Por Faustino López Osuna*
En todos los tiempos, cuando se tiene talento, mucho o poco, da igual, el individuo busca realizar algo en la vida, algún sueño. De cierta manera, encuentra su singularidad solitaria en la tumultuaria pluralidad de los demás.
De manera ciega, como el ser al nacer, guiado por su inteligencia, se encamina, paralelo a los otros, a su realización, sin arredrarse ante la soledad, la incomprensión y, muchas veces, la envidia. “¡Oh, inteligencia: soledad en llamas!”, exclama José Gorostiza. “En la vida, cual un monstruo de crímenes cargado, todo el que lleva luz se queda solo”, advierte, igualmente, José Martí. Pero, como en la sociedad el individuo necesita de los demás, mucho dependerá del apoyo externo para realizar su destino. Es lo que le facilitará el camino o se lo cubrirá de obstáculos y abrojos. De la suerte dependerá si llama a la puerta correcta, en la oscuridad de la existencia.
Así, cuando en 1961 en segundo año de Bachillerato en el Instituto Politécnico Nacional de la ciudad de México, me acerqué, en procura de consejo, al compositor culiacanense Enrique Sánchez Alonso, “El Negrumo”, conocí su historia contada por él mismo. Me dijo que era muy difícil que le contrataran canciones a uno; que muchos años estuvo llevando temas a la Promotora Hispano Americana de Música (PHAM) y que siempre le pedían más, pero sin grabarle nada. Que muchas veces, impotente, mojó por las noches la almohada.
Cabe aclarar que Sánchez Alonso, autor del bello danzonete “Culiacán”, vivía como guitarrista y, algo que no me contó él fue que, en sus inicios, acompañaba en algunas serenatas y fiestas privadas nada menos que a Pedro Infante cuando aún era un desconocido, para que sacara con qué comer.
Y cuando Infante disfrutó del éxito discográfico, nunca le grabó al paisano ni una sola canción. Y eso que en una ocasión, regresando de Guasave a donde lo acompañó en una presentación particular, por poco y mueren juntos al engancharse la avioneta en que viajaban con el alambre del cerco de la improvisada pista, precipitándose a tierra. Fue el chileno Lucho Gatica quien, de chiripada, le grabó el bolero “Dios no lo quiera”, que se convirtió en éxito internacional y tema de la película del mismo nombre, estelarizada por Silvia Pinal. Difícil de creer que nuestro gran Pedro Infante, que grabó hasta “El piojo y la pulga”, jamás tomó en cuenta ni una sola canción de “El Negrumo”, debiéndole tanto. Otro caso similar con artistas encumbrados de nuestra tierra? Los extraordinarios concordenses Hermanos Ornelas, acompañaron por más de un cuarto de siglo a la inmensa Lola Beltrán y les pasó lo que a Sánchez Alonso con Infante: nunca los grabó. Así fueron y así son las cosas en este mundo, para continuar con el tema de cuando se convierten en realidad los sueños.
Noble y generoso, tenía razón el paisano Enrique Sánchez Alonso. Apuró muchos tragos amargos antes de saborear uno dulce. De ahí que, aunque desencantado de algunas cosas de la vida, todavía daba buenos consejos a jóvenes impertinentes como yo. Me exhortó a no descuidar los estudios, porque estaban sujetos al tiempo; en cambio, subrayó, “si eres compositor siempre lo serás, como dice el dicho, hasta la sepultura”. Pienso que le faltó agregar: te graben o no; te reconozcan trayectoria o no.
Esto último viene a cuento, porque un gran sinaloense que me distingue con su amistad, hace poco me preguntó: “¿Verdad que antes del Himno no tenías trayectoria?” Admirando su gran cultura, me extrañó que viniera de él la pregunta, lo que me hizo pensar que alguien le había sembrado esa opinión de mí, poco constructiva por cierto (por no decir destructiva), lo que me llevó a sospechar que ese alguien pudiera ser una persona que, aunque sin obra material que lo respalde, vive con una beca oficial a perpetuidad y que es muy dado a demeritar a los demás (demeritar: falta de mérito, cosa que acarrea vituperio; vituperio: contrario a la alabanza).
Con o sin alabanzas, lo anterior me obliga a decir que me dan pena las personas faltas de generosidad y de grandeza, aunque tengan méritos en alguna rama del arte o la cultura. Los comprendo como seres humanos, pero, aunque sean muy de humanos la mezquindad, el egoísmo y la envidia, no las comparto, pues esta última, la envidia, es pesar del bien ajeno, un vicio de las almas viles.
En la misma línea de los ejemplos anteriores, se podría decir también que ni Enrique Sánchez Alonso ni Los Hermanos Ornelas tuvieron “trayectoria” antes de ser parte de la grandeza de nuestra tierra. Y sobre el egoísmo que se cierne contra mí, me pregunto: ¿seguiré pagando el precio por haber compuesto el corrido de campaña del gobernador Renato Vega Alvarado o por haber aceptado dirigir el Festival Cultural de Sinaloa al inicio de su gobierno?
*Economista y compositor.