Víctor Hugo: Poeta, dramaturgo, político, dibujante, senador de Francia
Por Jose Luis Aguirre Huerta*
La comparecencia de este icono de la literatura francesa y universal ante nuestros ojos nos permite reproducir belleza y locura de Paris, así como el talante del género humano, Víctor Hugo quien aporta lo inaudito al estilo de lo confesado por Ernesto Sábato, en su obra, “Sobre héroes y tumbas”: El hombre es impredecible, sórdido, extravagante , cruel e insaciable. Ante la lectura del texto viene a mi mente, la imagen de un joven desollado vivo, a quien previamente le arrancaron los ojos, cuyo único pecado fue ser estudiante de la normal de Ayotzinapa, la cabeza mira con sus cuencas vacías, la corrupción e injustica que distinguen al poder.
Por eso dice Ernesto: “prefiero el cómodo manejo de convivencia con las estatuas, (ellas) son bellas y silenciosas” y añade: “Conocer al mundo y a pesar de todo seguirlo amándolo”. En Los miserables, novela mundialmente conocida y respetada, escrita en 1862, realiza un compendio de la maldad, transformándola en belleza literaria y muestra de humanismo, en ella el autor escribe: “Lo bello solo tiene una forma, lo feo tiene mil“.
En ella observamos la conducta invaluable del Obispo de Do, hombre que otorga un gesto de solidaridad a Jean Viajen, ex-prisionero de la cárcel de Tolón, prófugo y perseguido por el sistema carcelario encarnado por el inspector de policía, Japier, salvado en más de dos ocasiones por su perseguido Viajen, quien lo libra de morir aplastado por las ruedas de una carreta o ahogado en el Río Sena, esto es muestra para el autor y el lector de la locura y el suicidio del perseguidor-inspector.
El sistema penal descrito por Víctor Hugo Marie Trébuchet- nombre completo del célebre autor- es un código miserable de secuestros y tortura, instaurado para dominar y controlar a la condición humana, al grado de la ignominia. Jean Vaijean, preso y convicto por robar unos pollos para mitigar el hambre de sus sobrinos en abandono, es condenado por ese hecho a sufrir diecinueve años de prisión; confinado en “Los muros de agua” – novela del inmortal Pepe Revueltas-, recién fugado del centro de exterminio logra encontrar al Obispo Do, quien con su actitud reivindica a Jean, le proporciona sopa caliente y un trato digno, por pago a esta asistencia Vaijean se apodera de unos candelabros de plata, propiedad del prelado católico y con ellos huye, la policía lo atrapa y como justificación el ladrón explica que los objetos son regalos de DO, conducido por los genízaros en presencia del Obispo, este justifica la coartada señalando que los candelabros son propiedad de Vaijean a quien se los obsequió .
Lección invaluable de generosidad que le imprime un sello indeleble en la ética del ex -prisionero de Tolón. Jean Vaijean en la vuelta de la tuerca que da el destino, habiendo arribado a su condición de alcalde de Toulouse, encuentra a la madre de Cossete, la libera de un arresto a la que fue sometida por el inspector de policía Jasper, y en el lecho de muerte, a la agonizante, trabajadora sexual le promete cuidar a su hija y libérala de los falsos hosteleros y cuidadores.
En un paraje solitario, el alcalde de Toulouse encuentra a Cossete, cargando unos pesados cubos llenos de agua para el servicio de sus esclavistas/cuidadores. La niña arrulla y envuelve unos palitos como si fueran un muñeco y, es ahí cuando el genial autor confecciona un maravilloso poema a la niña/mujer en su actitud de madre/niña que tiene corriendo en sus venas, la seductora inclinación y proclividad materna.
“Los miserables” es una novela que nos convoca a presenciar la evolución ideologice de Francia y del mundo occidental; testifica igualmente acontecimientos históricos, Waterloo con un tratamiento poético, la perdida por la guerra de la dignidad militar, un hombre con galardones ganados en batalla, un formidable dragón de caballería, perfilado a caer de su cabalgadura ante la confusión de un pantano, por una excepcional pradera cayó en la trampa. El jinete sufre su caída frente a la estrategia de Wellington de vencer al ejército de Napoleón por el frente y la retaguardia, sumido en el pantano disfrazado de pradera. Víctor Hugo expresa como afrontar la adversidad de la derrota y, asimilar el destino de la mejor manera. Proteger a Marius (Mario), fugitivo por los albañales de París, que es recuperado por la reacción frente a la victoria revolucionaria.
Viva la Francia, la heroica cuna del arte occidental liberal, donde se meció el narrador y dramaturgo que con sus obras: Hernán, La batalla de Hernán, El rey se divierte, Lucrecia Borgia- proscrita en su tiempo- alcanzo el Olimpo de las letras universales.
Víctor Marie Hugo Trébuchet fue un escritor que en su oficio fue apoyado por Theophile Gautier, Héctor Berlioz- también plumas inmortales- para romper con la censura teatral, en una digna batalla para preservar la vida teatral de la Ciudad Luz y la libertad de expresión.
Nació en Besazón, Francia en 1802 y falleció en Paris en 1885, fue un eterno amante de su musa, juliette Drouet, quien le inspira las obras poéticas: “Hojas de otoño”, “Los cantos del crepúsculo”;” Las voces interiores”, “Los rayos y las sombras”.
En una chara con el encargado de la dirección de La Voz del Norte comenté que el escritor fue senador y pionero en la defensa de los derechos autorales, creador polifacético: dibujante, poeta, criminólogo, apologista del abolicionalismo de la pena de muerte, posición que dejó grabada en “El último día de un condenado”, actitud justiciera ya que en su infancia asistió crueles ejecuciones de penas capitales y a lo largo de su existencia luchó contra ella, subrayando la injusticia, la crueldad e ineficacia de la pena capital. Su máxima es irrebatible: “La pena de muerte es el signo especial y eterno de la barbarie.”
Esta actitud lo lleva a escribir al Presidente Juárez, pidiendo la amnistía de invasor Maximiliano de Habsburgo. El Benemérito de las Américas deniega la petición.
El genio muere en la capital de su país y es honrado por una multitud, que lo aclama al paso de la carreta que trasporta sus restos mortales, despidiéndolo que él quiso con exequias para pobres.
Es su final físico pero no literario que hoy como siempre nos convoca a leer su obra con el objeto de no perder la condición humana.
*Abogado y autor.