Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
—A ver, cántese algo de lo que se cantaba en la época de la revolución…
—Cómo no, escuche esta canción que se supone fue escrita por el Maestro Melesio Morales con letra del poeta Luis G. Ortiz… Dice: “Guarda esa flor, emblema delicado/ de una hermosa ilusión de la niñez/ emblema de un amor puro y sagrado/ que fe y encanto a nuestras almas fue…” O si quiere le canto algo del repertorio de Carusso, el tenor italiano
—¡No, no no, no me va a decir que esa canción es de la revolución, por favor…!
—Bueno, usted me dijo que cantara algo que nos transportara a la época de la revolución y esta fue de las más populares canciones en el año de 1910, justamente cuando la revolución mexicana inició…
—¡No me venga con esos cuentos! En esa época se hablaba de batallas, de héroes, de Zapata y Pancho Villa y no de cancioncitas cursis como la que me acaba de decir ni de Carusso… ¡qué tiene qué ver Carusso con la revolución!
—Disculpe usted que insista en ello, pero las canciones que el pueblo cantaba en ese inicio, y por ende las más popiulares, no tenían nada qué ver con las batallas… Precisamente en el año en que comienza la histórica guerra revolucionaria de México, o tal vez un par de años más tarde, según el Maestro Gerónimo Baqueiro Fóster, se publica una recopilación de 52 de las canciones más populares que el pueblo mexicano acostumbraba cantar. Y la edita la casa Wagner y Levien siendo impresa en Alemania. Son obras que (sic.) México cantaba entre 1860 y 1910 en la que figuran 12 rondas infantiles muy populares en nuestro país aunque de procedencia europea. Dentro de esas 52 piezas musicales, se encuentra precisamente la de Guarda esa Flor escrita por el Morales y Ortiz.
—Bueno, pero usted sabe a lo que me refiero, canciones que hablan de la injusticia que se vivía y del por qué del levantamiento armado y la narración de las batallas, etc…
—Ah, bueno, esa temática venía desarrollándose desde muchos años antes en algunos sectores de la población, pero en tanto que era el sector oprimido, no tenían gran repercusión. Existe precisamente un corrido de nombre: Corrido de Los Oprimidos que se calcula fue escrito alrededor de cincuenta años antes de la revolución…
Ahora bien, la música que se cantaba, tocaba y bailaba durante los años de la revolución, básicamente estaba constituida por valses, chotises, danzas y polkas europeas o con influencia de las mismas sobre los autores mexicanos. Y cuando se produce la caída de la dictadura porfirista, es entonces el pueblo quien marca la pauta en toda la extensión de la palabra. Y es entonces, cuando las canciones que durante la o las décadas de la revolución se cantaban, se convierten en las canciones que México cantaba. Podría decirse que el género que cobra todo un auge en ese momento, es el corrido. A partir del levantamiento revolucionario, comienzan a escribirse canciones que hablan de la revolución, pero habrían de llegar a su plenitud popular a la culminación de la misma.
Así, canciones que entre la tropa insurgente eran cantadas prácticamente todas las noches, fueron siendo conocidas en todo el país y por toda la gente… “Popular entre la tropa era Adelita/ la mujer que el sargento idolatraba/ que además de ser valiente era bonita/ que hasta el mismo coronel la respetaba…” Durante el traslado de la tropa, o bien cuando descansaban y al calor de una fogata salía la guitarra, todas las noches se escuchaban esos cantos que eran una mezcla de cantos de amor y patriotismo revolucionario… “Valentina, Valentina…/Yo te quisiera decir…/Qué una pasión me domina…/ Y es la que me ha hecho venir…/ Dicen que por tus amores…/ un mal me van a seguir…/ No le hace que sean el diablo/ yo también me sé morir…” Así, canciones que eran verdaderas elegías para las soldaderas y su valentía, se escribían en todo el país acompañando al movimiento armado… Aunque también, canciones que motivaban alegría y euforia en los insurrectos tales como “La Marcha de Zacatecas” o bien, aquellas dedicadas a personajes femeninos como “Marieta, no seas coqueta/ porque los hombres son muy malos/ prometen, muchos regalos/ y lo que dan son puros palos…” Desde luego, también se escribieron homenajes a los grandes luchadores de la revolución… “Cuantos jilgueros y cenzontles veo pasar…/pero qué tristes cantan esas avecillas…/van a Chihuahua a llorar sobre Parral…/ Donde descansa el general Francisco villa…” Lo que son las cosas de la Historia… Villa, personaje hoy en día considerado definitivamente héroe revolucionario y símbolo mundial de la lucha por la justicia para el pueblo, en esa época era tratado como un vil bandido al que el ejército constitucionalista buscaba para darle escarmiento y darle a México la anhelada paz… Todo esto lo consignan los periódicos de la época tales como El Universal que trata a Villa como un gavillero al que el gobierno debe poner un “hasta aquí”. La revolución, no impide que la vida de los teatros de revista en la metrópoli siga adelante. Por el contrario, se estrenan una y otra obras dentro del llamado género chico. Prudencia Grifel, Celia Montalbán, Lupe Rivas Cacho, Esperanza Iris y María Conesa, tenían todas las luces encima. Pero fue esta última, la que permaneció más tiempo en la memoria de los asiduos al teatro de revista. Y aquí, se hace necesario mencionar que el espectáculo ayuda a mimetizar a los llamados “artistas”, en lo que se refiere a su ideología socio política (si es que en algún momento existiera en alguno de los trabajadores del espectáculo).
