Por Verónica Hernández Jacobo*
Al mismo tiempo que divierte al niño, el cuento de hadas le ayuda a comprenderse y alienta el desarrollo de su personalidad. Le brinda significados a diferentes niveles y enriquece la existencia del niño de tan distintas maneras, que no hay libro que pueda hacer justicia a la gran cantidad y diversidad de contribuciones que dichas historias prestan a la vida del niño. (Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuento de hadas).
Toda infancia se entreteje de sueños y de mitos, el Había una vez… implica el comienzo de lo infantil, y esta génesis es necesaria para la construcción de la subjetividade de niños y niñas, de hecho es en el relato de cuentos infantiles donde lo inconsciente aparece a cielo abierto para darnos algunas pistas de lo que le ocurre al infans, a diferencia de posturas cognitivo-conductuales que creen que con un test, o con una resonancia magnética podrán encontrar el sufimiento infantil, decimos desde una orientación psicoanalítica que sólo basta que el niño despliegue su narración para que lo inconsciente cobre vida en las fantasías, miedos he historias que el infante cuenta, es ahí donde aparecen conflictos, tensiones, malentendidos, síntomas manifiestos, o bien angustias que muerden el cuerpo de esos niños.
El cuento viene al lugar del significante primordial, que anuncia la construcción de una funcion simbólica, ya que este sujeto es producto del orden cultural y del significante primordial que recorta y dará vida a sus pequeños fantasmas, donde se harán presentes fantasías sádicas, deseos de muerte de seres queridos, en fin, la angustia de castración hecha presente.
Los cuentos ayudan a elaborar la dimensión psíquica, fundamental para que el lenguaje pueda metabolizarse, donde el bien y el mal toman cuerpo, así como las funciones morales y las temporalidades, por eso son importante los cuentos en la infancia. Desde el cuento se pueden construir realidades psíquicas, lo prohibido, lo peligroso, lo siniestro, para construir una realidad psíquica soportable, por no decir normal. El cuento implica un relato que tiene infraestructura mitológica, pero donde el niño si lo relata se vuelve el dueño de esa historia y con ello se va configurando la dimensión narcisista, la concepción de héroe, tan necesaria en la infancia, cuando el niño relata el cuento, este se despliega con una suerte de magia donde los personajes le devuelven al niño imágenes atemorizantes o no, pero al fin necesarias para la construcción de realidades psíquicas en lo infantil.
Los relatos de cuentos de hadas ponen en escena poderes mágicos, permitiendo al infans sortear la soledad y la angustia de separación al momento en que se abandonará por primera vez en la estancia infantil o el kínder, la omnipotencia de los personajes permite introducir significantes fálicos necesarios para negar el trauma del crecimiento.
De esta manera, Caperucita roja y El lobo feroz ponen en escena el bien y el mal, y las formas en cómo Caperucita escapa de las fauces del lobo, donde la maldad de éste no podrá triunfar sobre el bien representado por Caperucita roja. También Caperucita representa lo infantil y la vulnerabilidad frente al lobo, que tiene muchas artimañas para engañar, de igual modo este cuento pone a operar los fantasmas infantiles, pero también sus deseos, deseos habilitados por pulsiones que mantienen a Caperucita roja en los desfiladeros del significante.
El cuento de Caperucita refleja una cultura con sus formas muy particulares de creencias, donde las funciones simbólicas describen el escenario pero también la erótica de los personajes: “que ojos tan grandes tienes, que boca tan grande tienes para comerte mejor”, aquí lo pulsional se abre eróticamente en la aparición de apetitos que se representan en los personajes. Cuando aparece en los niños la demanda de que se cuente otra vez el cuento, lo pulsional se presentifica inaugurando la insatisfacción de los niños y niñas, esta insatisfacción implica repetir hasta el cansancio las mismas rutinas donde el goce asoma sus afilados dientes en la lógica de nunca acabar.
¡Cuéntalo otra vez! plantea el imperio del placer sobre lo cotidiano, de ahí en adelante será el placer el que determine las acciones de los niños y de todo ser humano, la reiteración es un principio básico en psicoanálisis, que con el nombre de repetición se instala como un concepto fundamental en nuestra práctica.
Yo no ignoraba que no se podía matar un ave con un palo, que ni siquiera se podía disparar. Era un juego. Pero razonando de este modo, tampoco se podía montar en sillas como coches, y sin embargo, me parece que Volodia recordaría muy bien las largas veladas invernales en que solíamos cubrir las butacas con unos mantones, convirtiéndolos en un coche: uno hacía de cochero, otro de criado y las niñas de pasajeras. Asíemprendíamos el viaje. ¡Cuántos obstáculos se presentaban durante el trayecto! ¡Cuán rápida y alegremente transcurrían aquellas tardes invernales!… Y si no existiesen los juegos ¿quéquedaría? Experimentamos en aquel momento un sentimiento de amor y de ternura. Recuerdo las largas noches de invierno, tardes que permanecen en mícomo un recuerdo maravilloso. A ellos se deben mis mejores pensamiento y los mejores impulsos de mi alma. (León Tolstoi, 1991, Obras Selectas, México: Editorial Aguilar)
* Doctora en educacíon