Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
La ciudad, como siempre, con un tránsito verdaderamente caótico… Desde el inicio del parque Alameda Central a la entrada del estacionamiento subterráneo de Bellas Artes, conté 40 minutos más unos diez extra para encontrar lugar en el penúltimo nivel. La plazuela frente al imponente Palacio de Bellas Artes que cumple ya 80 años de construido, estaba repleta… “Toma otra donde se vea toda la fachada…” “No, no, está horrible esta foto, espera que me prepare…” “Mejor la voy a tomar horizontal para que se vea el palacio…” “Bueno, ya vámonos ¿no? Nos va a agarrar la lluvia…” “juguetito para el niño, patrón, mire mire despréndase de unos cuantos pesitos con tal de verlo sonreir…” “Aquí le traigo el bueno, para que ya deje de padecer el salario mínimo, lleve su billete…” “Ya vamos a la expo, ¿no?…” “A cuál ¿a la de que esto y que lo otro salud? Jajajaja” “Una foto, joven, para que le quede de recuerdo de su visita… Que no digan que no estuvo usted en Bellas Artes… “ La entrada costó 45 pesos, más los permisos de fotografía de 30 pesos suman un total de 70 sin contar el estacionamiento con lo que serían aproximadamente unos 120 pesos.
Cualquier museo de arte en cualquier parte del mundo, cuesta un promedio de veinte dólares o su equivalente, de tal manera que estaríamos pagando más o menos la mitad por entrar a este recinto tan emblemático y bello, visitar los murales de Tamayo, Siqueiros y Rivera que se encuentran en el vestíbulo y además por asistir a la maravillosa exposición temporal titulada “EN ESTO VER AQUELLO… OCTAVIO PAZ Y EL ARTE”.
Desde las primeras frases acuñadas por el celebérrimo escritor mexicano, parece inundarnos la sensación de estar inmersos en una manera totalmente distinta de contemplar el arte: “Esto nos deja ver aquello y, a veces, esto se transforma en aquello. Todas las artes, lo mismo las verbales que las visuales son de esencia metafórica… La realidad del arte es siempre otra realidad”. Así nos inicia en su ensayo crítico del arte el Maestro Octavio Paz. Uno de los orgullos literarios de nuestro país premio Nobel de literatura en el año de 1990. Debo confesar que una de las cosas que me atraían más de la exposición de cerca de 200 obras escultúricas y pictóricas, era un cuadro de Jackson Pollock, el inventor de la pintura por goteo y genial artista que fue figura importantísima del llamado Expresionismo Abstracto.
Parte del atractivo lo constituía mi curiosidad por ver de qué manera se expresaría Octavio Paz acerca de la obra de Pollock, un artista tormentoso y atormentante habría de ser contemplado necesariamente con el mismo prisma, era imposible comentarlo con parámetros normales dentro del juicio estético.
Pero había que seguir un orden en la visita de la exposición. Orden, según nos daban a entender, de alguna manera marcado por la (en cierto modo y con la antelación debida) curaduría que Octavio Paz habría hecho de esta exposición desde su ensayo excelso titulado: “Los Privilegios de la Vista”.
La vista puede ser conceptualizada de diversas maneras. Podemos hablar de ella a nivel fisiológico como uno de los cinco sentidos y limitarnos a un fenómeno de percepción en el complejo sistema nervioso… Podemos quedarnos a nivel de observación con mayor o menor agudeza dependiendo de lo que estemos observando… Pero Octavio Paz, según las atinadas palabras de Fernando del Paso, “… veía mejor que muchos. Y , agraciado con el privilegio de la palabra poética por excelencia, lo que contaba, sobre lo que había visto, pocos lo podrán superar.
