo, una vida abierta (1983), José Clemente Orozco, una vida para el arte (1984), Los Murales de Diego Rivera (2001) y Diego Rivera, palabras ilustres (2008). De espíritu libre y combativo, Raquel Tibol, aunque nunca militó en partido alguno, siempre se autodefinió como una mujer de izquierda.
También, Raquel Tibol recibió el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez, la Medalla de Oro de Bellas Artes y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Metropolitana. Tuvo dos hijos: Nora y Simón Rosen.
Como estudiante en el IPN, yo tuve la gran oportunidad de conocer a Raquel Tibol, asistiendo a sus magníficas y apasionantes conferencias sobre el muralismo y los muralistas mexicanos. Tuve la enorme satisfacción, del mismo modo, de conocer a su hija Nora, que visitaba la Escuela Superior de Economía donde estudiaba su novio, el compañero y buen amigo Fernando Hernández Zárate, oriundo de Veracruz, con quien felizmente contrajo matrimonio.
Las circunstancias históricas propiciaron que él, junto con Sócrates Campos Lemus y Florencio López Osuna, mi hermano, fueran designados por la Escuela ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH) del Movimiento Estudiantil en 1968. Honesto y de limpia trayectoria, masón, a Hernández Zárate le pedí que cuidara de mi hermano, que era el menor de todos los miembros del CNH. Cuando con la llamada “apertura democrática” recobran la libertad los dirigentes estudiantiles confinados en Lecumberri, al poco tiempo, lamentablemente, Fernando Hernández Zárate, yerno de Raquel Tibol, fue asesinado en Orizaba, Veracruz, cuando apoyaba con proyectos de producción a trabajadores de la región sindicalizados.
Lo último que supe de Raquel Tibol, enhiesta en sus convicciones, fue que ordenó que no la velaran ni le hicieran funerales. Esa ilustre desconocida solicitó modestamente ser cremada. Descanse en paz quien, desde la Patagonia, vino a enseñarnos a amar nuestro arte y, sobre todo, nuestro pasado histórico.
*Economista y compositor