José Romero Alzate, Ciudadano del mundo, músico, educador, director de teatro, literato y poeta, consideró que la educación debía ser integral; es decir…debe incluir todas aquellas herramientas que faciliten el proceso enseñanza aprendizaje; afirmó también que… las bellas artes son elementos insustituibles en los primeros años del ser humano, porque sin duda, lo marcan para siempre.
Margarita Sánchez Rodríguez de Corona, sin duda creyó que la educación debía ser así, porque vivió ese maravilloso proceso. Ella nació en Guadalajara, Jalisco, donde, apenas cumplidos los cinco años de edad, sus padres la habían inscrito en la Escuela de Declamación de la Maestra Luz María Lomelí. Dos años más tarde ya formaba parte del grupo de ballet, de la escuela Angelina Guzmán Alemán, a la vez que estudiaba piano en la escuela de música Ramón Serratos. Sus estudios en el piano los inició con el maestro concertista Rosalío Ramírez y del tercer año al término de su carrera pianística, con el maestro Ramón Serratos.
Su llegada a este mundo tuvo lugar en la bella Perla Tapatía (como ha quedado dicho), en mayo 10, de 1922. Corría el periodo presidencial del Gral. Álvaro Obregón Salido, que sin oponente al frente triunfó dos años antes, enfocando su gobierno a la reconstrucción nacional; urgía dejar atrás el caudillaje y enrumbar al país por la ruta de las instituciones.
Obregón puso en marcha un tímido reparto agrario y jornadas de 8 horas de trabajo, con salarios mínimos para obreros, dando interés a la creación de la Secretaría de Educación Pública, la construcción de planteles por todo el país, con énfasis especial en las escuelas de bellas artes, asesorado por el Ministro de Educación, José Vasconcelos.
En ese contexto histórico nació esta mujer que con el tiempo sería una revelación para su familia. En su tierra natal llevó con éxito estudios de primaria y bachillerato. Pronto sus habilidades musicales permitieron colocarse como maestra auxiliar de piano, en grado preparatorio. El arte en distintas manifestaciones fue para ella una pasión que la persiguió desde niña, hasta el fin de sus días. Deseó ser escritora, bailarina, actriz y concertista, sin embargo estas aspiraciones no fueron compartidas por sus padres. Sin embargo nada impidió que su formación humanística y profesional se sustentara un poco en cada una de estas disciplinas. Siendo una jovencita, casó con el Dr. Leopoldo Corona, en 1939. El matrimonio radicó un tiempo en Guadalajara; de manera circunstancial y por razones de su profesión, su esposo tuvo que radicar por un año, en el mineral de Contraestaca, operado por la Mexican Candelaria Co, en el municipio de San Ignacio, Sinaloa. Después de dos años de estancia en Guadalajara, el matrimonio llegó a Culiacán, un día caluroso, del mes de agosto de 1941; aquí formaron una familia de cinco hijos y diez y siete nietos.
En el plano nacional, el gobierno encabezado por Lázaro Cárdenas había sido relevado por Manuel Ávila Camacho; en Sinaloa, asumía el poder el gobernador Rodolfo T. Loaiza, que tres años más tarde sería asesinado en el carnaval del puerto mazatleco.
El matrimonio Corona Sánchez fue bien aceptado en todos los círculos sociales de Culiacán. Era una pareja culta. Él, en el ejercicio de su profesión, médico con especialidad en neumología, entendió los problemas sociales de una ciudad que tenía serios problemas de salud; mal comunicada e insalubre. Ella, a través de su obra cultural trascendió, por su altruismo y sentido humanista. Era una mujer fina, culta, educada y dinámica.
La maestra Mago Sánchez de Corona, describió a Culiacán, como una ciudad con poca actividad cultural; tenía un población de aproximadamente cuarenta mil habitantes; su economía se basaba principalmente en la agricultura, sustentada en las avenidas sin control de los ríos Humaya y Tamazula, porque la presa Sanalona, aunque había iniciado su construcción en el ocaso del gobierno de don Lázaro Cárdenas, sería hasta 1948, cuando el presidente Miguel Alemán la entregaría a los agricultores del valle de Culiacán, junto con la obra hidráulica.
