Por Leonidas Alfaro Bedolla*
Yo fui una niña de dos infancias. También tuve dos abuelas, la paterna era buena y la materna era mala. La presencia de una y la ausencia de la otra, hicieron que la historia de mis pocos años se escribiera diferente, al grado de hacer de mí dos niñas opuestas, una muy alegre y querendona y otra que odiaba.
Mi abuela buena era la de mis vacaciones, la paterna, claro. En la escuela los días se me hacían lentos, ansiaba las treguas de agosto y diciembre. Me aplicaba en estudiar para pasar el año con buenas calificaciones para obtener el premio, y volar a los brazos de aquella abuela, que me consentía con aquellos manjares, me gustaban sus tortillonas de harina que ella llamaba de calzón, me hacía burros de machaca, y el postre era piloncillo con requesón. Vivía en un rancho rodeado de montañas donde mugían las vacas; era una casona de añales, y según ella, se aparecían los espíritus de nuestros antepasados, también me contaba de los nahuales que se llevaban las gallinas y hacían aullar a los perros en las noches sin luna.
Aunque con miedo, encantada noche a noche le pedía me contara más de aquellos misterios. Y así, entre aquellas historias y cuentos, me forjó ideas muy sanas y sabias, por eso cuando supo que me iba a casar con Fernando, al que sus amigos le dicen El Nandón, un mecánico muy trabajador, que siempre anda lleno de grasa, le encanta comer tacos y toma cerveza, por eso tiene panza de oso. Cuando mi abuela buena lo supo se alarmó, y durante toda una tarde me estuvo aconsejando, de lo azarosa que sería mi vida si me casaba con él. Me hizo ver la diferencia, yo licenciada en comunicación, refinada de buenas costumbres, en cambio él, remarca: es un oscuro mecánico lleno de grasa. Mi abuela mala, se fue al otro extremo; poniendo cara de agradable sorpresa me dijo: ese muchacho te hará feliz, es fuerte, y por el bigotazo que se manda, se ve que es muy cumplidor, anda, es un buen partido; además, se me hace que te dará muchos hijos, y yo seré la bisabuela más feliz.
El amor es así: ciego. Le hice caso a mi abuela mala. Me casé con El Nandón, nos fuimos a vivir a una casa rentada en un fraccionamiento moderno, no era grande pero eso sí, tenía un bonito jardín, una sala que mandé alfombrar, una cocina cubierta de azulejo y una recámara acondicionada de colchón grande, colchas, almohadas y edredones. La habitamos a nuestro regreso de nuestra luna de miel, por cierto, en ese viaje pude darme cuenta de su falta de educación, no sabía ni como usar los cubiertos, le gustan las fritangas, los tacos de panza y buche, pero lo peor, siempre los come con una cerveza tamaño ballena y sus eructos son escandalosos; entre ese apestoso sifón, expande una peste a metros de distancia.
Tenemos ocho meses de casados, no me he embarazado porque me cuido, y estoy pensando en seguirlo haciendo, pues no estoy segura de durar mucho con El Nandón. Nuestra casa parece un chiquero porque él no le tiene respeto; lleno de grasa se sienta en los sillones, están todos manchados, la alfombra brilla por la mugre, tanta, que ya no se sabe de qué color es, las huellas de sus manos están por toda la casa porque siempre las tiene llenas de grasa, no se las lava para comer, ni cuando sale del baño. Se esculca las narices delante de la gente y de diez palabras que habla, siete son groseras.
Mi abuela mala insiste, me dice que le tenga paciencia, que El Nandón no tarda en cambiar, pero mi abuela buena me dice: palo que nace torcido, jamás su rama endereza. Creo que tiene razón. Ya no aguanto a mi esposo, es una pesadilla, lo peor vino hace apenas unas horas, llegó borracho, le reclamé porque se acostó con la ropa y sus botas mineras puestas; todo lleno de grasa, imaginan como dejó la cama. Allí echado parecía un marrano de engorda, sus ronquidos no me dejaban dormir, por eso lo desperté y… ¡Qué creen que pasó! Se levantó hecho un energúmeno y… ¡Sí! ¡Me pegó! ¿Qué hago? Si hay alguien que pueda me decir qué debo hacer, por favor háganlo. Estaré esperando sus consejos en el correo que viene al calce de este mensaje, se los voy agradecer con toda el alma.
Desesperadamente.
La Chofi.
leonidasalfarobedolla.com
*Novelista sinaloense.