Por Mario Arturo Ramos*
En mis constantes charlas con el licenciado en informática, Ubaldo González Osuna, es una pregunta recurrente: ¿cuáles son los artículos de La Voz del Norte que han causado entre los internautas mayor lectura? Ubaldo comenta ,que el escrito publicado en el numero 47, del poeta Juan Cervera Sanchis titulado “Javier Solís, la verdad de su muerte” es el que tiene más visitas y creo que este hecho es bien merecido, por ser el texto resultado del oficio de Juan, quien semana a semana nos enriquece con su trabajo poético.
En las charlas con el coordinador de La Voz del Norte comento que existe otro lado de la historia del ídolo del canto ranchero que muchos biógrafos dan como cierta: nació en el Centro Histórico de la ciudad de México, el 1º de septiembre de 1931 0 1932 y, este dato difiere del que cuenta que nació en Nogales, Sonora. Los progenitores de Javier se llamaron Francisco Siria y Juana Levario, vecinos de la antigua Tenochtitlan: Ubaldo señala con toda razón que en las historias de las “estrellas del canto popular” es común que existan versiones diferentes sobre la fecha y lugar de nacimiento -sin que la diversidad afecte para nada la imagen de la figura artística-. Sucede con Agustín Lara, Carlos Gardel, Pedro Infante, etc. etc, personajes que a pesar del paso de los años desatan encendidas polémicas por ubicar su “verdadero lugar de nacimiento”.
Los primeros pasos de Javier fueron con dificultades económicas, por lo tanto se cuenta que su tía Ángela, compañera de Valentín Levario-hermano de su madre- para ayudar a la familia Siria Levario, se llevó a vivir al futuro ídolo popular a su hogar enclavado en el pueblo de Tacubaya D.F. sitio donde cursó sus estudios primarios en una escuela del rumbo. La muerte de Ángela y el nuevo matrimonio de Valentín obligaron a que el niño Gabriel se dedicara a diferentes ocupaciones y oficios para sobrevivir. Queda registrado que a los once años ingresó a la panadería, “El imperio” y a los pocos meses cambio de empleo con el objetivo de ayudar a los gastos del hogar; hay quienes aseguran que a esta edad ya cantaba tangos con una media voz prodigiosa…
Una mañana de 1945, Solís decidió que había que caminar solo y fue entonces que se dedicó a ayudante de carnicero, aprendiz de boxeador y en los ratos que le quedaban, libres al canto y a la guitarra. Sus primeras actuaciones como cantor fueron el Salón Obrero, donde convenció a la orquesta del lugar para que le dieran oportunidad como cantante de la agrupación musical. Para encontrar una mayor identificación con el público melómano adopto el nombre artístico de Javier Luquin. El camino exitoso comenzaba. “La voz de la América Latina”, la radiodifusora XEW por allá de 1948, trasmitía un programa exitoso: “Los aficionados” en esta emisión concursó Javier ganando un segundo lugar, los jueces del concurso elogiaron su media voz y su sentido interpretativo.
La carrera cantora de Solís daba un salto tremendo; participó en el Mariachi Azteca, y grabó su 1ª producción discográfica; sobre su cambio de apellido existen opiniones diferentes, la más aceptada es que lo realizó a sugerencia del director artístico y compositor Felipe Valdez Leal con quien formó una mancuerna de muchos éxitos.
De su historia amorosa se han escrito muchas páginas, sin embargo le digo a Ubaldo que los verdaderos cantores románticos no sólo interpretan los cantos, desde luego los viven y, Javier Solís es uno de los privilegiados. Llegaron los primeros “hits”: “Lloraras, lloraras”, “El Loco” y con los trancazos de ventas comenzaron las presentaciones apoteóticas. Su incursión en el 7º arte lo llevó a actuar en más de 23 películas destacan: “Campeón de barrio”, “Un tipo a todo dar”, “Rateros último modelo”, “Los Sánchez deben morir”, “3 balas perdidas”.
Su fama y presencia como cancionista y actor cruzó las fronteras y en una buena cantidad de países de Latinoamérica fuer reconocido y admirado. El 19 de abril de 1966, a la edad de 33 o 34 años- edad de los elegidos- en la ciudad de México falleció el exitoso. Entre la multitud que lo acompañó a su morada final en el Lote de actores del Panteón Jardín capitalino, había una delegación de la Asociación Nacional de Actores-ANDA- Jaime Fernández fue el comisionado para despedirlo a nombre de sus compañeros, reproducimos un fragmento de la oración fúnebre expresada por Jaime: “La canción ranchera de la que fuiste un gran exponente, se cubre de luto y enmudecen los mariachis y, nosotros los cantores prendemos un crespón en nuestros corazones”.
Se despedía a uno de los inmortales del canto popular nacional, dejaba de legado interpretaciones inolvidables, actuaciones en el celuloide de buena factura y un prestigio que al transcurrir del tiempo crece y crece. Al término de las pláticas con el coordinador del semanario siempre queda el tema abierto. “El otro lado de la historia de Javier Solís”.
*Autor e investigador