No existe crónica sin lugar; el lugar, es el más inverosímil de los recursos útiles al cronista, el lugar también se inventa y de esa convención es que tenemos un sinfín de motivos para la escritura o la narrativa. Los pueblos antiguos inventaron la noción del lugar, esa centralidad mítica que permite diseñar historias y evocaciones culturales que persisten a través del tiempo.
Profesionistas de El Tamarindo (2014), es el recurso cultural para que Héctor Vázquez Berreaza, haga el recuento del proceso civilizatorio de una comunidad que tuvo que moverse radicalmente en aras de la utilidad social para Sinaloa. Salir de los espacios serranos de Badiraguato, para afincarse en los del valle de Culiacán, fue para un conjunto de moradores badiraguatenses, la posibilidad de convertirse en ejidatarios de la villa Adolfo López Mateos. De aquella primera migración condicionada por el sistema de la Reforma Agraria Mexicana, producto de la construcción de la presa Lic. Adolfo López Mateos en los linderos de los municipios de Badiraguato y Culiacán tenemos un núcleo urbanizado y deslindado con clara vocación agrícola.
La dinámica social del valle de Culiacán, ofreció a estos “desplazados” oportunidades que han sabido aprovechar con decoro y dignidad.
Las familias que sentaron plaza en el lugar asignado por las autoridades agrarias del régimen de la Revolución Mexicana, tienen un origen serrano, se reconocen en su filiación a los apellidos de origen vasco y de otras regiones españolas, aparte los de las etnias locales y sus cruces con otros migrantes de ciertas regiones mexicanas.
La mezcla de profesionistas y profesionales a que hace alusión el autor, nos muestra la rica herencia cultural del mestizaje y de la conformación del proyecto educativo que ha desembocado en una mano de obra calificada en las diversas actividades productivas locales y de otras regiones.
La taxonomía poblacional elegida por Berreaza, entre profesionistas y profesionales, para El Tamrindo, Villa Adolfo López Mateos del Municipio de Culiacán, va de maestros, abogados, contadores, administradores, biólogos, ingenieros, mercadólogos, zootecnistas, aviadores, artistas, ingenieros, médicos psicólogos, arquitectos, programadores e informáticos, economistas, odontólogos, nutriólogos, veterinarios, trabajadores sociales, enfermeras, técnicos varios.
Esta gama de profesiones, es un claro mosaico de la variedad de actividades que han elegido los tamarinderos, y, al consignarlos por su nombre en estos anales, el autor les reconoce su esfuerzo. La ciencia y la tecnología, aparte de las artes están presentes en esta muestra profesional de una población que fincó sus esperanzas en el esfuerzo consciente de un futuro mejor.
Felicito a Héctor por su constante dedicación de mostrar el mejor rostro de El Tamarindo, y por hacer honor al título de cronista de su pueblo. Hombre de múltiples empresas formativas ha experimentado en la suya, la variedad cultural de la vida; lo veo como un ciudadano feliz que a la sombra de las arboledas del valle de Culiacán, nos convoca a celebrar con sobria elegancia sus victorias que ya son nuestras.
*Director del Archivo Histórico de Sinaloa.