Por Jaime Irizar Lopéz*
Hace unos días, para ser mas preciso en la edición # 209, el semanario “LA VOZ DEL NORTE” me distinguió con publicar un artículo titulado “PREPARANDO MALETAS”, mismo que despertó entre amigos, conocidos y familiares comentarios de diversa índole, algunos desencadenados por el afecto y el interés por mi salud mismo que agradezco sinceramente, otros por mera curiosidad, los más, por que deseaban saber que tanto de verdad, narrativa e imaginación componían las partes de dicho artículo definido con mucha precisión por mi amigo MARIO ARTURO RAMOS como “EL TESTAMENTO EMOCIONAL” de su servidor.
En esta segunda parte les quiero contar que después de pasar tres meses casi asintomático, confirmando con ello mi errada creencia de que realmente habían sido el café y la ingesta de pastillas para la gripe lo que dieron pie a las taquicardias y arritmias, así como a las reflexiones personales iniciales consignadas en el primer artículo. Nada más claro que su reaparición agravada con disnea y fatiga, para terminar de definir mi equivocada percepción inicial y mi personalidad desidiosa al no buscar ayuda profesional con más oportunidad.
Obligado por la sintomatología que estaba día con día mermando mi calidad de vida, hice una cita con el DR. CARLOS DIAZ DE LA VEGA, prestigiado cardiólogo de Guamúchil, quien a la vez me ha distinguido con su apreciable amistad desde hace muchos años, quien conociéndome de fondo, sumamente extrañado por mi petición de ayuda, se apresuró a hacerme un espacio con urgencia dentro de su apretada agenda médica para atenderme. Acudí puntual a la cita, crucé el umbral de la puerta que daba acceso a la sala de espera, acción tras la cual se activó un dispositivo que hace sonar unas campanillas para definir las entradas y salidas de los pacientes y también, según algunas creencias, para ahuyentar las malas vibras y los espíritus malignos que puedan influir negativamente en las personas.
Después de saludar en voz alta con “un buenas unas tardes cálido” para poder abrazar con ese acto a todos los presentes, pero antes de irme a sentar, hice un recorrido visual por toda el área y observé detenidamente a cada uno de los integrantes de la sala. En su mayoría eran personas de edad avanzada acompañados de uno o más familiares jóvenes que intentaban con sus charlas banales atenuar la tensión y/o la preocupación de los que esperábamos turno para ser consultados. Aun así, puedo decirles en base a mi experiencia personal y por razones obvias, que los semblantes más sombríos, los he visto en los pacientes que ocupan un lugar en las salas de espera de los oncólogos y los cardiólogos, y me atrevo a pensar que son la incertidumbre, sus dolencias, las palabras de ánimo exageradamente reiteradas de quienes lo rodean y quieren, lo que exacerba su inquietud, sus temores y los induce a ser filósofos a fuerzas y repasar sus vidas, hecho que sin duda alguna contribuye a darle una extrema seriedad a su rostro.
En esa tesitura, contraria a mi habitual forma de ser, también estaba mi estado de ánimo, para que voy a negarlo con el fin de dármela de valiente, pero conforme inició mi atención preparatoria personalizada encarnada en las enfermeras especializadas, DENISSE, ERIKA Y VERONICA quienes además de rebosar profesionalismo y humanismo, tienen un rostro hermoso que alberga de manera permanente, cual fotografía, la más tranquilizadora y agradable de las sonrisas. Lo reitero con respeto, hay una gracia divina en la belleza física que se agiganta si se le empareja una personalidad sencilla y humilde.
Después de una orientación preparatoria de parte de ellas sobre el procedimiento que me iban a realizar y cargando bajo el brazo una batería de exámenes de laboratorio, rayos x y ultrasonidos, (la única prueba que faltó que me ordenaran fue la del embarazo), me solicitaron cortésmente que accediera al cuarto de estudios especializados, sin olvidar decirles, que también entraron conmigo dentro de los sobres que contenían los resultados de dichos exámenes, de manera bien disimuladas todas mis angustias y temores.
