Pr Carlos F. Lavín Figueroa*
A quien se le ocurriría por primera vez freír un huevo, si su composición es un 90 por ciento agua, sólo agua. O es que esta manera de cocinarlos se inició por accidente al caer un huevo en una sartén con aceite caliente, pudiera ser, porque por accidentes y necesidades han surgido los mejores alimentos hoy tradicionales. Los fenicios llevaron el cultivo del olivo al sur de Iberia en el s. XI a.C., convirtiéndose la península en el principal productor de ese aceite, ellos fueron los primeros en comerciarlo en todo el Mediterráneo.
La gallina se domesticó en la India, pasó a los asirios, luego a los egipcios, llegó a España con los romanos. Pero el huevo frito quizá no de granja, sino de aves silvestres, se inició en el sur de España, entre los años 600 y 500 a.C., y ya de gallinas domesticas en la Hispania Romana de la primera época d.C.; y de la España ya liberada de los musulmanes, pasaron a México con la conquista.
Diego Velázquez pintó en 1618 un cuadro llamado “Vieja friendo Huevos”. Quinientos años antes, en el siglo XII, Averroes filósofo y médico andalusí -árabe nacido en la sureña España Medieval- menciona en su libro “Las generalidades de la medicina”; que los huevos, “cuando se fríen en aceite de oliva son muy buenos…”.
En hogares de la Península Ibérica soy testigo de cómo los huevos fritos se hacen caseramente con abundante aceite de olivas, donde previamente se ha dorado un ajo, y a veces algún pimiento fresco, alguna guindilla –chile seco- picante, o molida en forma de pimentón, y ya en el plato se les vierte todo ese aceite, quedando ahogados en él -le dicen “la salsita”-. Es una costumbre en antiguas familias de clima frio, donde el madrugador campesino requiere muchas calorías.
Pero hacer un huevo frito perfecto, no es sencillo. Que un platillo este de buen ver es tan importante como el gusto que da al paladar; la yema debe quedar líquida pero con su cubierta blanca, y la clara bien cuajada con sus orillas crujientes, se dice “con encaje”.
Para lograrlo el aceite -bastante- debe estar muy caliente sin llagar a humear porque se torna nocivo; se inclina la sartén, y ahí se vacía el huevo hasta que la clara haga puntilla o bordado alrededor, un toque de sal en la yema, de ser necesario se baña con el aceite Primero se debe comer la yema con pan, luego la clara, y a empezar con el otro, siempre en par, si fuera uno solo estaría contra la naturaleza y sería medio par de huevos fritos o “Huevo estilo chiclán”.
Siempre con su dorado alrededor, porque si no es así darán apariencia de hervidos o de utilería, con vista, consistencia y gusto plástico, como los de San Bornes o los del condado de Vi Pis, que se deberían llamar “Huevos destemplados” por desagradables a la vista y al gusto, pero hay quienes se los engullen como se los den o porque ya crearon un estilo, como es común en esta humanidad donde lo grotesco se estereotipa.
Y los huevos también nos refieren a distinto arte, al sexual, a los órganos sexuales masculinos, aquí tienen un trato diferente, nada de romperlos y freírlos, aquí, se tratan bien y con cariño, tienen mucho que ver a la hora del placer. En este contexto, los huevos no tienen un rito como el que antes platiqué, pero la mujer debe experimentar con ellos con mucho tiento y hasta ver la clara, esa es la mejor manera que puede encontrar para satisfacer a su pareja, biológica y sexualmente hacen las veces de los labios de sus partes.
La expresión; “lo tienen bien agarrado de los huevos”, se aplica cuando el sujeto –de ellos-, no logra liberarse, ya sea físicamente, o en sentido figurado cuando esta embelesado, turbado de amor o “entoloachado”; también cuando se le sabe algo prohibido y se le intimida con darlo a conocer. Eso, es justamente tenerlo bien agarrado de los huevos.
También están los huevos de actitud o ánimo en el sentido de valor, mismos que se requieren para decir o hacer alguna cosa que tienen un alto grado de dificultad o peligro para lograrse, aquí se refiere al arrojo, incursión o entusiasmo en un tema complicado, para ello se dice que se requieren muchos huevos, lo que no aplica sólo a hombres, también se dice que hay mujeres con unos huevotes tan bien puestos que por eso no usan falda.
Aquí “Oda los huevos” que he escrito para este tema.
Si de huevos se tratara
hay que ver cuál es su entorno
que si fueran pa’ comer
más me gustan estrellados.
En eso de la culinaria
todo está más que confuso
-con chorizo, para nada-
y es que hay de esos gustos.
Que si con la yema tierna,
que guaca la quiero dura,
que si nomas bañaditos
o yo nomas volteaditos,
y que yo con su encajito
-alrededor doraditos-;
y el cocinero angustiado
rezándose un padre nuestro
por cada par de huevitos.
Pero alimento tan simple
cuesta un huevo hacerlo bien,
para quien no tiene práctica
y al gusto de cada quien.
Pa’ que no haya desconcierto
o entre la sinrazón
así, mejor escoger
lo que tu acostumbras diario.
Por eso cuando me dicen
como es que quiero mis huevos
unas veces digo; mucho,
otras más; muy bien tratados.
En el tema del placer
los prefiero zarandeados,
cautivaran los sentidos
y quedaran ofuscados.
Si te quieren dominar,
a la buena o a la brava
de ahí te van a agarrar,
no podrás ni respirar.
Si se trata de un quehacer
y algo quieres tu lograr
¡con huevos eso has de hacer
o nada tu alcanzaras!
O si encuentras resistencia
pa’ lo que crees merecer
las cosas se hacen ¡a ídem!
¡o nunca!, las has de ver.
*Cronista Cuernavaca