Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
Estuvieron en mi programa Desde El Nido Del Cuervo el miércoles pasado, mis queridos compañeros María Élena Leal Beltrán, Juan Mendoza, Laura Zaizar, Juan Zaizar y Gabriel Solís. Todos ellos hijos de grandes figuras de la canción mexicana.
Juan y Laura Zaizar, hijos de Juán Zaizar autor de muchas canciones tradicionales de México que seguramente usted ha escuchado e incluso, me atrevería a decir, ha cantado… “Mientras yo estoy dormido/ sueño que vamos/ sueño que vamos/ a un cielo azul/ Pero cuando despierto/ el cielo es rojo/ me faltas tú…” Cielo rojo…
Difícilmente recuerdo una presentación mía en la que no me hayan pedido cantarla… Y qué decir de “La barca en que me iré/ lleva una cruz de olvido/ lleva una cruz de amor/ y en esa cruz sin ti/ me moriré de hastío…” Caso similar al de la anterior, Cruz de Olvido fue un gran éxito interpretado por los muy afamados Hermanos Zaizar, Juan y David. Toda una época cubierta por ese inolvidable dueto.
Juan Mendoza… Hijo de quien lleva el nombre y fuera una celebridad de nuestro canto. Si usted es un contemporáneo mío, o bien es un melómano empedernido de la música mexicana, seguramente habrá escuchado el que era el laid motiv, el grito de batalla en la interpretación de la música mexicana de mi admirado Juan Mendoza “El Tariácuri”: “¡Échale, échale, échaleeeeee…!” su intensidad al cantar nuestra canción mexicana y de la misma manera o mayormente intensa, Amalia Mendoza, “La Tariácuri” con quien tuve la fortuna de compartir en muchas ocasiones y pude realizarle un homenaje en el Teatro Jorge Negrete de nuestra ANDA dentro de lo que llamábamos “Lunes Mexicanos”. Busque usted, si no lo ha escuchado, alguna grabación de El Tariácuri o de Amalia, por ejemplo, “Sufriendo a Solas” o su infaltable “Amarga Navidad” y ya me dirá si no se estremeció ante sus interpretaciones.
Gabriel Solís… Fue su padre, Javier, quien de alguna manera vino a oficializar el género del llamado bolero ranchero. ¿Cómo olvidar aquella magistral interpretación a una de las más afamadas canciones tradicionales mexicanas que sin embargo es un tango argentino? Sí, un tango llamado “Sombras” se convirtió, gracias a la interpretación que Javier Solís hizo de ella, en una de las más afamadas canciones mexicanas tradicionales… ¡Qué paradoja! ¿no cree usted? O aquella otra canción de Mario de Jesús con la que mi abuela suspiraba: “Y qué hiciste del amor que me juraste/ y qué has hecho de los besos que te di/ Y qué excusa puedes darme si faltaste/ y mataste la esperanza que hubo en mí…” Javier Solís, no obstante su corta carrera de apenas 15 años de duración al sorprenderlo la muerte, alcanzó la inmortalidad gracias a sus interpretaciones inolvidables.
María Elena Leal Beltrán… Por ambos lados, materno y paterno, María Elena lleva la fama de sus padres como herencia indivisible… Alfredo Leal, muy importante figura del toreo y actor de varias películas. Al unir su vida a la enorme y afamadísima Lola Beltrán, la fama de ambos crece.
Hablar de Alfredo Leal en la historia de la fiesta taurina es cubrir muchas páginas relevantes. Desde luego, referirnos a Lola Beltrán, Lola La Grande, pues de sobra sale decir, es marcar un lugar máximo en cuanto a la música de nuestro México.
Lola Beltrán, por derecho propio, ha sido considerada como la más grande intérprete de la canción ranchera… Su influencia en el ámbito del espectáculo y fuera de él, fue tan grande como su calidad interpretativa y vocal. La fama de Lola Beltrán, difícilmente podrá ser alcanzada ya por otra intérprete de nuestra música tradicional mexicana… Y María Elena Leal Beltrán, es la heredera de la misma por parte de sus dos progenitores.
Indiscutiblemente, María Elena es una extraordinaria intérprete de nuestra música. Su bella e imponente presencia aunada a su gran calidad de voz y su carisma así como el talento que muestra en su interpretación, no dan lugar a duda alguna. Juan Mendoza hijo. Me atrevería a decir que la calidad de su voz, supera por mucho a la voz de su padre y su tía Amalia tan afamados.
De la misma forma, Juan ha logrado aprender en el escenario, en la legua, convirtiéndose en un muy valioso y talentoso intérprete de la música nuestra.
Laura y Juan Zaizar, los Hermanos Zaizar, le dieron a las canciones y al repertorio en general de su padre y su tío, un aire fresco. Bellas voces muy bien acopladas, hacen que el escucha se transporte con sus actuaciones.
Gabriel, con un carisma que aprovecha de la misma manera que Javier, su padre; con una voz igualmente aterciopelada en el manejo de la interpretación en lo que se conoce como media voz, le lleva a ser reconocido como un buen exponente de la música romántica tradicional.
