Por Mario Arturo Ramos*
Durante mucho tiempo los viajes se han convertido en una constante que define mi trabajo. Los diferentes lugares geográficos donde realizo la tarea de autor, me llevan a experiencias diferentes, paisajes diversos, amistades y personajes distintos, que dan forma a vivencias enriquecedoras. Así me sucede en la capital de Estado de Sinaloa, Culiacán, donde trabaja de conductora de taxi, Matilde Gutiérrez Rodríguez, mujer que todas las mañanas, afuera de un céntrico hotel, ofrece los servicios de su automotor y de su llenita pericia. La cultura y el trabajo intenso se encuentran fusionados desde el principio, recordar a la Agricultura y al cultivo como dos de sus ejes, es volver a su inicio y a su esencia. Entonces la popular “Maty” constituye un ejemplo de la honrada, actividad, tema literario siempre vigente. Su participación tenaz, junto a su compañero,-mi tocayo Mario-, le ha dado a su unidad de transporte, una atmosfera de empresa familiar que permite a los pasajeros abordarlo con confianza. De Culiacán se ha escrito…, a sus microhistorias cotidianas, pacíficas, creo que se les voltea a ver poco; esta es una de ellas, La de una sinaloense que es punto de referencia de otras mujeres que también conducen – Teresa de Jesús López Martínez, tal y tal-, taxis del aeropuerto “culichi” para ganarse la vida . La siguiente es una charla con “Maty” la del volante…
M. A.- ¿Quién es Matilde Gutiérrez Rodríguez?
Maty.- Nací en Culiacán, soy madre de Claudia y María Fernanda, cuido a Guadalupe, mi madre, que tiene 88 años y que por sus enfermedades me necesita y lo confieso con orgullo, cumplo 23 años de manejar el taxi.
La mañana otoñal acompañó al café y al dialogo, que era breve continuación del que durante algunos años sostenemos en la cabina de su nave, cuando en la ciudad que florece junto al Golfo de California, me lleva rumbo a la cita diaria con el lenguaje, El ingenio, el buen humor, la crónica de la lucha por sobrevivir con la frente en alto, distinguen a la “Maty”, quien dice con seguridad,” la forma de ayudar al gasto familiar es conduciendo el taxi”, y remata,” no importa la discriminación de los que creen que el oficio es territorio masculino, las mujeres que conozco y que son taxistas, son más precavidas que los hombres.” Las historias que tienencomo escenario el transporte público de cualquier ciudad del mundo, ocupan un capitulo grande en la narrativa contemporánea, a Gutiérrez Rodríguez le han sucedido, suceden y sucederán.
A ella, le gusta contar:
De todo ha pasado en estos 23 años, algunos momentos prefiero olvidarlos, otros estarán siempre en mi mente cuando ando de humor por la tierra de los recuerdos y me arrancan una sonrisa. Como olvidar aquel día que a máxima velocidad cruce de sur a norte Culiacán, desafiando semáforos, mentándosela a quien se me atravesaba, escuchando el dolor de la criatura quemada y los gritos de su madre que llevaba a la Cruz Roja. Como comenté también soy mama y por lo tanto mi oficio, mi sentimiento humano, y esa fibra existencial que tenemos las madres, me impulsaba a llegar más y más rápido. Al llegar a la Benemérita y ver a su personal que tomaba control de la situación, me di cuenta que el trayecto que normalmente se transita en 20 a 25 minutos lo había hecho en diez, me sentía contenta y me temblaban las piernas, no entendía si era de satisfacción, por ser útil en un hecho trascendental de la existencia de un infante que sobrevivió, o por la reflexión de que estuve cerca de un accidente por esa prisa que a veces es necesaria. Al verlos desaparecer por la puerta de emergencia de la Cruz Roja, me subí al auto y me fui para la casa. Al paso del mes, una mañana que esperaba un cliente para llevarlos a la Central Camionera, una señora me saludo dándome las gracias por aquel viaje que había permitido la atención medica de su hijo, me abrazo. con cálida sinceridad dijo: “Maty”, ¿a usted le dicen “Maty” verdad? Le vengo a pagar el servicio, le ruego me acepte el dinero, es de una madre trabajadora como usted, pero sobre todo que acepte mi agradecimiento. Mire Mario Arturo, recuerdo y se me pone la piel chinita. Así es la, ciudadana de un país que tiene como uno de sus lemas económicos, “El que no tranza no avanza” y ella es muestra de que también hay mexicanas que avanzan y no tranzan.
Le gusta la música que ejecutan las bandas, los chirrines (así llama a los músicos de los grupos norteños), los boleros y los corridos; sabe todo lo que pasa en el barrio; de las otras cosas se entera porque tempranito lee los periódicos locales. Conoce como nadie los recovecos para ganar la pelea por el pasaje a taxistas de bigote tupido y acento recio; siempre firme como soldadita de chocolate, hace guardia mañanera en el taxi familiar buscando la chamba, de esta forma se ha ganado el respeto del gremio… Con orgullo comenta,” mi orbita no solo es la ciudad, también voy al Dorado, Costa Rica, Navolato, de siete de la mañana a una de la tarde es mi horario, en ese espacio de tiempo trato de hacer bien mi labor, al relevo llega Mario y entonces me convierto en solidaria enfermera; las condiciones físicas de mi madre lo hace indispensable.” De pronto voltea hacia el Boulevard Gabriel Leyva y con mirada de águila observa a la persona que la busca para una “dejada”, Matilde salta de la silla, se despide y con agilidad impensable cruza la puerta, regresa a su tarea, es hora de ser ” Maty” la de volante. También es momento de volver a decir: Las pequeñas historias son las que le dan sabor a las letras.
*Autor e investigador.