Otros escritores –y él mismo nos lo recuerda-, en Francia Baudelaire y Apollinaire, en México Villaurrutia, Gorostiza y Cuesta, entre otros, escribieron sobre arte. Ninguno como él.” Esto lo escribe el Maestro Del Paso a los cinco años de la muerte de Paz parafraseando el título del libro del premio Nobel y publicando en la revista Letras Libres un artículo titulado: Los Privilegios de Octavio Paz. La vista, nos engaña, nos obnubila, nos confunde y nos sitúa en distintas realidades… Y existen realidades tan impactantes y profundas que resultan imposibles de ser descritas a menos que sea un poeta quien lo haga… No puedo evitar narrar una anécdota de mi querido amigo Erick Del Castillo cuando en una caminata en la playa de La Paz, Baja California al atardecer, veíamos un espectáculo indescriptible de colores que la naturaleza nos regalaba… Iba caminando con nosotros el Maestro Esparza, gran guitarrista exponente de música tradicional mexicana cuya vista se vio truncada por un accidente en su infancia…
Erick, emocionado, intentaba narrar al Maestro lo que estábamos viendo hasta que dentro de su frustración, explotó a manera de broma con una exclamación que nos hizo romper en una carcajada a los tres: “¡Carajo, maestro… Ya ni la chinga, tan bonito que está esto y usted que no ve!” Así Paz nos advierte de la contradicción fundamental que hace posible la existencia de la pintura: “las dos gemelas que tejen incansablemente las telas de nuestras visiones: la luz y la sombra” (Corriente Alterna. Paz). Desde el comienzo de la visita a la exposición, la genialidad de Paz como crítico de arte aún cuando nunca se asuma como tal, se pone de manifiesto. Así, en unas cuantas frases nos hace entender la diferencia entre el cubismo de Picasso y el de Rivera. Dos grandes pintores sin duda, pero cuando convergen en esta corriente que fuera creada, iniciada por Pablo Picasso, expone ciertas carencias que Rivera muestra en su obra dentro de dicha escuela o movimiento. Rivera, nos dice Octavio Paz, “fue un pintor de muchos recursos pero, a mi jucio, fue un pintor académico. Su cubismo fue exterior y lo mismo puede decirse de sus otras maneras y estilos. “Y efectivamente, al observar su obra cubista “Retrato de Martín Luis Guzmán”, la sensación es plana, la emoción no aflora jamás… Y comparada con la obra de Juan Gris, de Georges Braque, del propio Picasso, resulta un tanto falta de muchos rubros necesarios para esta expresión plástica.
Continuando la visita, me encuentro con la obra de quien nunca he sabido bien a bien cómo considerar: Marcel Duchamp. Creador del llamado “Ready Made” en donde expone objetos cotidianos sacados de contexto como “La Fuente” que no es otra cosa que un mingitorio al revés y situado en un pedestal o aquel banco alto con una rueda metálica de bicicleta clavada boca abajo también en blanco… Al ver el “portabotellas” en esta exposición, vuelve a invadirme la misma sensación de permanecer burlado por parte de Duchamp. De ahí, se desprenden muchas manifestaciones dadaístas y/o del llamado arte-objeto que no alcanzo a digerir como parte de una creatividad que intente llegar a llamarse arte algún día. Sin embargo, la pose, el snobismo siempre ha formado parte del mundo que gira alrededor del arte y el artista. Así, el comentario que me hiciera mi gran amigo y extraordinario pintor Víctor Guadalajara:
—¿En cuánto se vendió esa jalada…?
—Algo así como cincuenta mil dólares… No jodas, eso es burlarse del arte, es convertir en un circo a la creatividad y es ofensivo… Por eso estoy de acuerdo con lo que dice Avelina Lesper en torno a ello…
—Pero ¿no había nada más que esa revista de modas y sociedad en una vitrina?
—Como te lo digo, carnal… Dime si no es burlarse, carajo…
Por eso me parece muy acertado cuando Octavio Paz comenta de la obra de Duchamp: “Los ready-mades fueron un puntapié al arte para colocar en su lugar la cosa anónima que es de todos y es de nadie… Duchamp es un clown (un payaso). La libertad no es un saber sino aquello que está después del saber.” A partir de esas corrientes autodenominadas artísticas, se desprende una numerosísima población que predica que cualquier cosa es arte y que no es necesaria ninguna preparación sino solamente una emoción interna y nos atropellan con obras que impactan patéticamente al ser testigos del juego comercial que provocan en los snobistas que compran sin una verdadera intención de juicio o apreciación artística.
Por fin, llego a la obra de Pollock. La obra expuesta, la conocía dado que fue expuesta en el MUNAL y anteriormente en Suiza en la fundación Bayeler. Tuve la fortuna de verla en ambas exposiciones. Por lo tanto, buscaba afanosamente la descripción que de esta obra y este artista hiciera el poeta orgullo de México Octavio Paz. “La influencia de Siqueiros sobre Pollock fue tanto la de una sensibilidad como la de una estética… En primer término, su concepción del espacio: Siqueiros rompe los límites del cuadro que deja de ser una dimensión estática para convertirse en una superficie dinámica… De ahí la importancia de la teoría de la mancha de pintura, principio que Pollock recoge de Siqueiros y que le abre las puertas de un universo físico que es, asimismo, un mundo psíquico.” Un mundo psíquico ¡Claro… Totalmente claro…! Pollock desangra sus arterias cerebrales para dejar gotear sobre el lienzo toda emoción guardada, por eso su expresión abstracta es tan impactante, porque mueve el alma, la psique. Y por último, una mirada al arte abstracto maravilloso de Miguel Felguérez quien según Paz rompe con la tradición de la escuela mexicana en su nuevo muralismo. “Orden Suspendido” es la magnífica obra del Maestro Felguérez que me motiva a permanecer observando mayor tiempo que las demás… Un verdadero viaje… La narrativa de la obra de Felguérez es algo excelso. Una exposición extraordinaria que nos lleva de las artes precolombinas hasta las escuelas contemporáneas pero, lo más importante, de la mano del juicio intrapsíquico del poeta que nos enseña que esto nos deja ver aquello.
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.