Por Meztli Estrada*
Decir que la mirada de los visitantes se trepa en las estructuras coloniales y formas de sus calles, en Álamos, es común. Las historias resbalan en los empedrados y los ojos son puentes para no olvidar. Es viernes, primer día de agosto, entramos al Museo Costumbrista de Sonora y las salas están llenas de jóvenes, son puntuales, pues, este tren no espera a nadie.
Sale desde el micrófono, que esparce la voz de la niña Carmen Elena, una bienvenida para todos los pasajeros. El público queda quieto entre las salas de exposiciones, donde se cuelgan las fotografías que hablan del viaje. Mara Romero es la primera pasajera, entra con un gran sombrero negro y un Chucu chu chu sonando a manera de locomotora… estremece. Primavera Encinas suelta palabras donde plática de Aquel viaje. Los otros pasajeros de Vagones de letras nos movíamos entre la gente para pasar desapercibidos. América Pina con maleta en mano, abre la garganta quebrada por el recuerdo, evidente en su crónica.
Aquí son las letras las que levantan el aplauso en cada intervención; los niños y jóvenes se emocionan, los adultos en la melancolía del pasado. Josefa Trejo con un paso apurado, los años cincuenta a cuestas en su ropa y una crónica de su viaje en “el Chepe”, la emoción ídem. Luego Socorro Contreras nos dice que el viaje en tercera clase es el más pesado, pero su rostro declara felicidad. Yo paso con nervios, con mi cabello en ondas y maleta de lunares, alzo la voz y cierro los ojos antes de terminar Fugaz.
Luego suena con timbre infantil: ¡Pasajero José Luis Islas, pasajero José Luis Islas! Y entra enérgico, de voz imponente, soltando su alegría en frases donde no faltan las lágrimas; es él quien conduce este proyecto por las mejores vías, igual que lo hace con los museos que dirige.
El último pasajero es Tony Estrada quien nos acoge en su estación: el museo costumbrista. Agradece a las autoridades, público presente y escritores que vienen desde Obregón, antes de que las tijeras nos anuncien que el listón va a caer. Se declara formalmente inaugurada la exposición “¡Váaamonos! Pasajeros al tren” suenan más aplausos, se invita a observarla y se regalan plaquettes de “Vagones de letras”.
Después todo es preguntas y dedicatorias, fotos, mientras en la puerta del museo espera un tren rojo, atinada ocurrencia de don Tony (mi papá), para llevarnos a la comunidad La Uvalama donde será la comida.
En la mañana del sábado, las sillas blancas, rodeadas de equipaje, sostenían el peso de un grupo de niños y jóvenes con deseos de escribir la vida y saltar en un vagón. Un taller efímero de narrativa inicia, y con el corazón en el viaje, Juan Diego González (amigo y maestro) y su servidora, cargamos una caja de sueños, para verla llegar en forma de papel, con historias que se irán entre los pitazos de la locomotora a formar parte de una nueva plaquette.
En Álamos hay una humedad que engancha al pasado y convoca a las musas, en la máquina de acero se van los relatos, pero se tejen redes con intenciones de quedarse para siempre.
*Poeta, fotógrafa, pintora, diseñadora gráfica, maestra de
artes y miembro honoraria de Escritores de Cajeme A.C.