Por Carlos F. Lavín Figueroa*
En 1808 llegaron a México noticias de Madrid; España había sido invadida por Francia aprovechando un permiso que el rey había dado a Napoleón Bonaparte para pasar por su territorio e invadir Portugal. El pueblo español se rebeló en Aranjuez obligando a su débil rey Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando VII; el primer ministro Godoy intenta traer a la Nueva España a la familia real para desde aquí gobernar todas sus posesiones, el pueblo se lo impide.Napoleón forzó al depuesto rey y a su hijo a abdicar en su favor y cede el trono a su hermano José I apodado por los españoles Pepe botellas debido a su afición desmedida al vino. La nobleza, intelectuales y ejército, se rebelaron y en toda la península surgieron guerrillas contra la invasión apoyando al rey Fernando. Este vacío de poder rompió el equilibrio entre los gobernantes españoles y sus colonias en América:
En México, Gabriel de Yermo comerciante quien tenía la concesión de abastecer de carne a la Ciudad de México y dueño de las haciendas de Temixco y San Gabriel enclavadas en el Valle de Cuernavaca -que abarcaba todo el estado de Morelos-, tenía grandes adeudos en Vales Reales, y aunque era realista, el 15 de septiembre de ese año como protesta tomo el Palacio Real con 300 empleados derrocando al virrey Iturrigaray, dando el primer golpe de estado en América, la Real Audiencia nombró a Pedro de Garibay.
Ante la invasión de Francia a España, y por la crisis de esos adeudos que también enfrentaban varios de los futuros insurgentes como Miguel Hidalgo, este confesaría –pero después- que de ahí le surgió la idea de encabezar el movimiento independentista El principal patrimonio de Hidalgo, la Hacienda de Santa Rosa Jaripeo que poseía en sociedad con su hermano Manuel tenía adeudos por 7 mil pesos en Vales Reales, y en mayo de 1807 se les había exigido el pago. Los hermanos Hidalgo no tenían ni para un adelanto, por lo que se ordenó embargar su hacienda. Habían perdido ingresos y habían resultado humillados por los funcionarios reales.
Todo se juntó, entre 1808 y 1809 una grave sequía en El Bajío había disminuido las cosechas, se habían elevados los precios de los alimentos, había escasez y desempleo. Los campesinos vieron en Hidalgo a un líder y el 16 de septiembre de 1810 la desordenada turba se dirigió de Dolores a Atotonilco, se unieron al contingente mineros y peones de haciendas mal armados. Saquearon Celaya, sumaban ya veinte mil. Hidalgo fue proclamado Capitán General de América por encima de Allende. Iban arrasando, Salamanca, Irapuato, Silao, Guanajuato, Valladolid –hoy Morelia-, Acámbaro; y tomaron hacia el Valle de México, se iban sumando más y más, llegó a reclutar hasta sesenta mil hombres, de ellos 20 mil de a caballo. Tomó Lerma, Atengo, Santiago Tianguistenco, el 30 de octubre se apoderan de armas al derrotar a los realistas en el Cerro de las Cruces dentro de los que se encontraba Agustín de Iturbide quien por ironía del destino se autoerigiría en consumador de la Independencia y Primer Emperador de México.
Ya frente a la ciudad de México, a pesar de que la capital estaba en ese momento sin ejército Hidalgo se negó a tomarla ante el temor de que la turba cometiera abusos y optó por volver a Valladolid, esta decisión tensó más la relación con Allende que era el estratega militar y provocaría el desánimo y la deserción de la mitad de la rustica tropa. De haberse tomado la capital, el Palacio Real y apresado al virrey y a los miembros de la Real Audiencia, en esa fecha a tan sólo 45 días del Grito, el Ejército Insurgente pudo acabar con la guerra ya que sería prácticamente imposible que el ejército realista recuperara la capital. Ese fue el gran error de Hidalgo, como los cometen quienes toman grandes decisiones.
Hidalgo y Allende, con sus tropas disminuidas a la mitad y separadas agrandaron sus diferencias a raíz de su derrota en Zapotlanejo en el Puente de Calderón el 17 de enero de 1811 a cuyo frente estaba Allende, derrota ejercida por el ejército realista del teniente general Calleja. Y Allende estructuró un plan para envenenar al «cura cabrón»; y con Aldama, Abasolo y Rayón acordó despojarlo del mando militar. Esa batalla marcó el inicio del final de la primera etapa de la guerra, donde las fuerzas insurgentes fueron devastadas y se daría la captura, condena y ejecución de Hidalgo y esos sus Generales.
Prácticamente derrotados y con José Ma. Morelos y su ejército sitiados en Cuautla por el ejército realista se reviven las esperanzas independentistas al romper Morelos el sitio el 2 de mayo del ‘12, suceso glorioso que los metía otra vez en la lucha, por ello el Sitio de la Heroica Cuautla fue la batalla más importante de esta guerra. Pero Morelos no sólo rompe el sitio, también rompe definitivamente con España, y también rompe con la ambigüedad del cura de Dolores que no tenía idea clara ni de sus metas ni de qué sistema de gobierno establecería, en el Grito profería “muera el mal gobierno” pero de los franceses en la invadida España y gritaba vivas al depuesto rey español Fernando VII, luego entonces; independencia de que o de quien, acaso, de los franceses por la invasión a España.
Y la guerra se extendió hasta 1821 en que gobernaron cinco virreyes más con un saldo de 400 a 500 mil muertos.
Hasta hace pocos años en el madrileño “Museo de guerra” –hoy del Ejército-, leí un degradante letrero que decía: Banderas arrebatadas al cura Miguel Hidalgo que se hacía pasar por General; realmente fue Allende quien comandó esa batalla; apenas en el 2010 fueron devueltas a México.
P.D. Hasta el otro sábado.
*Cronista Cuernavaca.