Por Juan Carlos González*
Ese ha sido el grito más famoso cada año, en la región del Évora en la temporada en que el otoño está en su apogeo. Es la invitación que hace un carro de sonido estridente por las calles y comunidades cercanas a la cabecera municipal de Mocorito. Es también el tiempo en que muchas familias se dan un tiempo para asistir a una carpa de espectáculos entre circenses y de arrabal, siempre muy bien aceptados, pero conozcamos un poco de historia de la carpa de Tontolín.
Apenas tenía doce años cuando Leopoldo Félix decidió irse de su casa, abandonar sus estudios e incrustarse en el ambiente del circo.
Mexicali fue la ciudad que lo vio nacer y donde se inclinó por el gusto de ese ambiente en el que la libertad se encuentra, pero el compromiso es para siempre. Desde pequeño le gustó y sus padres lo comprendieron. Así inicia su carrera.
Hay muchas ventajas en la vida errante como la de los antiguos gitanos, pero también en momentos es un tanto dura. Dice Tontolín que el circo es como cualquier casa, donde viven los papás y los hijos, éstos tienen estudios que el gobierno les proporciona en el caso de que haya cinco o más en edad escolar, con el compromiso de brindarle alimentación y un remolque al maestro quien les enseña lo mismo que en la escuela.
También, en la entrevista, nos informa que hay una ventaja: viajar, salir a donde se encuentran las plazas en las que buscarán su sustento y además en el caso de su carpa, no hay alcoholismo ni drogadicción, pues es un compromiso muy serio brindar buenos ejemplos y al encontrarse permanentemente juntos, es necesario dar el mejor ejemplo.
Mocorito, dice el Sr. Félix, representa una buena plaza para permanecer por un tiempo, que en ocasiones se puede prolongar puesto que además de un buen espectáculo se hacen rifas o se entregan regalos a los asistentes y eso hace que la asistencia sea muy nutrida.
Las filas para conseguir entradas cuando se va rifar un refrigerador o bicicletas pueden ser largas, pero nunca se queda nadie afuera.
A la pregunta sobre los números que han sido más exitosos, Don Leopoldo nos dice que tienen uno con más de veinte años y siempre les funciona bien: cuando Omar el rey de los trompos aparece en la pista y hace girar desde uno pequeñísimo hasta uno de tamaño que no cabe en las manos.
Tontolín comenzó en otros circos, por eso conoce Mocorito desde hace casi tres décadas, cuando venía con otros espectáculos y desde siempre le pareció que el de esta tierra es un buen público, por ello cada año, cerca de noviembre se oye el carro de sonido gritar: La carpa se va a Llenar!
Para finalizar nuestra charla, le pedí que me contara una anécdota que le fuera muy representativa en sus presentaciones en Mocorito y de inmediato me platicó, siempre sonriendo, cuando en una ocasión en que él venía en una carpa junto a un hipnotizador, solicitaron la participación de alguien del público y la respuesta no se hizo esperar y al escenario llegó un muchacho de robusta complexión y lo hicieron participar en una suerte llamada rolan rolan, subido a un balancín de una tabla sobre un cilindro de metal y de pronto, zaz! El gordito cayó hasta el suelo, aplastándose su propia mano y brazo y por el peso pues fue mucho el dolor, tanto que tuvieron que llevarlo al doctor y resultó con una extremidad rota.
Dice que cada vez que llegan a Mocorito, ese muchacho lo visita y asiste con frecuencia al circo pues tiene pase de cortesía de por vida.
Así como en nuestro país se ha gozado, desde el siglo XVI, de gran variedad de distracciones para llenar los ratos de ocio de sus habitantes. En Mocorito, ir al circo tiene gran popularidad y la carpa o circo de Tontolín es un motivo para acudir a sacudir el aburrimiento y tener la oportunidad de ganarse un refrigerador, una bici o un reloj “de esos que se usan” y reírse con cada presentación.
*Maestro del área de comunicación y literatura.