Por Carlos Lavín Figueroa*
Cuando Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano, vivía ya con su esposa Juana en su casona de Cuernavaca, está, recién tenía el nombramiento de villa, pero con más fisonomía de aldea, la disfrutaba poco porque viajaba constantemente para inspeccionar la construcción de naves en sus astilleros de Oaxaca -con los que descubrió el Mar de Cortés y las Californias que se sumaron al territorio de México, y ayudó a su primo Pizarro a conquistar el Perú-, igual recorría las nueve dispersas regiones de su marquesado para atender sus intereses, lo que requería meses de largos viajes a caballo o se iba por una semana a la cacería del venado a su coto de caza que abarcaba Miacatlán, Mazatepec y Tetecala, donde también tenía grandes sembradíos de moreras para la futura crianza de gusanos de seda; o atender sus negocios de rentas de locales, y sus diversos comercios principalmente del azúcar de sus haciendas, localizados donde hoy está el Monte de Piedad en la gran Ciudad de México, adonde no le gustaba ir por las rivalidades con el virrey y con la Real Audiencia que lo habían sustituido como la máxima autoridad en la Nueva España.
Doña Juana se quedaba siempre en casa, apenas debió conocer la Ciudad de México y casi nada del país, sólo de Veracruz a Cuernavaca y viceversa cuando llegó y regresó a España.
Por el año de 1533, Cuernavaca era ya una villa de cierta importancia, por haber hecho en ella su residencia habitual el Marqués del Valle. Distaba mucho de ser una villa española, pero tampoco tenía ya la fisonomía indígena, y era a la vez, exótica y agradable.
Desde su casona, se veían hermosísimos panoramas; las montañas del Ajusco, los aturquesados bosques milenarios y escarpados de Tepoztlán y al fondo los soberbios volcanes nevados. La gran casona estaba rodeada por una barda que limitaba al norte desde la actual a calle Salazar –antiguo camino que comunicaba a Cuernavaca por el puente de Amanalco y Calzada Leandro Valle con las poblaciones del oriente-, hasta la de Abasolo al sur, y desde la Barranca de Amanalco hasta el frente que incluía la actual Plaza Pacheco y Boulevard Juárez al poniente; a un costado de esa casona, estaba un molino de trigo y el edificio donde se recibían y depositaban los tributos, y atrás, y hasta al sur, una huerta cuidada llena de árboles frutales indígenas y europeos.
Más lejos se veían casas con arcadas y extensos corrales y huertas atrás de ellas, eran las habitaciones -ya al modo hispano- de los caciques de la antigua nobleza tlahuica. En casi todas las esquinas de las calles y caminos existían cruces de piedra o de madera, unas sobre bases siempre cubiertas de flores, otras emergiendo de los conos de piedras sueltas que arrojaban religiosamente los transeúntes al pasar frente a ellas, de estas actualmente quedan dos en la calle de Leyva y una en Acapantzingo.
Puentes de piedra al estilo europeo, o simplemente de vigas a la usanza indígena, salvaban el paso de las barrancas y riachuelos que cruzaban la población, y muchas casas de adobe con azoteas de terrado, almenadas –coronadas- de calabazas -costumbre indígena- bordeaban las calles y senderos abiertos entre cercos de piedras sueltas llamados tecorrales sombreados por las frondas de los árboles de los huertos.
Desde su casona también se veía el panorama del gran valle de Cuernavaca que dio nombre a su título y que llega hasta las montañas del sur, a la Alcaldía Mayor de Cuernavaca pertenecía todo el estado de Morelos, donde de tiempo en tiempo, resonaba en el silencio pueblerino, el ruido de los corceles fuertemente herrados a su paso por las calles empedradas, y los toques de trompetas anunciaban el paso del marqués. Cortés fue padre de varios hijos entre su primero y segundo matrimonio, pero concentrémonos en su vida de Cuernavaca con su segunda esposa Juana:
Luis Cortés Zúñiga, nació en Texcoco en 1530 viniendo sus padres de España rumbo a Cuernavaca, su madre Juana ya venía “ocupada” y así realizó meses de viaje, los mas en barco, Luis falleció en Cuernavaca poco después de nacer, se dice que puede estar sepultado en la parte alta del Chapitel del Calvario, su hermana Catalina Cortés Zúñiga nace en 1531 en esta casa de Cuernavaca y también muere poco después, ambos pudieron ser sepultados en la capilla anexa a su casona que estaba bajo la habitación de doña Juana, y sus restos pudieron ser llevados a España al regreso de la marquesa.
Martín Cortés Zúñiga, sucesor y segundo Marqués del Valle, nació en esta casona en 1532, en las galerías de su gran casona, el pequeño Martin heredero del título caminaba con paso vacilante seguido de pilmamas españolas y nodrizas indígenas, era la más fuerte esperanza del marqués para que no se extinguiera su linaje.
Martín es el único personaje con título de nobleza europea nacido en Nueva España, concretamente en esta casona, a los ocho años viajó a España junto con su padre y lo acompañó en su lecho de muerte en Sevilla en 1547 y regresa a Cuernavaca en 1562.
Por encabezar en 1565 desde esta su casa a los encomenderos españoles fue procesado por su participación en una presunta conspiración para independizarse de España, que de triunfar seria proclamado rey. Fue declarado culpable y desterrado a España, en donde participó en guerras contra los moros en Oran, hoy Argelia, fue perdonado y regresó a Cuernavaca.
María nace también en esta casona entre 1533 y 1536. Su padre había pactado su casamiento a futuro, cuando ella aún era una niña de once años con Alvar Pérez Osorio, hijo del Marqués de Astorga, sin embargo, estos cancelaron, causándole un grave disgusto a Cortés. Después María se casó con Luis de Quiñones, quinto Conde de Luna.
Catalina Cortés Zúñiga, la segunda del mismo nombre nace en esa casona entre 1533 y 1536, y muere soltera en Sevilla después de muerto su padre, hay otra más fuera de matrimonio.
Juana Cortés Zúñiga nace también en Cuernavaca, se casó en 1564 con don Fernando Enríquez de Ribera, segundo Duque de Alcalá.
La sevillana Juana de Zúñiga -esposa de Cortés- vivía encerrada en su casona, y pudo sentirse frustrada por la aldea donde vivía, alejada de todo el glamur de la nobleza europea, sus restos están junto con su hija Catalina en el Convento Madre de Dios en Sevilla junto a las bisnietas de Cristóbal Colón.
Fernando Cortés tercer Marqués del Valle -hijo de Martín-, fue el último descendiente que habitó en Cuernavaca, muere en 1602, los demás radicaron en Europa. Este abandono dio lugar a que el 12 de octubre de 1809, el gobierno de Nueva España confiscara las tierras del marquesado con apego a las nuevas leyes de las Cortes de Cádiz, pero el “palacio” y otros edificios serian rescatados por sus descendientes.
Sigue la última parte…
* Cronista de Cuernavaca