Era una habitación a media luz, creo que con la finalidad de que ello permitiera con mayor facilidad realizar las lecturas en las pantallas del eco cardiógrafo y la de la computadora en que se registrarían mis electrocardiogramas; me hicieron acostarme con el torso desnudo y la panza al aire, sobre un diván ancho como yo, y con toda la gentileza del mundo, las enfermeras me posicionaron almohadones tras la nuca para hacer menor la disnea que en ese momento tenia. Acto seguido me conectaron cables en el pecho, dedo índice y antebrazo izquierdo, acciones que humorísticamente me evocaron las ejecuciones en la silla eléctrica que solo en películas he visto. Tras todo esto, la habitación se empezó a inundar de imágenes y sonidos que reflejaban con certeza la realidad de mi situación; sin ser especialista, podía conjeturar que la cosa no era sencilla, al escuchar una frecuencia cardiaca irregular y con latidos que mas tarde supe se aproximaban a los 180 por minuto.
Enseguida vendrá el doctor a hacerle los estudios y mediciones que usted requiere Don Jaime, me dijo la asistente médica del doctor, con ese tono característico de ella que calma angustias y disminuye temores.
Después de saludarme con suma cortesía y cordialidad, Carlos, el cardiólogo, empezó a imprimir varias imágenes de mis electrocardiogramas y sin entablar más frases que las que técnicamente requería, me pidió que me pusiera casi en posición fetal para efectos de hacer las mediciones del corazón y los análisis correspondientes mediante el uso del eco cardiógrafo.
En ese justo instante, mientras mi cardiólogo le dictaba cifras y datos a su asistente para que los registrara en una bitácora para después pasarlos a mi expediente personal, yo, motivado por el ruido de los latidos de mi corazón y el que hace la expulsión de la sangre a través de sus válvulas, caí en una meditación profunda originada por toda la intensa experiencia que estaba viviendo por primera vez. Eso que suena en la habitación es mi corazón me decía en silencio y ese otro ruido es la salida de mi sangre que aún va a mi cerebro y que permite que mis neuronas oxigenadas sigan haciendo sinapsis y pueda pensar, sentir, recordar, saber con certeza que aun estoy vivo este día y que aún con ciertas limitaciones físicas puedo hacer, si así lo deseo, de estas 24 horas las mejores de mi vida. Mis latidos me hicieron revivir la emoción sentida cuando escuché por primera vez en el vientre de mi esposa los latidos de mi primera hija, lo que de siempre me impactó y maravilló, porque entendí que se cumplía una vez más el ciclo vital interminable y que yo tuve algo que ver en ello. (Eso siempre lo he creído así). Curiosamente, me aislé casi por completo de todo el procedimiento y recordé algunos pasajes de libros que me impactaron; desfilaron por mi mente mis afectos y mis amores; mi familia, mis jefes, compañeros de trabajo y todos mis amigos solidarios; también sin saber la razón, me vino a la mente los pasajes de la película “MAS ALLA DE LOS SUEÑOS” estelarizada por el recién fallecido actor ROBIN WILIAMS, en la que se trata el amor, la vida y la muerte con un enfoque claramente Dantesco, pero con una fotografía y efectos especiales que no he podido nunca olvidar. No pensé, se los aseguro, en nada negativo, por que estaba mas que emocionado por lo que oía; mis latidos, irregulares o no, eran la prueba mas fehaciente de mi vitalidad y de mi permanencia en este mundo.
Volví a la realidad cuando el cardiólogo instruyó a la enfermera para que me desconectara todo, me ayudara a vestir y me llevara a su consultorio para hacer las recapitulaciones de mis estudios y darme las indicaciones precisas. Mucho más tranquilo por el trato recibido y por el ejercicio mental que me permití realizar entusiastamente mientras me estudiaban, acudí con serenidad al privado a escuchar mi sentencia.