Los Corona Sánchez, establecieron relaciones de amistad con don Víctor y doña Walla Stanilavski, matrimonio de origen polaco y pronto se identificaron por el gusto en las bellas artes, especialmente por la buena música. Los Stanilavski, se habían establecido en Culiacán, procedentes de Argentina. Hasta allá habían llegado, huyendo de la guerra en Europa y en busca de mejor destino llegaron a Culiacán, donde don Víctor se desempeñó como director de la fábrica Textil.
Dadas las coincidencias, los Corona Sánchez y Stanilavski, consideraron pertinente la promoción de la cultura; fundaron la Sociedad de Amigos de la Música, de la que formaron parte Julio Rojas, Alfonso J. Zaragoza; Adolfo A. Clouthier, Miguel Reyes, Alicia Calles de Almada (hija del expresidente Plutarco Elías Calles), Benjamín J. López (que más tarde sería alcalde de Culiacán 1963-65); era necesario sacar de la modorra a la vieja villa, por lo que coordinados con la Sociedad Musical Daniel, de la ciudad de México, establecieron el compromiso de que, cuanto artista de renombre internacional actuara en México, debería venir a Culiacán.
Así, llegaron a estas tierras Henry Szering, Gregory Sanders, Eric Lander, Pía Sebastiane, Roberto Kitain y Manuel López Ramos, que se presentaban en los pasillos de la Universidad de Sinaloa, donde se cobraba 10.00 por verlos.
Era caro para la época pagar esa cantidad, por lo tanto, pocas también las entradas, que se iban en cubrir sueldos de artistas que cobraban hasta 3,500 pesos. Si bien es cierto que la gente no estaba preparada para oír buena música, disfrutar en familia una obra de teatro, oír un concierto, etcétera, también lo era que, las entradas estaba fuera del alcance de los bolsillos del grueso de la población.
Con esos números rojos, la sociedad no se sostuvo; fue aquella sociedad de corta duración, sin embargo mucho quedó de aquel esfuerzo, pues esa organización cultural no se limitó a la promoción del bel canto, sino que, motivó y respaldó moralmente a quienes tenían inquietudes y aspiraciones de ser actores, pintores, escritores, novelistas y cuentistas. Influyó en muchos jóvenes de la época. Surgieron grupos de teatro como los de Roberto Hernández Rodríguez, Rodolfo Clark Rea, Mario Corrales, Isidro Ibarra Petriz, por mencionar algunos.
También empezaron a emerger y poco después a consolidarse en las arte plásticas figuras como la del mazatleco Antonio López Sainz, el mocoritense Héctor López Gámez (Torek); en el teatro, los culiacanenses además de Roberto Hernández Rodríguez, Oscar Liera; en la poesía, el ahomense Jaime Labastida, el guasavense Raúl Cervantes Ahumada, así como Eulogio Guerra Aguiluz, en Culiacán; el escuinapense Dámaso Murúa y Antonio Hass, despuntaban en la crónica y en la narrativa, este último con cierta experiencia ya que había viajado por Europa y se había impregnado de las corrientes literarias que recorrían el viejo mundo.
El doctor Corona, animó al gobernador Gabriel Leyva Velázquez, con quien cultivó sólida amistad, para que, apoyado por la maestra Mago, se creara la Banda de Música del Estado, e influyó en él, para que nombrara director de la misma, al músico Eugenio Martínez Sánchez; aunque su batuta fue fugaz, sembró inquietudes en la juventud de la época. La maestra Mago Sánchez de Corona influyó también en el nacimiento de la Orquesta Sinfónica del Noroeste, en el período de gobierno de Leopoldo Sánchez Celis.
Obra educativa y cultural
Al poco tiempo de su llegada a Culiacán, la maestra Mago, abrió su estudio particular de música. Los conciertos ofrecidos por sus alumnos eran apreciados y esperados anualmente para deleite de la sociedad, en el Casino Culiacán. En 1947 la reverenda madre superiora Amparo Torner, directora del Colegio Monferrant, la invitó como Maestra de Piano; ahí permaneció hasta 1960. En el Colegio Chapultepec prestó sus servicios durante 20 años, en la cátedra de Música e Historia del Arte. La Escuela Normal de Sinaloa y el Instituto del Noroeste la contaron entre sus académicos, en la materia de Música; en la Universidad Autónoma de Sinaloa laboró de manera ininterrumpida treinta y dos años.
