Nacional

La cantina ha muerto… La mujer la mató

Por domingo 5 de octubre de 2014 Sin Comentarios

Por Alberto Ángel “El Cuervo”*

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“Prohibida la entrada a mujeres, menores de edad, uniformados y animales…”

Ese era el letrero que normalmente se leía en las puertas de las cantinas… Entrar a una cantina de aquel entonces, era cruzar el portal hacia la magia especial de una atmósfera de libertad absoluta en los varones… Un lugar donde podíamos conducirnos sin tabúes, sin cortapisas, sin limitantes hipócritas que contuvieran el lenguaje y la conducta en aras del buen gusto dada la presencia de las damas… Pero en el año de 1982, Carlos Hank González publica un decreto válido para el Distrito Federal, en el que se derogó la prohibición para las mujeres de ingresar a las cantinas. Ahí, se acabó la magia de esa sensación de libertad que el varón de esta tierra sui generis de chilangolandia encontraba en ese último bastión de territorio impoluto…

—Que ya van a dejar entrar mujeres a las cantinas…
—¡No, hombre… Cómo crees… Eso no va a suceder nunca…!
—Pues se supone que ya no hay vuelta de hoja… Por decreto las van a dejar entrar…
—Pero pues van a tener que remodelar todo. Para empezar pues… Cómo le van a hacer si nada más hay baños para hombres… ¿aprender a utilizar mingitorios? O también van a aprender a dibujar el “gallito inglés” en las paredes… Van a aprender a alburear… Con qué objeto si el albur es solamente para los hombres…
—¡Por qué… Las mujeres también tendrían derecho a alburear…!
—¡Tenías que salir con algo así… El albur es propio del hombre porque somos distintos y punto, mano, no empieces con tus elegías en torno a la liberación femenina!
—No es eso, pero dime ¿por qué no podría alburear una mujer?
—Pues porque se trata de un juego sexual fálico de palabras de doble sentido en el que hay que vencer al contrincante precisamente en ese sentido, el sentido fálico… ¿Entiendes? O vas a seguir con tu contrapropuesta feminista…
—Pues el sentido fálico puede adaptarse, la mujer encuentra sustitutos, desplazamientos que constituyen su herramienta fálica para entrar en esa competencia semántica de doble sentido…
—Si se tiene que adaptar ya no es lo mismo, entiende… Así como no va a ser lo mismo una cantina donde entren mujeres… Simplemente no va a ser cantina… De esta manera, por definición, la mujer jamás podrá conocer lo que es una cantina en toda la connotación de la misma, porque en el momento en que la mujer entre, todo va a ser modificado y al suceder esto, automáticamente se convierte en cualquier otra cosa menos en una cantina.

La cantina en México, es… O tal vez sería más apropiado decir fue… Fue un sitio de reunión de los varones donde de pronto se asumían todos los roles existentes en las relaciones interpersonales… En la cantina mexicana, la catarsis es inevitable y absoluta… La cantina en México es ese sitio mágico en donde se pasa de pronto de la plática más soez acerca de las mujeres a la elevación de una oración que surge entre llantos para hablar de la única figura femenina considerada inmaculada y justa: La madre… Por ello, el Brindis del Bohemio… “En torno de una mesa de cantina,/ una noche de invierno,/ regocijadamente departían/ seis alegres bohemios…” Ahí comienza para después llevar ante los compañeros de trago esa figura materna impoluta y merecedora de toda elegía…

“Brindo por la mujer,/ mas no por ésa en la que halláis consuelo en la tristeza,/rescoldo del placer ¡desventurados!;… /Yo no brindo por ella, compañeros,/siento por esta vez no complaceros… /¡Por mi madre bohemios… Por ella brindo yo… Por la anciana adorada y bendecida/ por la que con su sangre me dio vida…”

En este poema de Guillermo Aguirre y Fierro, se sintetizaba la única posibilidad de que una mujer formara parte de la magia de cantina. Solamente hablando de ellas ya bien como parte del enamoramiento, del amor y el desamor o de la figura elevada a nivel de excelsitud en la cosmogonía del mexicano contemporáneo para que de inmediato las relaciones entre los asistentes a este rincón masculino considerado por muchos verdaderamente sagrado, se convirtieran en algo totalmente cercano a la relación entre terapeuta y paciente… Carlos Monsivais, el célebre escritor mexicano, escribe acerca de la cantina:

“Porque yo soy el Maestro de ceremonias que conduce el género de la celebración alcohólica a su cumbre, a los sentimientos profundos que el sentimentalismo desfigura… Por eso sitúo el tequila en la vanguardia de los compromisos espirituales… ¿Qué otra bebida elimina disculpar y explicaciones y le imprime mexicaneidad a la escena? Por eso, mi escenario fundador, mi primer latifundio espiritual es la cantina… Un confesionario donde el penitente se desgañita y el confesor le hace segunda… La cantina es el vislumbre de hermanos y padres instantáneos y de verdugos y jueces todavía hace un instante seres fraternos… Es el dispositivo del alma en pos de los paraísos infernales… En la cantina, los mariachis callaron, pero antes cantaron y le hicieron sentir al infelizaje, a la plebe, a los catrines o a quienes ustedes quieran, que la cantina es habitable a la tercera copa… Y no lloro, nomás me acuerdo… Y no me acuerdo de nada porque las pinches lágrimas me empañan el alma…”