La entrevista con todos ellos, fue muy amena e interesante… El auditorio, generosamente llamaba para preguntar y comentar. Pero una de esas preguntas quedó en el aire… ¿Por qué, siendo tan talentosos no buscaron o no consiguieron labrar un camino propio…? Debo confesar que esa pregunta por parte del auditorio, despertó en mí inquietudes similares. ¿Qué sucede cuando un individuo tiene el peso de la fama del padre o la madre? ¿Qué tipo de emociones o razonamientos internos le afectan de un modo u otro en el camino…? Existen aquí dos cuestiones acerca de las cuales vale la pena reflexionar: La manera en que un padre contempla a los hijos y aquella en que los hijos contemplan al padre.
Karl Marx, en su ensayo El Origen de La Familia, nos habla de la necesidad que existía en el padre por saber que estaba heredando sus arreos, sus herramientas, sus armas, a los hijos engendrados por él. Es aquí, según Marx, cuando se dan los principios de la estructura familiar como le conocemos. La única manera de tener una cierta seguridad de que los vástagos eran de él, era impedir que la hembra tuviera relaciones con otro macho. Así, la progenie quedaba hasta cierto punto asegurada como propia del macho jefe de la incipiente o naciente familia. Así, el padre busca en el hijo, características en las que se ve reflejado… Un gesto, una conducta o una inflexión vocal en las que pueda reconocerse a si mismo. Esto, hasta cierto punto, resulta lógico.
Pero ¿qué pasa del lado contrario de la vitrina, cómo percibe el hijo a la figura paterna y en qué grado influye o marca su camino y su manera de experimentar la existencia? Sigmund Freud, es tal vez uno de los investigadores de la conducta que más o a mayor profundidad ha investigado y escrito acerca de lo anterior.
Para intentar entender el cómo un hijo percibe e introyecta la figura paterna, resulta de gran ayuda e importancia, conocer lo que Freud nos dice acerca del Ideal del Yo… El narcisismo propio de todos los seres humanos que se gesta en las etapas tempranas y que llevan al individuo a la consideración de la omnipotencia en su persona, de pronto se ve destruido y/o desplazado por la figura paterna que amenaza y que sirve de ejemplo a seguir… Entre los recuerdos más comunes de infancia que un individuo tiene están las frases a veces lapidarias tales como: No debes comportarte así… Mira cómo se comporta tu padre y sigue su ejemplo… Lo que de malo haga tu padre no te corresponde juzgarlo… Haz lo que yo te digo, no lo que yo hago… Tu conducta debe de ser acorde a la moral de la familia… Sigue el ejemplo de tus mayores… De esta manera, la idealización narcisista que en un principio envuelve al individuo, va desplazándose dejando en su lugar a los ideales del yo que producen los señalamientos de los padres buscando la identidad en ese ideal de la figura paterna que le defienda y proteja contra los avatares amenazantes de la existencia.
En Introducción al Narcisismo, un brillante ensayo escrito por Sigmund Freud, aparece por primera vez la consideración del término el “ideal del yo”. Y posteriormente, Freud lo retoma, lo menciona y profundiza en él a lo largo de gran parte de su obra. Resulta de gran relevancia el hecho de que lo que pudiera considerarse la (por llamarle así) primera manifestación de individualidad del niño en su etapa narcisista, se ve destruida debido al impacto de las críticas que los padres ejercen sobre el niño.
Así, el ideal del yo que en un principio está constituido por él mismo, encuentra el sustitutivo perfecto para no verse amenazado por la figura paterna buscando consciente e inconscientemente llegar a ser como el padre. La identificación con la figura paterna pues, brinda al vástago la oportunidad de verse apoyado en la lucha por sobrevivir que es finalmente la búsqueda primaria de la existencia.
A medida que el sujeto avanza en las distintas etapas de su desarrollo, va adquiriendo rasgos de personalidad propios en tanto que obtenidos de la propia experiencia. Desde luego, la parte del ideal del yo que en gran medida es el superyo o sea los valores heredados en la identidad, los preceptos morales y sociales, siempre permanece.
Pero lo sano es que el individuo pueda hacer conciencia de ello y desarrollar su identidad propia como una mezcla armónica de lo experimentado y lo introyectado en la crítica y enseñanza paterna. Pero cuando ese ideal del yo es muy fuerte, muy pesado por así decirlo, es muy posible que el individuo quede a la sombra del padre.
Puede ser que lo realizado por los progenitores le resulte tan avasallador que no logre jamás sobresalir por sí mismo y quede entonces a la sombra del padre, justificándose para ello en la defensa de los logros paternos y la promoción de éstos convirtiéndolos en un modo de vida… Por todo esto, se me hacía interesantísima la pregunta que el auditorio hacía a mis compañeros de Herencia Mexicana…
Pero por causas diversas, la conversación giró en torno a otros rubros y la pregunta quedó en el aire… Indiscutiblemente, son todos ellos muy talentosos. Tendrían todo lo necesario para labrarse un camino por si mismos… ¿Cuál es la razón entonces de que se sitúen como herederos, como promotores de los logros paternos…? ¿Es acaso más cómodo? ¿Es el posible miedo de no ser tan grandes? ¿Es un auténtico amor y reconocimiento a la figura enorme que representan los progenitores…? La respuesta la sabe Herencia Mexicana…
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.