Textos de los jóvenes escritores de Ensenada que forman parte del Programa Talentos de Baja California. Aldo Calderoni y de Alina Gallardo, coordinador por el maestro Sergio Gómez Montero reflexionan sobre la maldad, el gozo y la felicidad.
Por Sergio Gómez Montero*
Cuando Platón en la Metafísica nos plantea su teoría de las ideas nos lleva a pensar necesariamente en las dificultades insalvables que plantea el pensar, si se toma en consideración que el mundo físico está en cambio continuo (idea que retoma y acepta de Heráclito), pero, más allá del cambio que baña al mundo físico, afirma Platón que hay algo que permanece invariable en el transcurrir del tiempo: la idea. Pero, ¿qué tanto la idea permanece, más aún hoy cuando el relativismo pareciera predominar? Trabajando sobre esa idea y tomando como base el texto que se reproduce un poco adelante de Franco Berardi (Bifo), nos pusimos a trabajar, en términos de reflexión, con los jóvenes escritores de Ensenada del Programa Talentos de Baja California sobre las ideas de bien y mal, resultando de ese ejercicio los textos que aquí se incluyen de Aldo Calderoni y de Alina Gallardo.
Primero, pues, el texto de Bifo: “Desde la vida corriente hasta los grandes momentos de efervescencia colectiva, las sociedades actuales se caracterizan así por la forma dionisiaca, interpretada como agotamiento del principio de individualización y aumento correspondiente de la tribalización afectiva, las emociones vividas en común, las sensibilidades colectivas”.
Y de allí surgieron los textos de Alina y Aldo mencionados y que aquí se incluyen.
*Coordinador en Ensenada del Área de Literatura
de Talentos Artísticos de Baja California.
¿Qué es lo malo?
Por Aldo Sigfrido Calderoni Echeverri*
Para empezar este ensayo, pienso que primeramente (dado que la bondad y la maldad son conceptos que se llevan de la mano) es necesario recordar cómo es que uno logra ser bueno. De acuerdo al escrito anterior que realicé, esto se alcanza cuando uno ama a los demás y a sí mismo, lo cual conlleva igualmente que se sea bienintencionado. Ahora bien, partiendo de ello, podemos definir “lo malo” como todo aquello que es antitético al amor, o sea, lo provocado por el odio o la falta de empatía. En el ensayo pasado había explicado que este tipo de sentimientos pueden ser identificados únicamente por quien realiza la acción, siendo, por lo tanto, él el único capaz de dar un juicio absoluto concerniente a la bondad del propio obrar. Sin embargo, los demás, debido más que nada a un sentido práctico del conocimiento sobre lo que (y los que) lo rodean, deben también plantear un juicio al respecto, aunque basado ahora en algo más probabilístico que exacto, dado que, en conceptos kantianos, son incapaces de conocer al noúmeno (la cosa en sí) y tan sólo pueden distinguir al fenómeno (la cosa como es percibida). De esta manera, el conocimiento sobre qué tan bondadosas son las intenciones de otras personas es difícilmente asequible y está sujeto a fallas (cosa que lo hace, mejor dicho, una especie de fe, y no conocimiento en sí), pero en lo referente a las intenciones propias podemos estar seguros de la bondad que les atañe.
Ahora, expuesto este segmento que versa sobre el origen de ciertas malas acciones y la posibilidad para reconocer al agente como bueno o malo, considero que podemos abordar un aspecto más práctico y descriptivo de las malas acciones.
A diferencia de otras ideologías, considero que el mal no es el contrario del bien precisamente, sino que éste, primero incluye en sí los dos extremos de las cosas, mientras que el bien se encuentra en el medio. Ejemplo de esto es la simple acción de comer, ya que ni hacerlo en exceso ni dejar de hacerlo es algo realmente conveniente, de forma tal que nos acercamos nuevamente (mas ahora con una explicación al revés) hacia el argumento del ensayo pasado: Si quedamos en que lo bueno es aquello que permite la felicidad y la supervivencia, entonces lo malo sería lo que no las procura.
