Por Carlos Lavín Figueroa*
En Cuernavaca tenemos una antigua casona, ícono de la ciudad, que ya pasa desapercibida para los oriundos, en ella se desarrolló la vida familiar de Hernán Cortés con su esposa Juana y sus hijos.
Es del primer cuarto del siglo XVI, y su modelo -como he sustentado-, se tomó de la villa renacentista italiana Chigi delle Volte ubicada en la campiña de Siena Italia –y no del Alcázar de Colón en Santo Domingo como se ha dicho-, villa diseñada por el célebre arquitecto Baldassare Peruzzi quien concluyó la Basílica del Vaticano-.
Es conocida como Palacio de Cortés, pero nunca tuvo tal característica, ni se le llamó así en sus tiempos. Destacados autores aseguran que sus almenas –picos en lo alto- eran para defensa lo que indicaría una fortaleza militar, pero son sólo para denotar jerarquía en edificios civiles a la usanza post medieval en España, en la Real Cédula donde se le otorgan a Cortés las tierras que conformarían su marquesado, se le “prohíbe a él y a sus descendientes hacer ni edificar fortalezas algunas en los dichos pueblos y sus tierras”.
Sus arcadas abiertas denotan una construcción civil, y también fue de carácter rural, como lo es la “masía” en Cataluña, que igual tiene sus orígenes en las antiguas villas romanas campestres ligadas siempre a una explotación agrícola y ganadera de tipo familiar, donde Cortés organizaba grandes festines tipo medieval.
El mote de palacio viene a partir de la Independencia cuando fue sede de la Alcaldía de Cuernavaca; sede de la capital de la República con Juan Álvarez, y de cuando albergó al gobierno del recién formado estado de Morelos en 1869.
El inmueble fue razón para que Cuernavaca fuese su capital, no había otro lugar donde instalar los tres poderes. Durante la colonia fue asiento del Marquesado del Valle, que incluía todo el actual territorio morelense más ocho posesiones separadas que lo conformaban, ubicadas desde el Golfo hasta el Pacifico y desde el centro hasta el sur del territorio mexicano, 11,550 km2. Es el edificio civil más antiguo conservado de toda la América Continental.
Pero entremos en la vida que se desarrolló en esa casona basándonos en diversas crónicas de la época: El conquistador eligió Cuernavaca para fundar su residencia y seria tras los muros de esa casa, donde transcurrirían los años que tuvo de vida familiar desde 1523 antes de casarse con su segunda esposa doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga –Juana de Zúñiga- que tenía 20 años de edad en abril de 1529, en Béjar, España, ella era hija de Carlos Ramírez de Arellano Conde de Aguilar con Juana de Zúñiga hermana Álvaro Zúñiga Duque de Béjar.
Como era costumbre ella usó sólo el apellido “Zúñiga” por ser de más alto linaje y jerarquía. Cortés dio su esposa como regalo de bodas cinco grandes y famosas esmeraldas labradas que se estimaban en cien mil ducados que intentaron comprárselas para el poderoso sultán Solimán el Magnífico coleccionista de joyas.
En julio, por sus servicios a la corona española, y no por haberse casado con Juana, como se ha dicho -ella no tenía título-, el rey le otorga esos nueve territorios y dos semanas después el título de Marqués del Valle, ambos recibidos en el Salón del Tinell del Palacio Real Mayor de Barcelona, dato que se desconocía y que también he sustentado.
En marzo de 1530, recién casado, Cortés regresa a Cuernavaca con una comitiva de 400 personas entre ellas su mujer y su madre Catalina Pizarro, radican temporalmente en Texcoco, ahí muere doña Catalina.
-Él tenía 44 años cuando se casó con Juana y dejaría su casona de Cuernavaca hasta diciembre del ‘39 o enero del ‘40, cuando partiría a España con su hijo Martín el legítimo, nacido de doña Juana -tenía otro Martín con la Malinche- para ya no regresar, fue a enfrentar un juicio en su contra, por ello se le prohibió regresar a América, murió allá en 1547, el juicio nunca concluyó-.
Para enero de 1531 Cortés y su esposa ya se habían instalado en Cuernavaca, y aquí, en la misma habitación, nacerían cinco de sus seis hijos, no hubo cronista que recogiera la muerte de Luis y Catalina, los primeros, sólo lo hizo el mismo Cortés.
Esta fue la residencia donde siempre se refugiaba de sus andanzas. El cronista Gómara dice que doña Juana era hermosa, y no se sabe si esta señora tenía algunas actividades sociales en Cuernavaca, lo que se sabe es que era muy religiosa por lo que realizó donaciones para la Iglesia de la Asunción de María, hoy Catedral y su Convento, pasaría la mayor parte del tiempo rodeada de su grupo de damas españolas y contemplando el paisaje desde las arcadas de su casona, donde veía el amanecer entre los volcanes y al poniente el rojo atardecer.
Juana le sobrevivió mucho tiempo, fueron cerca de diecinueve años los que pasó en Cuernavaca, cuando regreso a España la casa quedo vacía.
Con los años Cortés había dejado la guerra y ya era un negociante en escala mayor, más que conquistador, se asemejaba a un rico mercader florentino del Renacimiento, pero se notan sus roces con la Real Audiencia misma que lo había sustituido como máxima autoridad en la Nueva España.
La vida que llevaba Cortés en Cuernavaca, sus inmensos territorios con muy diversas haciendas, plantaciones, minas, astilleros, 300 mil vasallos con autoridad total civil y penal sobre ellos, eran causa de las envidias del propio virrey y de los funcionarios de la Real Audiencia, asalariados que llagaron a tener ciertas propiedades y por rivalidades irreconciliables coludidos con sus incondicionales le forman aquel juicio, vivió siempre defendiéndose, le complicaron la vida; entre las acusaciones -algunas ridículas- está la de la de hincarse en misa sin ser hombre de fe; “no permitir que se toquen los montes de Cuernavaca”.
Cortés tenía controlada la tala de árboles, él, inicio el cuidado ecológico del Ajusco, sabía que era el surtidor del agua pura, fría y cristalina que brotaba en una quincena de manantiales de esta villa regando con sus ríos el occidente del inmenso valle de Cuernavaca que abarcaba todo el hoy estado de Morelos.
Continúa
* Cronista Cuernavaca*