Por Carlos F. Lavín Figueroa*
Aunque viven por el mismo rumbo, dos amigos tenían veinte años de no verse y como suele suceder se encuentran en un velorio; como te va, te veo muy bien; a ti también te veo muy bien; -pero seguramente no se refieren al físico, porque el tiempo no pasa así como dice aquel tango “que veinte años no es nada”; ya llovió dice fulano; ya nevó contesta el otro, y de una mirada le señala su pelo blanco, ambos carcajean, los dolientes los voltean a ver como recordándoles donde están, y apenados salen de la sala deslizándose en reversa casi como Michael Jackson en Billie Jean. Con ese presuntuoso “te veo muy bien” lo que hacen es ostentar que no se ven borrosos el uno al otro.
Inmersos en la amena plática la marea del tiempo los lleva y trae al garete en la barca del afecto, de pronto ambos enmudecen, se hablan con la mirada; “ya la viste”; el otro asienta, también sin hablar. Me doy cuenta que no la olvidas; calla, calla, lo obvio es cierto aunque no se diga, pero me inspira a escribirle estos versos:
Mujer moruna y guapona
era un pétalo de rosa
de ella me enamoré,
era hermosa como diosa
Su nombre es verso y poesía;
huerto y jardín en Granada.
Ah, como estaba prendido
de ese botón en rocío
-Años después yo la miro
y noto que ya no es la misma
el tiempo no pasa en balde-
y sólo la vi al pasar
Y no, es la misma;
porque está; ¡más que mujer!
Me la comí con los ojos
hasta que me desperté
¡Está, mucho más que hermosa!
hoy es flor esplendorosa.
Y más que resplandeciente,
és, una estrella fugaz
Vaya que me deslumbró
es que está más que radiante
es un sol que esta naciente
es la luna angelical
Ella es lluvia en el desierto
es luz en la oscuridad
y calor en el invierno
Siempre linda
siempre hermosa
siempre guapa y natural
Eterna Carmen…
Vanidosa, quien la viera tan formal
Te hizo hasta poeta, eso, és, estar enamorado; lo obvio es cierto; pero cuéntame cómo has estado; pues de mis bienes mal y de mis males bien; pues igual yo, y ríen, y a que te dedicas ahora, sigues en lo de siempre; ya deje eso, decidí ser escritor, más de historia que de otros temas, que cómo fue, no se decirte cómo fue; ya sal del tema del amor; bueno, pues uno se convierte en escritor o porque lo disfruta o porque cree que tiene algo que compartir y si son ambos que mejor, mira, cualquiera puede escribir de historia probando lo que escribe, otra cosa es ser escribiente quien copia temas ya escritos, que tendrían cierto valor si no son trillados, yo nunca lo pensé pero me invitaron a escribir lo que ya tenía investigado, brotan, y brotan temas de lo que veo de lo que he visto y he vivido -como esos versos a Carmen-, y, le faltan horas al día para seguir escribiendo, mira que ya he escrito varios libros; y has vendido algo; si, ya vendí mi casa, mi auto pues sólo los autores de los grandes textos literarios cuando los logran viven de esto; y más risas, ahora apagadas -por aquello del velorio-.
Algunos que se sienten conocedores te ponen el pie para que caigas, quieren que digas sólo lo ya conocido, eso alimenta su ego porque “ya lo sabían”, y para hacerse notar te “corrigen” con actitud de superioridad, o te embarran un ridículo “te faltó tal” como si fuera obligado decirlo todo.
Y peor si dices algo nuevo o diferente, entonces te bloquean, no les gusta porque al desconocer el tema los metes en aprietos intelectuales y como no saben de qué carajos estás hablando, pues no saben qué chingados decir, entonces se sienten humillados, y con negarlo, aunque sea de actitud, se dan una mojadita de conocedores y creen que así salvan “su yo soy”.
En este ambiente se ganan amigos y enemigos, critican tus temas sin fundamentos sólidos, yo, ya, libré todo eso, porque ante pruebas, evidencias y obviedades han callado, ¡ah! pero como chingaron, ahora deben tener cruda moral.
Bueno, yo creo que el escritor debe tener un doble, uno es el que escribe y otro es su propio crítico, pero aun así hay que arriesgar, porque no arriesgar es un riesgo que entra en el riesgo de ser inútil, todo tiene un riesgo; reír es arriesgarse a parecer un tonto, llorar es arriesgarse a parecer sentimental, exponer tus conocimientos es arriesgarse a exponer el propio ser, ser original es arriesgarse a que te señalan de excéntrico, presentar tus ideas es arriesgarse a la burla, decir lo que sientes es arriesgarse a que te vean débil, pero al final es bueno ser nosotros mismos, decir lo que sentimos y sabemos, el comodón se guarda para sí lo que siente y sabe, quizá por egoísmo, o, por cobardía –como dice otra canción-.
Uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza por lo que dice, el escritor original vuela más alto que sus críticos porque todos apuntan p’arriba y no p’abajo.
Los que escribimos siempre sabemos más de lo que pensamos, si no, no podríamos ser escritores, seriamos mecanógrafos copistas.
Lo obvio es cierto aunque no se vea, es así como un profundo observador ve cosas donde otros no ven nada, y es ahí cuando se tiene algo nuevo que aportar; y ante las críticas hay que reír –y más de uno mismo- pero con razón no a lo pendejo como se carcajea mi compadre zutano, que a veces no sabe ni de qué se ahoga en risa.
*Cronista Cuernavaca.