Agustín de Hipona es el hombre de los interrogantes y de las inquietudes, casi con zozobra. Agitado por sus deseos de plenitud y de verdad, se encontraba en un jardín en la ciudad de Milán cuando escuchó reiteradamente la cantinela: Tolle lege, toma y lee. Relacionó eso que escuchaba fuera, con lo que pasaba en su interior, la respuesta con la pregunta, y acudió raudo a leer la Palabra de Dios, abriendo la Biblia por la carta de san Pablo a los Romanos y leyó aquello de: “…revestíos de nuestro Señor Jesucristo…”. ¡Cómo disfrutó aquellas palabras! Le sonaron a hombre nuevo, le supieron a creatura recién nacida. Dios le daba una oportunidad, un horizonte, un nombre nuevo incorporándolo a Cristo. Se abría una Puerta y recibía las fuerzas para poder cruzarla. Dame lo que mandas y manda lo que quieras.
No sé ni cómo, abrí aquel pequeño cofre en un mar de objetos de diversa antigüedad, la sorpresa fue encontrar un escapulario, dedicado a la Virgen de la Consolación, inmediatamente se me reveló que tal objeto religioso debía hacerlo llegar a una ermitaña y mística amiga.
La textura, el color y las imágenes en las dos caras de las telas, hicieron agradable imaginarlo puesto en ese tembloroso cuerpo que lucha entre lo terrenal y lo espiritual; sin más lo adquirí para hacerlo llegar a su destino.
Pero qué es un escapulario? Según el Diccionario de Liturgia de Tomás Parra Sánchez, viene del latín sacapula, que significa hombro; especifica que: “…es una pieza de tela que cae sobre la espalda y pecho de manera de pocho o bien rectángulos de tela ligados por dos de sus lados a cintas.
Primitivamente fue un vestido para el trabajo, luego vino a ser un emblema de la vida monástica adoptado por las órdenes religiosas.
Finalmente en forma pequeña convertido en insignia de los cofrades o hermanos de una cofradía o archicofradía. Se consigna con bendición e imposición”.
Este escapulario dedicado a la Madre de la Consolación, ya se lleva en los interiores de una ropa mundana y cumple con la intención de fortalecer un misticismo urbano, tan escaso en nuestro tiempo.
Nunca pensé que pudiera realizar un regalo de esta naturaleza al empezar este 2015, pero el azar como parte de nuestra vida está presente y nos asalta inesperadamente.
Una de las caras de este objeto místico, tiene una serie de símbolos con la leyenda “Tolle Lege” toma y lee, que como se ilustra en el epígrafe agustiniano de esta colaboración. Nos llama a la lectura como camino de inspiración y meditación espiritual, tal como expresó Santa Teresa de Jesús, al afirmar que sin lectura no se puede comulgar con Dios.
Para seguir con el tema de la lectura, recomiendo leer cuentos españoles para niños de los años treintas del siglo pasado, en una colección denominada “Marujita”, de los cuales adquirí cinco ejemplares que aparecerán digitalizados en la biblioteca digital del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, que por casualidad adquirí en un bazar a principios de año. No olvidarse de los cuentos mexicanos y los rusos que son una delicia; para conocer la cultura de los pueblos, lean cuentos como tarea de este año.
*Director del Archivo Histórico de Sinaloa.