Por: Teodoso Navidad Salazar
Chema, llegó a este mundo justamente el año en que fue asesinado mi general Francisco Villa (1923). Corría el ejercicio de gobierno del Gral. Álvaro Obregón, quien ni en sueños vislumbró la muerte que lo alcanzó en 1928.
Aunque José María nació en Culiacán (23 de marzo), siempre mantuvo una estrecha relación con familias de San Ignacio, Sinaloa; allá estaban sepultados sus mayores. Fue apasionado del periodismo así como de la investigación histórica de Sinaloa y sus personajes.
Gustaba de la buena música, herencia de su padre, don José María Figueroa Armienta, integrante del conjunto de cuerdas Hermanos Figueroa, fundado en 1902. Su madre fue la señora Elvira Díaz, quien se dedicó por entero a la crianza de los hijos.
Estudió en Culiacán hasta el nivel medio superior, pero al morir su padre, en la ciudad de México, el 14 de mayo de 1941, tuvo varios empleos, en la administración pública de gobierno del estado que permitieron sobrevivir y contribuir a los gastos familiares.
Trató y trabajó muy cerca con políticos como don Manuel Rivas, Manuel Lazcano y Ochoa, los gobernadores Enrique Pérez Arce, Pablo Macías Valenzuela, Leopoldo Sánchez Celis, Antonio Toledo Corro, Renato Vega Alvarado y Juan S. Millán Lizárraga.
Fue un hombre que vivió intensamente su trabajo. Dedicó parte de su vida a la investigación histórica regional, fue periodista e incursionó en la actividad política y administrativa.
Se inició como reportero de EL Sol de Sinaloa, desde su aparición en su segunda época (1º de diciembre, entre 1956-1959). En 1960 se desempeñó como secretario particular de Antonio Toledo Corro, que entonces era presidente municipal de Mazatlán; en 1962, dirigió los periódicos El Demócrata sinaloense y El Heraldo de Sinaloa, editados en Mazatlán.
De 1963 a 1968, fue jefe de prensa en el gobierno de Leopoldo Sánchez Celis y de 1968 a 1971, se desempeñó como diputado local por el distrito de San Ignacio. Fundó y dirigió la revista cultural Presagio, que tuvo vida en dos épocas (1977-1982)- (1993-2000).
Fue columnista en El Debate de Culiacán y El Diario de Sinaloa. Presidió la Asociación de Periodistas de Sinaloa; en junio de 1986, fue galardonado con el premio de Periodismo Samuel Hijar, por dos trabajos publicados en El Diario de Sinaloa, y que después convirtió en comentados y leídos libros: Sinaloa poder y ocaso de los gobernadores, 1831 -1996, del cual se hicieron cuatro reimpresiones corregidas y aumentadas, que se agotaron, así como Enrique Sánchez Alonso, El Negrumo, partitura de un músico de peso completo.
Durante los años 1990, 91 y 94, publicó Los susurros del tejaban, La muerte de Lamberto Quintero y Crónicas susurrantes.
En 1994, compiló Crónicas de Cosalá e Imágenes de Culiacán, así como Con olor a tinta, del periodista Enrique Ruiz Alba.
Figueroa Díaz, estuvo al frente de la dirección del periódico oficial El Estado de Sinaloa, desde 1993, hasta la fecha de su fallecimiento (2003).
En junio de 1999, recibió el segundo Premio Sinaloa de periodismo. En 1998, publicó Loaiza y El Gitano, libro del cual se hicieron varias ediciones y que también se vieron agotadas.
Uno de sus últimos proyectos editoriales junto con Gilberto López Alanís, David Rubio, Francisco Higuera, Raúl René Rosas Echevarría, Teodoso Navidad Salazar, entre otros, fue la edición de la Colección 18 Encuentros con la Historia, de la que alcanzó a editar 18 libros. Cuando todo parecía ir viento en popa y, a punto de ver concluido ese proyecto, lo sorprendió la parca y no permitió ver concluido ese, que tal vez haya sido uno de sus más caros anhelos editoriales; ya no vio publicado el tomo número 19 dedicado a Mazatlán, con el cual se cumplía una primera etapa de este ambicioso proyecto y del cual se pretendía editar dos o más libros por cada municipio de nuestra entidad y que hoy por hoy, sigue siendo referente obligado de cronistas e historiadores.
Sus colaboradores de los diferentes municipios del estado que apoyaron los contenidos de sus trabajos lamentaron su partida; se fue para siempre el 25 de octubre de 2003, en la ciudad de Culiacán.
La literatura sinaloense perdió a uno de sus más caros escritores y periodistas. Sus amigos de la Academia Cultural Roberto Hernández Rodríguez, A. C., perdimos a un entrañable amigo y maestro, que supo motivarnos para llevar a cabo grandes proyectos como los que han quedado descritos.
Queda su obra como ejemplo de una vida fructífera dedicada a la investigación histórica y periodística para que otras generaciones de escritores, historiadores, periodistas e investigadores para que conozcan Sinaloa y sus personajes, que en distintas épocas han participado en la forja de este maravillo estado.
Colofón
Un día de tantos, llegó a mi casa una invitación. Abrí el sobre. Era de José María Figueroa Díaz, con quien me unió profunda amistad, no obstante la división generacional, porque yo podía ser su hijo (y así me trataba). De manera concreta el texto decía: Te invito a mi fiesta. El 23 de este mes cumpliré mis primeros 72 años. Nos vemos en el tejaban susurrante, a partir de las dos de la tarde.
Chema manejaba la ironía fina como el que más. Con él había que andarse con mucho tiento. Quien no lo conocía, no se daba cuenta cuando hablaba en serio o cuando hacía escarnio, en el buen sentido de la palabra, de algún semejante o de su interlocutor, sin que este lo notara.
Era dicharachero. Siempre tenía a flor de labios la broma oportuna y la anécdota. Fue amigo de sus amigos, hombre generoso en la amistad, desprendido y honesto en el desempeño de sus responsabilidades; tal vez por ello jamás hizo fortuna.
Este 23 de marzo de 2015, José María Figueroa cumpliría 92 años.
*La Promesa, Eldorado, Sinaloa, marzo de 2015.
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