En 1965, la dinámica maestra sentó las bases del Centro de Estudios Musicales, que más tarde sería la Escuela de Música de la Universidad Autónoma de Sinaloa y permaneció casi hasta el final de sus días (1991), impartiendo las cátedras de Piano, Historia de la Música y Apreciación Musical, en los niveles Infantil, Básico y Técnico Instructor.
Fue una mujer incansable participó en la integración de Orquestas Infantiles para Jardines de Niños; ofreció conferencias sobre cultura musical para Radio UAS; impartió cursos de Apreciación Musical al personal de Instituciones públicas y privadas; colaboró en la prensa local a través de crónicas. Dado su amplio bagaje sobre música, era obligada su presencia como jurado en concursos de canto y música, en eventos organizados por la Academia de la Cultura Sinaloense, así como de instituciones Educativas.
Su altruismo la llevó a participar en obras de beneficencia, Cruz Roja y clubes de servicio.
El trabajo de la maestra Mago Sánchez de Corona, sembró inquietudes en la sociedad de la época. Su obra logró despertar en la sociedad la necesidad de cultivar las bellas artes. Generaciones de artistas interpretaron la aspiración cultural de esta maravillosa mujer que sin duda, llevó la música en el alma, que entregó 34 años de su vida al quehacer educativo, en esta región que la adoptó para bien de la cultura sinaloense y donde se quedó para siempre.
La primera impresión que se llevó la maestra Mago, aquel lejano 1941, a su llegada a Culiacán, había quedado muy lejana. Al final de su camino, pudo contemplar otra ciudad, sin duda muy distinta. Para 1991, año en que murió la maestra, la ciudad que amó entrañablemente, había despegado no sólo en su economía, sino también en el plano cultural. Culiacán, al que le entregó sin regateos su obra educativa a través de su gran sensibilidad musical, era otro. Debió haberse ido convencida de que su esfuerzo contribuyó a construir una sociedad más educada, más culta.
En el ocaso de su existencia pudo contemplar la importancia de su aporte. Para entonces no sólo en Culiacán, sino en Sinaloa, como ella soñó alguna vez, abundaron teatros y escuelas de danza; talleres de pintura; nuevas opciones de estudios para la juventud en universidades públicas y privadas. Surgieron también escuelas de música, de donde egresan tenores, pianistas, guitarrista, expertos en instrumentos tanto de percusión como de aliento. Un festival cultural con todas las expresiones artísticas que de manera anual el gobierno lleva hasta los más apartados rincones de Sinaloa, sin duda es apreciado por una sociedad que demanda más y mejores espectáculos.
El Sinaloa bronco que ella conoció, había despertado para organizarse en sinfónicas, estudiantinas, rondallas y orquestas. Ella contribuyó a sentar las bases para que una gran cantidad de escritores, novelistas, cuentistas y poetas, se formaran y fueran reconocidos en foros nacionales e internacionales; en estas conquistas culturales, sin duda, estuvo la simiente de sus aspiraciones. Con una hoja de servicios impresionante, la maestra Mago Sánchez Rodríguez, dejó su impronta cultural en una sociedad que despertó de su aletargamiento, en tiempos difíciles de un país que aspiraba a vivir en la paz y el progreso.
La maestra Mago Sánchez de Corona y su esposo, emprendieron proyectos culturales exitosos. Se distinguieron por ello; fueron útiles al estado que los adoptó y les dio una familia; ambos pagaron con creces, a través del bello ejemplo en el binomio del trabajo cultural y del servicio social. A ella no le alcanzó el tiempo, en su afán de impulsar proyectos culturales. Quería plasmar en un libro sus vivencias; no quería abandonar sus clases; una de sus aspiraciones era promover conciertos. Llevaba la música en el alma. Rindió tributo a la madre tierra, el 24 de septiembre de 1991.
*La Promesa, Eldorado, Sinaloa, Noviembre 2014.
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