No tiene ningún caso hablar del pasado, nadie puede cambiarlo, ni decirte cosas que te puedan hacer sentirte mal o culpable me dijo con calma y parsimonia Carlos. La salud es un ahorro que tenemos en el banco de nuestro cuerpo y cada quien tiene el derecho de gastar sus ahorros como quiere, aunque hay que reconocer y saber admitir, que tarde o temprano, el cuerpo cobrará sus facturas y a veces con intereses muy altos. Agradezco tu confianza me dijo posteriormente y por ello quiero que sepas que yo me voy a encargar, lo mejor que pueda, de tu futuro en materia de salud y te diré en toda ocasión lo que mejor te convenga para mejorar tu calidad de vida.
Eres médico, adulto, y con preparación suficiente para decidir lo que harás de ahora en adelante. Como ya habrás de suponer tienes unas arritmias y taquicardias muy preocupantes, admiro tu fortaleza para tolerarlas tanto tiempo sin atenderte medicamente, pero te quiero aclarar, que no me gustan los héroes en estas situaciones, porque además tienes el corazón muy crecido y ello complica más las cosas. Los factores causales de tu mal pueden ser múltiples, pero ahorita no es tiempo de hacer “escuelita” porque el tiempo apremia; lo que realmente importa hoy, es mejorar con urgencia tu estado físico. De aquí te me vas a tu casa a guardar reposo absoluto, e iniciar con rigurosidad el tratamiento que te indicaré; te tendré que ver mañana y tarde para monitorear tu corazón hasta que estés en condiciones mejores. Estás delicado Jaime, y esta es la forma más leve en que te puedo decir tu verdad.
Sobra decirte que a partir de hoy y hasta nuevo aviso, es obligada la dieta reductora, nada de esfuerzos físicos considerables, ni de actividad sexual. (Pensé en la última frase y reí para mis adentros, si estoy batallando ahorita para subirme a la cama y quitarme las botas, que voy a querer acariciar la idea de tener sexo salvaje o tranquilo como antes solía hacerlo).
Estaremos muy en contacto, si aparece dolor en el pecho o es mayor la disnea, te internaremos de inmediato. Tu mayor riesgo inminente es la posibilidad de una embolia que puede originarse por las turbulencias que tu sangre produce al pasar por tu aurícula crecida; advierte a tu familia sobre ello para que detecten tempranamente los signos de alarma. Así concluyó la primera de las múltiples atenciones que me ha brindado mi estimado doctor y amigo. Nos despedimos con un efusivo apretón de manos, su deseo de mucha suerte y mi agradecimiento mas sincero.
Al salir del consultorio volví a mis cavilaciones filosóficas y como consecuencia de ello y acorde con mi actitud siempre optimista, vi todo a mí alrededor paradójicamente radiante y amistoso, pese al pronóstico serio que acababa de recibir. Me repetí, que a partir de hoy aprenderé como todos los integrantes de alcohólicos anónimos a vivir un día a la vez para superar mi enfermedad, lo haré con intensidad y alegría, dando cabida solo a sentimientos nobles, al fin y al cabo en mi corazón, al haber crecido, ya tiene mucho más espacio para ello. Por último les platico, que cuando estaba en reposo me visitó un amigo quien a boca de jarro me dijo lo siguiente: he leído algunos de tus artículos y se de cierto de tus ironías y bromas sobre la muerte, pero hoy que estás enfermo tengo la curiosidad de saber si de veras no le tienes miedo a morir.
De verdad que no, le contesté sereno para intentar ser congruente hasta el final, a lo que le temo es a las injusticias y a la inequidad; si yo supiera que nada mas yo seré el único que se va a morir, pues eso si que me daría rabia por lo injusto del hecho, pero ya vez que nunca ha sido así, ni lo será jamás. Todos, tarde que temprano tendremos el mismo final. Es una gran verdad que no hay nada más difícil en el mundo que ser justo y en mi modesta opinión solo la muerte ha podido ser pareja y justa.
*Doctor y autor.