Genial… Sin duda genial descripción la que Monsivais hace de la cantina… Pero no nos habla de la mujer dentro de ella… Y es que ¿en qué momento invade la fémina ese lugar tan celosamente guardado como la guarida, como el refugio del varón mexicano? Desde luego, antes del decreto de Hank, hubo muchos intentos que siempre fueron frenados por las disposiciones de los llamados derechos por usos y costumbres, por tradición. Pero ¡Cómo es posible! Argumentaban las feministas: “¿Cómo es posible que se escuden en la tradición para cometer este atropello tan grande a los derechos de la mujer? ¡exigimos se permita entrar a cualquier sitio público llámese cantina o como se llame!” Y ¿qué era lo que tanto atractivo suponía para las mujercitas dentro de una cantina…? Podríamos comentar acerca de mil implicaciones psicológicas, psicoanalíticas, de condicionamiento operante, gestálticas y demás… Tal vez el Dr. Sigmund Freud les hablaría acerca de la llamada escena primaria… Tal vez solamente era una intención revanchista… Tal vez sólo deseos de participar… Tal vez…

Porque según los comentarios de algunas mujeres cuando les he preguntado qué significa la cantina para ellas así se pone de manifiesto: “La cantina es un lugar misterioso, secreto y las mujeres siempre buscamos curiosear entre los secretos de los hombres” “Pues no sé… Es rico saber qué hacen los hombres cuando están solos y en un lugar así” “Pues yo me imagino que como siempre, los hombres se reúnen en la cantina para hablar y hacer cochinadas porque todos los hombres son unos cochinos” “No sé… Es que es emocionante espiarlos a ver qué hacen en secreto jajajaja” “Bastardos malnacidos que se reúnen a gastar lo de los hijos y a hablar de nosotras puras cosas sucias…” “La cantina es un lugar donde los hombres van a relajarse, pobres, déjenlos que se relajen…” “Pues querían entrar para vigilarlos o para estar en la fiesta con ellos o para zorrear…” Pero también hay mujeres que opinan como una catedrática de la UNAM especialista en conducta humana: “Es el espacio de los hombres donde no tenemos nada qué hacer porque tenemos nuestros propios espacios…

El invadir la cantina no garantiza que la mujer no será maltratada… La mujer ha errado en su lucha al querer desplazar al hombre. La cantina es un reflejo de lo que han hecho en lo laboral… las consecuencias han sido fatales para la pareja y la familia… En el fondo, queremos regresar a casa, no a la cantina…” ¿En verdad sería una lucha justa por la liberación de la mujer? ¿Sería solamente el saber qué sucedía en la vida del varón cuando no era vigilado por ninguna figura femenina?

La cuestión es que por antonomasia, la mujer jamás pudo saber lo que la cantina era porque una condición sine qua non, era la cantina como un sitio donde los hombres daban o dábamos rienda suelta a toda emoción sin limitante alguna que implicara reglas sociales para no ofender la delicadeza de la mujer… En la cantina el hombre busca ser soez porque la procacidad le permite despojarse de capas que estorban a la autenticidad… En la cantina se cumplen conductas proverbiales mil propias del varón, del hombre, del género masculino… Del macho, si es que prefieren ustedes llamarle así… La cantina demuestra una y otra vez que no somos iguales… Para estar en la cantina, en aquella cantina de entonces, hay que demostrar que se puede mear parado…

Ahí se cumple en muchos casos como aquella inolvidable La Jalisciense fundada en el año de 1875, donde era verdad aquel precepto “eso es más viejo que mear en pared” porque ahí, al fondo de la cantina y solamente protegidos por varias capas de aserrín, se acercaban los varones al muro para hacer lo propio mientras un tubo a lo largo dejaba caer constantemente pequeños chorros de agua para arrastrar los deshechos del meato urinario… La cantina es pestilente, como el macho… Olores a sudor, a meados a competencia, a esa etapa lúdica infantil donde el macho humano tiene la posibilidad de ser auténtico… Es una anarquía pero no un caos… Es un refugio, el único donde tal vez el hombre diga las verdades desnudas sin buscar conseguir nada más que las palabras catárticas…

Y en el instante mismo en que una mujer cruza el umbral, como por arte de magia todo esto desaparece y la cantina como tal deja de existir… Por eso, con el respeto que me merecen las mujercitas, podrán seguir intentando decir que su presencia en la cantina fue conseguida como un derecho que les pertenece, podrán mostrar en sus rostros un aire triunfalista por haber derrumbado la pared infranqueable de ese lugar mítico llamado cantina… Pero no lo consiguieron jamás… La cantina murió de manera similar al Dios muerto de Nietzsche… Jamás, así invadan una y otra vez como protesta la única cantina que permanece sin permitir la entrada a mujeres que es El Mirador justo frente al bosque de Chapultepec… Ahí, se tiene el salón contiguo para quien llegue inocentemente argumentando que es contra la ley, que es discriminación etc… Ese lugar refugio murió, entiéndase así… Fue condenado a muerte justo en el momento en que se dio la presencia de la mujer en la cantina.

*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.

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