Por Juan Cervera Sanchís*
AL FIN
Como cuando era niño y poseía
lo que poseen los niños, vuelvo ahora
a poseer la vida hora con hora
entre vivos destellos de poesía.
Mi tiempo, al fin, es tiempo de armonía
y todo cuanto existe me enamora.
Canto feliz al aire de la aurora
y anochezco cargado de alegría.
Las palabras reviven de repente:
harina, vida, amor… Mi pensamiento
comulga con el agua transparente,
y esencial levadura en crecimiento
es pan al filo místico del diente
y sublimado y puro sentimiento.
DANZA
El barro, la teja herida, el amor muerto de amor y un ladrón en la cartera.
Que dos más dos no son cuatro ni son las rosas estrellas, que no es la vida la vida sin arroz y sin canela.
Que hierba y hierva la leche, que no te salgan las cuentas, que te arruines y aprendas lo que no aprendiste nunca en mitad de la riqueza, y entre tus cántaros rotos y tu sed de vida ciega no tengas un sorbo de agua con que refrescar tu lengua.
Que el barro y la teja herida, que la ventana y la puerta, que el amor muerto de amor, que un ladrón en tu cartera y que no puedas comprar lo único que tu quisieras, no comprar, que no se compra lo que de verdad se anhela, y eso, tú y yo lo sabemos, eso jamás ha estado y nunca estará en venta.
MÚSICA
-susurro-
Música, música, música.
Música si, no ruido.
Digo música entre labios
y entre besos dulcísimos.
Digo amor enamorado
y caricias y suspiros
y me alejo de esas gentes
que saltan y pegan gritos
y sin armonía y sin alma
rinden culto a sus instintos.
Pobres gentes, pobres bestias
víctimas del bestialismo.
Música, música, música.
Música, música digo,
porque yo creo en la salmodia
salvadora del espíritu.
*Poeta y periodista andaluz.