Celebramos en su centenario, los festejamos, con fragmentos de sus obras.
Octavio Paz. 31 de marzo de 1914- 19 de abril 1998.
La poesía.-fragmento-
¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta, armada,
tal los guerreros a una ciudad dormida;
quemas mi lengua con tus labios, pulpo,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia sin fin
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría. Sube desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejercito, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa sustancia,
avidez subterránea, delirante.
Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mí tacto,
hielas mi frente,
y haces proféticos mis ojos.
Efraín Huerta. 18 de junio 1914- 3 de febrero 1982.
Poesía.- fragmento-
Pero tú en los balcones del mundo,
endureciendo los instantes,
viendo caer silencios,
silencios amarillos de virtud o de vicio,
creando sobre la sombra la hierba agonizante.
Ahora sé cómo llegaste,
magnifica y serena,
del sitio de los cisnes y las gladiolas,
con el tacto de las cucharas en la nieve,
soberana de las alamedas en las que no causa gusto
escuchar el eco de una virginidad perdida
en el tiempo preciso.
Agua lenta como tumulto de caricias, te guiaba;
sonaban crudos lloros de manzanas acuchilladas.
La invitación fue clara:
acércate a la niebla en que florecen los duraznos de bronce,
la que ignora las auroras lechosas,
los días en que se palpa el tedio
y el deseo es como vaho de agonizante.
Puedes cantar, aunque tu voz es lo de menos
en esta selva donde viven ancianas cuerdas de guitarra
junto a sonatas vírgenes.
Julio Cortazar. 26 de agosto de 1914- 12 de febrero de 1984.
“Los premios”. Tercer día –fragmento-
-Las tres y cinco dijo- López.
El barman se había ido a dormir a medianoche. Sentados detrás del mostrador, el maître bostezaba de tiempo en tiempo pero seguía fiel a su palabra. Medrano con la boca amarga de tabaco y malanoche, se levantó una vez más para asomarse a la cabina de Claudia. A solas en el fondo del bar, López se preguntó si Raúl se habría ido a dormir. Raro que Raúl desertara en una noche así.
Lo había visto un rato después de que llevaran a Jorge a su cabina; fumaba, apoyado en el tabique del pasillo de estribor, un poco pálido y con aire de cansado; pero había respondido enseguida al clima de excitación general provocado por la llegada del médico, mezclándose en la conversación hasta que Paula salió de la cabina de Claudia y los dos se fueron juntos después de cambiar algunas palabras. Todas esas cosas se dibujaban perversamente en la memoria de López, que las reconstruía entre trago y trago de coñac o de café. Raúl apoyado en el tabique, fumando, Paula que salía de la cabina con una expresión (¿pero cómo reconocer ya las expresiones de Paula o a Paula misma?), y los dos que se miraban sorprendidos de encontrarse de nuevo -Paula sorprendida y Raúl casi fastidiado- hasta echar a andar rumbo al pasadizo central.
Entonces López había bajado a cubierta y se había quedado a cubierta y se había quedado más de una hora solo en la proa, mirando hacia el puente de mando donde no se veía a nadie, fumando y perdiéndose en un vago y casi agradable delirio de cólera y humillación en el que Paula pasaba como una imagen de calesita, una y otra vez, y a cada paso él alargaba el brazo para golpearla, y lo dejaba caer y la deseaba, de pie y temblando la deseaba y sabía que no podría volver esa noche a su cabina, que era necesario velar, embrutecerse bebiendo o hablando, olvidarse de que una vez más ella se había negado a seguirlo y que estaba durmiendo al lado de Raúl o escuchando el relato de Raúl que le contaría lo que había sucedido en la velada, y entonces la calesita giraba otra vez y la imagen de Pula desnuda pasaba al alcance de sus manos, o Paula con la blusa roja, a cada vuelta distinta. Paula con su bikini o con una piyama que él no le conocía. Paula desnuda otra vez tendida de espaldas contra las estrellas, Paula cantando Un jour tu verras. Paula diciendo amablemente que no, moviendo apenas la cabeza a un lado a otro, no, no. Entonces López se había vuelta al bar a beber, y llevaba dos horas con Medrano velando. – Un coñac por favor-…
José Revueltas. 29 de noviembre de 1914- 14 de abril de 1976.
“Los errores”. El nudo ciego”- fragmento-
El jefe del partido, Patricio Robles y “su segundo de a bordo” como se le llamaba familiarmente, Ismael Cabrera, se miraron uno al otro en una forma inexpresiva por completo y todavía permanecieron callados largos instantes sin el menor deseo de hacer ningún comentario en torno a los acuerdos adoptados en la reunión del Buró Político que había concluido medio hora antes ahí en mismo, en la casa de Patricio. Ninguno tomaba la iniciativa de hablar- cuando era tan necesario hacerlo por lo menos para resolver las medidas prácticas de que se habló en la reunión-, los dos como enervados por la laxitud de una fatiga que parecía haberlos vuelto indiferentes a cualquier estímulo. “ Es la apatía que sobreviene después de un victoria -pensaba Ismael- cuando no se está del todo seguro de que esa victoria no haya sido una injustica o acaso una terrible injusticia.
La reunión del Buró Político había resultó- no sin cierta tímida oposición, derrotada a la postre- expulsar del Partido a Eladio Pintor y Olegario Chávez, aunque el primero ya estaba afuera, de hecho, desde que el partido de la Unión Soviética, acordó excluirlo de sus filas.