Así, María Conesa, la llamada Gatita Blanca gracias a la Zarzuela del mismo nombre que le diera un éxito arrollador, lo mismo fue gran amiga de Porfirio Díaz, el dictador de los eternos fraudes electorales y opresor del pueblo, que de Francisco I. Madero quien supuestamente representaba la esperanza de justicia para el desposeído. Igualmente, se hizo amiga de Plutarco Elías Calles, Venustiano Carranza, Manuel Ávila Camacho y el presidente en turno sin importar la clase de persona que fuera o ideología que sostuviera.
Claro, muchas de ellas participaron en distintas revistas musicales que criticaban al gobierno… Lo criticaban y no, porque es justo recordar que autores como Vigil y Robles así como José F. Elizondo, lo mismo escribieron obras satirizando a Madero que ensalzándolo después cuando llega al poder. Lo mismo dedicaban el Vals Espiritual a doña Carmen Romero Rubio de Díaz, que la Marcha Triunfal a Francisco I. Madero. Todo era oportunismo (qué me recuerda esto… Qué me recuerda…) y a río revuelto, ganancia de pescadores. De esta manera, a unos cuantos meses de ocurrida la llamada decena trágica que resulta en el asesinato de Madero, José F. Elizondo escribe la revista política El País de la Metralla. Asegurando así el éxito de la obra dada la cercanía con los sucesos reprobables de la Ciudadela. Fueron muchísimas las representaciones exitosas de la revista musical mencionada. Y del repertorio presentado, los ocho números fueron publicados. Recordemos que en aquella época, la publicación no se refería a discos compactos, ni a artefactos que hoy en día forman parte de la enajenación cotidiana de las nuevas generaciones tales como ipads, ipod, usb, etc. No, la manera de publicar en aquellos años, era imprimiendo la partitura. Y como la cultura musical era mayor, casi en todas las casas había quien leyera música sin importar clases sociales.
Y así, las obras se hacían más populares al cantarlas o ejecutarlas en diversos instrumentos. José F. Elizondo, hay que reconocerlo, cobró una importancia muy grande en la producción musical de México. Fue justamente en el año de 1913, cuando se apunta otro gran éxito el poeta al estrenar una revista musical de gran calidad con la música del gran músico michoacano Fernando Méndez Velázquez cuyo nombre, “Las Musas del País” parafraseaba de alguna manera, una revista presentada con anterioridad con el estelar de María Conesa “Las Musas Latinas”. El caso es que dentro de esta revista de Elizondo y Méndez Velázquez, estaba como número musical nada menos que “Ojos Tapatíos” mismo que trascendiera incluso la memoria de la revista musical para convertirse en inmortal canción tradicional mexicana que hoy en día no puede dejar de cantarse cuando se habla del repertorio de la canción mexicana fina.
Y hablando de las diferencias entre canción fina y no en la tradición musical de México justo en la época revolucionaria, se hace necesario mencionar que si bien es cierto que muchas de las canciones, corridos, marchas, polkas etc, tenían música original, como La Adelita y La Valentina, algunas otras que surgen al fragor de la batalla, utilizaban la música de canciones ya conocidas en nuestro país de años antes. Es el caso de la afamada canción revolucionaria de nombre “Marieta” cuya música era la de la polka francesa “Mariette” escrita en 1910 por Sterny- Courquin y que fuera publicada en París.
El auge de las revistas musicales de contenido político, motiva que el 5 de enero de 1920, al día siguiente del estreno de la revista musical “1920” de nombre, en la que se veían compartiendo créditos autorales Eduardo Vigil y Robles, y José F. Elizondo, fueran prohibidas las revistas políticas en los teatros de la capital. Así lo consigna precisamente El Universal. Todo esto sucedía en aquellas primeras decenas del siglo XX cuando la muerte de Zapata se publicaba en los diarios como un gran triunfo del traidor Guajardo junto al anuncio de la presentación en “El Toreo”, la extinta plaza recién derruida, la presentación en la ópera “Un Baile de Máscaras” con el tenor Enrico Carusso costando la luneta numerada la exorbitante cantidad de 8 pesos; sombra, 6 pesos; y sol únicamente 2.50… Esa era la música que se escuchaba en México, en la época de la revolución.
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.