Ejemplos particulares al respecto los encontramos en situaciones como: el joven que se droga usualmente aunque sea consciente del daño futuro que le augura; o el niño que, al ver a un pollito, lo toma con sus manos, por la ternura que le provoca, hasta darse cuenta de que lo ha matado por la presión de sus manos.
En el primer caso, podemos entender que el joven es completamente malintencionado desde que sabemos que él es consciente del daño causado a su cuerpo y, aun así, comete la acción (también negativa). En el segundo caso, por otro lado, el niño no es malintencionado. Al contrario, hace lo que hace por una buena intención, pues él quiere al animal vivo y no pretende su muerte. No obstante, su ignorancia lo ciega y le impide comprender el resultado de su acción por falta de experiencia (y es que ésta, junto con la razón, permite obtener conocimiento). Probablemente, al abrir las manos y descubrir al animal muerto, el niño lloraría tristemente porque, en sí, en su inocencia, él ha sido bueno, pero su acción es la que no puede ser calificada como tal. De esta manera, nos damos cuenta de que la ignorancia o el conocimiento juegan un papel importante en lo que a este tema refiere.
Como conclusión, de acuerdo al presente ensayo, podemos afirmar los siguientes puntos:
-Que las malas acciones se originan por el odio, la falta de empatía y/o la ignorancia.
-Que muchas veces el mal se encuentra en los extremos y el bien está en el medio.
-Y que lo malo no procura la felicidad y la supervivencia (ambas).
Dicho sea de paso, los ejemplos que he dado a modo de explicación son meramente ilustrativos, en el sentido de que en la realidad jamás conoceremos de una manera tan clara la intención de alguien diferente a nosotros como lo hemos hecho de estos personajes ficticios, pero de no ser por el arte y sus inventados “conocimientos” sobre inexistentes –aunque sugerentes- noúmenos congruentes con la realidad, la comprensión nos estaría vetada. Sin embargo, de cualquier forma, la prueba está en nosotros mismos, ya que “uno mismo” es el único “ser en sí” que uno conoce.
*Talentos Artísticos de Baja California, Área de Literatura.
Por Alina Itzel Gallardo Romero*
¿Qué es el gozo y la felicidad? Para mí el gozo y la felicidad son dos cosas que no podemos separar. Y aunque el gozo podrá ser para mí algo que disfruto por un instante, es algo que me da felicidad. Y son estos pequeños momentos los que juntos nos dan sentido a entender qué es realmente la felicidad. La felicidad es algo que aunque a veces parece no estar presente, son todas esas pequeñas cosas que juntas te permiten sentirte bien feliz y alegre; entre ellas el gozo.
Las cosas más pequeñas me pueden hacer feliz. Por ejemplo, el hecho de que haya comido mi platillo favorito o que haya descubierto algo de interés. A veces un detalle, como una noticia inesperada puede cambiar mi actitud durante el día. En momentos de felicidad como éstos es muy difícil hacerme enojar.
Tiendo a sentirme más liviana y cosas que me estresaban antes dejan de importar y los enfrento con mejor humor y seguridad.
Un ejemplo sería cuando sé que tengo que estudiar para exámenes finales, pero después me entero que habrá una salida o un convivio al final. Eso me da felicidad y me permite mantenerme siempre positiva para enfrentar la rutina diaria.
La fuente del gozo y de la felicidad es como un dulce, del cual nunca te satisfaces, porque no quieres que termine. Pero al final siempre hay algo que se te interpone y el mundo no es perfecto. Se terminan las vacaciones o tu tiempo libre. Para mí la felicidad y el gozo aunque no son duraderos son como una inhalación larga de aire puro que te da fuerzas para seguir adelante, te inspira para innovar y renueva tu manera de ver al mundo de manera positiva.
Talentos Artísticos de Baja California, Área de Literatura
Esculturas de Javier Marín.